Dámaso Jiménez: Una etnia en peligro de extinción

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La profunda crisis de escasez de alimentos y medicinas que azota a los venezolanos se intensifica en la frontera con Colombia, donde las etnias indígenas deben sobrevivir no solo a las carencias propias del colapso económico sino también a los brotes epidemiológicos y enfermedades mortales que dejaron de ser controlados y asistidos sanitariamente.


La nula asistencia de salud pública está llevando a etnias pobres como los japreiras hacia su desaparición definitiva tal como ha sido anunciado por algunos expertos epidemiológicos.


Los japreiras provienen de la etnia Caribe al norte de la América del sur y cuentan con tradiciones y un idioma propio que ha logrado preservarse. La historia cuenta que este grupo étnico ha logrado sobrevivir no solo a la confrontación y coloniaje de los españoles hace 518 años, con la irrupción de Europa a Venezuela, sino a todo tipo de caudillaje, dictaduras, gobiernos y trasnacionales de hidrocarburos, carbón, uranio y fosfato, que poco a poco los han ido cercando hasta condenarlos al olvido.


Localizados en el extremo suroeste del estado Zulia, específicamente en los valles de los ríos Lajas, Palmar y Alto Guasare, los japreira son una tribu pacífica pero desconfiada. Se rigen por cabildos o caciques. Se dedican a la artesanía de cestos y a tejer el algodón. Viven de la caza, la cría de animales de corral y la pesca, pero su forma de subsistencia por excelencia es la agricultura.


Durante los primeros meses del 2016 perdieron toda su siembra y cultivos de yuca, cambur, ocumo y maíz en el incendio que arrasó con una tercera parte de la sierra de Perijá.


María González, una mujer de mediana edad,es la cacica principal. Vive con 4 hijas entre niñas y adolescentes y un bebé a quienes solo les da de comer un plato de arroz al día por la interrupción de la cosecha este año por los estragos de la sequía y el incendio que arrasó buena parte de su entorno. Las bolsas de comida que reparte el gobierno socialista no llegan hasta la zona por lo accidentado y alejado que se encuentran de cualquier emporio urbano.


González tiene manchas en la piel al igual que buena parte de los pobladores del pequeño valle como consecuencia de las afecciones hepáticas que se hacen visibles. Dicen los mismos pobladores que dejaron de recibir cualquier tipo de ayuda y medicinas desde hace más de un año, poco antes que se intensificara la crisis. Pero más que el descontrol asistencial y la falta de tratamientos, lo que más le preocupa es no conseguir alimentos.


Actualmente sobreviven poco menos de 400 personas, en su mayoría mujeres y niños. Fueron desmovilizados de la parte alta de la montaña debido a la construcción de una represa que garantizó el desarrollo de la región, menos de los indígenas obligados a abandonar su territorio. Efectivos del ejército insurgente colombiano FARC también invadieron buena parte de su espacio originario para usarlo como zona de aliviadero bajo el amparo del gobierno venezolano.


Este grupo indígena se ha ido extinguiendo sin un mínimo de atención de parte de las autoridades nacionales, regionales y municipales, instituciones médicas y seres humanos que hacen caso omiso a lo que se viene considerando como el primer etnocidio de los tiempos modernos por efectos del abandono y el hambre.

La directora del Programa de control de Hepatitis en el Zulia y experta epidemióloga, María Alcalá de Monzón, ha alertado que el 80 % de la población de indígenas Japreira se encuentran contaminados sin posibilidad de ser salvados, ya que desde hace varios meses dejaron de recibir tratamiento para la hepatitis C, Delta y VIH.

En Venezuela no existen actualmente retrovirales ni ningún otro medicamento para controlar este tipo de enfermedades mortales. Tampoco permiten el ingreso de medicinas por vía humanitaria desde el exterior.

“Si la situación es crítica en las ciudades imagínense el daño que viene ocurriendo en los alejados caserios indígenas donde no hay nada”, nos dice la experta epidemiólogo que ayudó a controlar una epidemia similar de gran escala en la misma etnia entre 1976 y 1980.

Monzón aseguró que en aquel momento se salvaron porque prevaleció una respuesta rápida gracias a una campaña de alerta epidemiológico, control y educación sexual que llevaron a cabo los programas de salud pública de entonces que incluían medicinas y tratamientos gratuitos. Ahora está convencida que en cualquier momento podría desatarse una epidemia ante las infecciones de hepatitis C, Delta y VIH que se han complicado con cuadros graves de desnutrición y falta de medicamentos, lo que acelera el número de muertes que no salen a la luz pública por el aislamiento que viven en la zona.

Si los portadores crónicos de estas enfermedades no son tratados a tiempo y no hay un cambio de política para que Venezuela comience a recibir ayuda humanitaria, la situación de la etnia Japreira podría complicarse y acelerar un proceso que podría alcanzar a las etnias vecinas, yukpas y barí, que hacen vida en la sierra de Perijá.

Jacobo González, doctor en epidemiología con años estudiando la crítica situación sanitaria de esta etnia considera que los mismos indígenas no son conscientes de la gravedad de salud pública que los afecta.

El gobierno del presidente Maduro se resiste a presentar cifras en su afán por silenciar el problema sobre la reaparición de enfermedades como la difteria que hace estragos en las etnias ubicadas en el estado Bolívar, así como la tuberculosis y la malaria esparcidas por todo el país con cuadros graves debido al incremento de la pobreza en Venezuela.

Tampoco hay respuestas por las muertes por desnutrición y enfermedades endémicas que dejaron de ser controladas entre los indígenas venezolanos, impotentes para decidir su suerte y salir del inframundo al que están condenados, en un país con todo el potencial y los recursos para salir adelante.

@damasojimenez