No hay mayor desafío psicológico que conocerse a uno mismo, sin espejos, sin autoengaño y sin la opinión, positiva o negativa de los demás.
El auto-conocimiento solo es posible, de manera progresiva y particularmente a-posteriori. La vida-vivida siempre va por delante al auto-conocimiento.

Solo los hechos y la realidad y nuestros actos, permiten desarrollar nuestra consciencia.
De allí el simbolismo de la imagen de Janus, el dios del tiempo, de la vida y de la historia. Somos un presente, con un pasado y una posibilidad de futuro.
Nuestro pasado, individual y colectivo, está allí, ya realizado, aunque lo interpretemos de manera diversa. Inclusive podemos olvidarlo, pero el pasado existencial permanece, sino como memoria consciente se manifiesta de manera onírica e inconsciente.
Sueños, pesadillas, complejos, traumas, culpas y redenciones, todo está allí, todo permanece.
Amores y desamores, encuentros y desencuentros, éxitos y fracasos, dolores y alegrías, errores y aciertos, lugares y personas, etc.
Igual al hecho cierto, que vamos siendo pasado, solo por estar en el presente, no importa la edad, nos obliga a mirar el futuro, y este por definición es incerteza.
Y por ello la vida es inevitablemente precariedad y búsqueda, de allí la necesidad psíquica de la esperanza, tanto a nivel individual como colectivo.
El tiempo por-venir no está escrito y de estarlo, no lo conocemos.
Evitar o combatir la desesperanza individual o colectiva, es fundamental en nuestra vida personal y social.
Las crisis, como expresión genérica de problemas y conflictos, es la savia de la vida y la historia, pero gracias a ello, es que podemos avanzar.
Ángel Lombardi Lombardi es licenciado en Educación, mención Ciencias Sociales, con especialización en la Universidad Complutense y la Universidad de La Sorbona. Fue rector de la Universidad del Zulia y rector de la Universidad Católica Cecilio Acosta.