Padre José Palmar: David y Goliat en Ucrania

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Sacerdote venezolano en el exilio y periodista en la diáspora

“La vida te da sorpresa, sorpresa te da la vida ¡ay Dios!” es el coro de la canción célebre de 1978 titulada “Pedro Navaja” del poeta intelectual de la salsa Rubén Blades. Nunca pensamos que pudiéramos ser testigo vivencial de una confrontación, al mejor estilo y condiciones de la legendaria y épica lucha entre el gigantón filisteo Goliat y el pequeño pastorcito David, acontecimiento narrado en el primer libro de Samuel de la Biblia.

La invasión sanguinaria a Ucrania por parte del ex taxista y sapo espía de la KGB, Vladimir Putin, y la reacción del pueblo ucraniano teniendo a la cabeza a su líder el presidente democrático Volodimir Zelenski, nos hace replantear lo que sabíamos del poder político, militar y económico.

Siempre hemos afirmado que en materia militar, deportista, religiosa, económica y política no hay pasos ingenuos, pero hay resultados inesperados. En el argot hípico, en este evento bélico que desarrolla la carrera armamentista soviética, no hay cuadros con cinco ni con seis. En otras palabras, se cayeron las apuestas. Con esta comparación lúdica no pretendo despreciar los hechos sangrientos en Ucrania, que por demás son muy tristes y dolorosos.  Antes del 23 de febrero del año en curso nadie daba a perdedor al fundador del Partido “Rusia Unida”, y por supuesto, el presidente Zelenski que era un desconocido en el mundo occidental, le daban horas para que dimitiera en el poder. Goliat era famoso temible y de excelente reputación militar; y David, por su parte,  era un sencillo pastorcillo de rebaños muy poco apetecidos y de aspecto inofensivo.

La no liberalización: David contra Goliat (y venció David)

La historia bíblica nos cuenta que David hijo menor de Jesé, con una honda y una piedra venció al bien armado guerrero del ejército filisteo. Lo que hacía parecer fuerte a Goliat era a su vez su mayor debilidad. La valentía es la mejor arma frente al que se cree superior por sus municiones, tanques y aviones. Frente al bravucón bien equipado revestido de vanagloria y fanfarronería queda sobresalir con la gallardía inteligente y el arrojo con audacia. David ganó porque hizo imponer sus virtudes pastoriles sobre las fallas mentales de su adversario. Goliat lo habría destrozado en un combate cuerpo a cuerpo, pero no fue así. David supo aprovechar su espacio, distancia y conocimiento del área, como buen pastor lidiaba a menudo con la tierra, el viento y el sol. En una batalla no solo se debe tener espada y escudo, hay que conocer el tipo de terreno, clima favorable, distancia propicia, tiempo,  temperatura, condiciones anímicas y hasta la reacción emocional del contrincante.

David en su labor de pastoreo tenía que entender el código comunicacional de los animales; tales como: ovejas, cabras, lobos, leones, zorros, y hasta el de las serpientes. Al enfrentarse con Goliat pudo relacionarlo con una bestia salvaje del desierto, que sólo sabe matar y no pensar; lo analizó como si fuera un león frenético buscando a quién devorar; lo entendió como un ave de rapiña ansiosa por hartarse de carroña; lo vio actuar como un félido hambriento como si fuera una hiena que se burla de la víctima para intimidarla; lo pudo concebir como la serpiente que se arrastra para punzar su veneno mortal. David el padre ancestral del Mesías pudo poner practica por adelantado el proverbio de Jesucristo: “Sean mansos como una paloma y astutos como una serpiente” (Evangelio San Mateo 10,16).

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La honda y la piedra era la rudimentaria tecnología armamentista de los pastores de la época. Con ella derribaban leones, lobos, zorros y hasta los ladrones que intentaban robarse el rebaño a medianoche. Mientras que la espada, el casco y el escudo eran las armas letales de los invasores, sanguinarios y guerreros déspotas en tiempos veterotestamentarios. Para usar la honda se requería talento y fundamento, para usar la espada se necesitaba ser corpulento y cruento. Generalmente, en toda lucha hay quienes se sienten débiles y los que se sienten fuertes. Sentirse débil te da una ventaja,  siempre tienes que cuidarte y actuar con rapidez; y el sentirte fuerte te da una desventaja, te consideras el mejor, eso te hace abusar de la confianza, llegando a subestimar al rival. Recordemos el texto del evangelio que dice: “El humilde será enaltecido y el soberbio será humillado” (cfr. San Mateo 23,12).

La fortaleza en manos de un engreído es una apariencia. Todos los Goliats tienen importantes puntos débiles que un enemigo inteligente y valiente puede descubrir y aprovechar. Siempre el más débil debe gozar de una visión de guerra con objetivos precisos y conservar una paciencia hostil para no desanimarse. El más fuerte siempre quiere vencer rápido y de manera fulminante. Es como el nockeador en el boxeo o el jonronero en el béisbol. El tiempo prolongado en la batalla fortalece al débil y amenora al fuerte. El que se considera fuerte se desespera y el aparentemente débil se arrecia. Cuando el débil empieza a mostrar ímpetu y frenesí se gana las barras y los espectadores empiezan a vitorearlo. Este viraje de las gradas enardece al Goliat llegando a cometer errores súbitos, torpes y contraproducentes. Entonces el desacierto te desmoraliza y pasas a ser el endeble y enclenque. Verbigracia, la película de Sylvester Stallone en “Rocky IV” en 1985. No he dicho que Putin encarna a Ivan Drago, pero se le parece. Ni que Zelenski personifica a Rocky Balboa, pero se le acerca.

Putin antes de la invasión se creía el Goliat soviético, su rostro de lobo siberiano con su mirada calculadora y fría, su inamovilidad emocional, su ínfula imperial, su mente maliciosa, su delirio de grandeza,  su poderío de controlar todo, el afán de tomar decisiones detrás de bastidores, hay quienes aseguran que sólo consulta con sus tres perros de mascota, su sentimiento antioccidental, su paranoia ultranacionalista y sobre todo su deseo de gloria laureada de convertirse en el nuevo Pedro “El Grande”, autócrata de todas las rusias, lo ha hecho convertirse en su propio enemigo. “Combatirse a sí mismo es la guerra más difícil, vencerse a sí mismo es la victoria más bella” escribía el poeta alemán Friedrich von Logau en el siglo XVII. Putin está atrapado en su propia guerra y enredado en su locura ególatra, todo indica que llegará a la ruina emulando a Ivan “El Terrible”, el más salvaje moscovita de los zares rusos de todos los tiempos que mató a palos a su propio hijo en el siglo XVI, símbolo histórico de la perdición rusa por el poder. Putin es la mezcla en una licuadora visceral de Stalin, Hitler, Chávez y Fidel Castro.

Por su parte, el líder carismático de Ucrania, licenciado en Derecho,  que venía de ser un comediante de reparto y que escasamente hacía reír con sus presentaciones, pero fueron como guion profético, ya que en una de sus más celebres actuaciones con la productora KVARTAL 95 hizo la parodia de actuar como presidente, en la serie televisa llamada “Servidor del pueblo”, nombre que después adoptó su partido político que lo llevó a la presidencia de Ucrania, es una serendipia asombrosa y una coincidencia sin precedentes.

Putin es un resentido social y un maniático político que siempre soñó con ser un espía estrella en los EEUU. Como nunca lo logró, tuvo que conformarse con ser un soplón de segunda en la extinta Alemania oriental, donde sólo lo tenían para fotografiar el Muro de Berlín cuando los alemanes escribían grafitis en contra del comunismo. Gracias a la debacle del gobierno del histriónico Boris Yeltsin ascendió a la jefatura del Servicio Federal de Seguridad (antigua KGB) y desde allí saltó como cabecilla del Kremlin, versión muy mejorada y desarrollada del PSUV en Venezuela, donde como buen déspota, dictador y totalitarista quiere atornillarse como el amo del planeta y dueño del mundo.

No sé por qué Putin me recuerda tanto al ratón blanco de la serie de comics  producida por Steven Spielberg de “Pinky y Cerebro” de 1995 en la Warner Bross. A nivel de comparación jocosa, pero no descabellada: “Pinky” es el idiota de Nicolás Maduro, hoy desafortunadamente el nuevo gran amigo en desarrollo de los EEUU, y “Cerebro” es Putin, el ratón con deseos de conquista mundial que siempre fracasaba y esperaba al próximo capítulo para intentar de nuevo hacerse el zar del planeta.

Por lo momentos, lamentablemnte, la invasión violenta a Ucrania continúa. El “nuevo Goliat” del siglo XXI está casi al caer porque la piedra lanzada en cámara lenta por el “nuevo David” ya salió de su honda. David derribó al descomunal Goliat de la raza de los Anakim, raza de gigantes, con una piedra y de un solo tiro. Una vez derrumbado en el suelo, con su propia espada lo decapitó. Resultando el combate más desproporcionado de la Historia de la Salvación y el resultado más sonado de la Historia de la Humanidad. Esta épica lucha bíblica no es totalmente analógica con la actual acción bélica en tierras ucranianas. Lo que sí es semejante es el comportamiento de los líderes contrincantes.

La pelea entre David y Goliat fue en la frontera del reino de Judea habitada a la fuerza por los filisteos. Esta guerra bilateral es en el territorio de Ucrania que los putines quieren robarse. David era un simple pastor de ovejas, la ocupación laboral más humilde y esclavizantes de la época. Zelenski un comediante no estratega militar, ni experto en ciencias políticas, ni versado para ser estadista. Goliat el mercenario gigantón  armado con la mejor espada de hierro y con el más fuerte escudo de bronce. Putin con el mayor poderío militar del mundo, y por su parte, Zelenski se ha convertido el más gran inspirador de libertad y en el héroe que ha surgido de las tablas del escenario de un teatro para luchar por la dignidad de su pueblo. Los políticos hacen la campaña electoral como futuros estadistas y después cuando gobiernan se convierten en comediantes. Zelenski entró como comediante y resultó ser un excelente estadista. 

No hay punto de comparación, pero así sucedió con Karol Wojtyla, hoy San Juan Pablo II. El estudiante universitario polaco fichado por la Gestapo que en 1939 bajo el asedio nazi actuaba en el teatro Rapsódico para interpretar papeles de contenido patriótico llenos de espíritu de dignidad humana, se convirtió luego en el Sucesor de San Pedro y Vicario de Cristo que sembró la paz en Polonia, su pueblo natal, que fue victimizado por los nazis y más tarde por los comunistas rusos.

Terminamos con este pensamiento del santo polaco que ayudó con su oración a extinguir la antigua Unión Soviética que hoy con misiles y muerte quiere restaurar con sangre el genocida Putin: “La paz exige cuatro condiciones: Verdad, justicia, amor y libertad” (San Juan Pablo II). Estamos orando por las víctimas y a la espera que Su Santidad el Papa Francisco consagré al Inmaculado Corazón de María a Rusia y a Ucrania, tal cual lo pidió la Virgen de Fátima en 1917 y lo suplicaron los obispos de rito latino en Ucrania el pasado 03 de marzo del año en curso. Dios bendiga nuestras vidas.

¡Paz y Bien!

Padre José Palmar Morales/ @padrejosepalmar

Saint Cloud, Florida 08 de marzo del 2022