La caída del régimen de Bachar al Asaad en Siria tiene para Israel un significado celebrado tanto por las autoridades como por los analistas locales: la pérdida de influencia de Irán en la región, si bien el vacío de poder en el país vecino genera incertidumbre y, sobre todo, temor a que el armamento del régimen caiga «en las manos equivocadas».
«El régimen de Al Asaad era un eslabón central en el eje del mal de Irán: este régimen ha caído», celebraba desde los Altos del Golán, territorio sirio que Israel ocupa desde 1967, el primer ministro, Benjamín Netanyahu, después de haber apostado sus tropas en el área para neutralizar amenazas por parte de los rebeldes.
Israel ha desplegado sus tropas en el área desmilitarizada de la frontera con Siria (pero territorio de este país), para combatir contra los insurgentes que han tomado la zona, incluyendo la capital provincial de Quneitra, asegurando pretender proteger la seguridad de los ciudadanos israelíes del Golán y no estar «interfiriendo en los eventos internos de Siria».
En cinco localidades de la zona desmilitarizada, Israel ordenó a la población permanecer en sus casas a causa de los enfrentamientos.
«Desde anoche, combatimos en cuatro frentes», dijo en una visita a los reclutas de la infantería el jefe del Estado Mayor del Ejército, Herzi Halevi, quien añadía Siria como escenario de las operaciones israelíes terrestres actuales junto a Gaza, Cisjordania y Líbano.
A pesar del silencio total de las fuerzas armadas al respecto, tanto los medios israelíes como los sirios han informado de numerosos bombardeos, algunos de ellos en Damasco, atribuidos a Israel y dirigidos contra posiciones científicas, militares o de inteligencia en Siria.
«En las últimas 48 horas hemos visto los esfuerzos de las Fuerzas del Aire de Israel para neutralizar las amenazas», dice a EFE el analista Nir Boms, que preside el Foro de Investigación sobre Siria del Centro Moshe Dayan de la Universidad de Tel Aviv.
Boms asegura que la caída de Asad, y por tanto de uno de los satélites de Irán en la región, es una noticia positiva para Israel, pero a la vez su país aún necesita asegurarse de que el armamento que deja el régimen tras de sí, incluidos misiles de largo alcance o armas químicas, no llegan «a las manos equivocadas».
El experto dice que, en medio del vacío de poder en Siria, estas armas podrían llegar a manos de los vestigios del grupo proiraní Hizbulá en el país o milicianos islamistas sin control, que pudieran utilizarlas para atacar a Israel.
Relaciones Israel-Siria tras la guerra
«Quién estará ahí, al otro lado», es la otra gran inquietud para Israel de cara a Siria, que ahora tiene que organizar su esquema de poder entre los distintos grupos rebeldes, desde el Organismo para la Liberación del Levante (HTS en sus siglas en árabe), con raíces en Al Qaeda; el Ejército Nacional Sirio, un paraguas de grupos respaldados por Turquía, y otras facciones como los islamistas de Ahrar al Sham, influenciados por los talibanes.
La cara visible de la rebelión contra Asad, especialmente estos últimos días, es Abu Mohamed al Jolani, líder de HTS y fundador en 2012 del Frente al Nusra, la filial siria de Al Qaeda. Ahora, su gestión del «día después» de la toma de Damasco despierta inquietud ante cuál será su deriva ideológica a pesar de tratar de mostrarse como un líder más moderado.
«Muestra un cierto pragmatismo», dice Boms, repitiendo una frase habitual en los últimos días, que se apoya en ella para considerar que la formación de un Gobierno que respete a las minorías en Siria y pueda mantener relaciones positivas con Israel es posible.
La doctora Dina Lisnyansky, experta en islam político, también ve ese «pragmatismo» pero llama a observar la situación con más cautela: «No sabemos qué significa Jolani ahora, tal vez significa paz, pero tendremos que ver».
Una de las posibilidades, dice Lisnyansky, aunque remota, es que se extienda en el país vecino una autoridad con la idea de «liberar Oriente Medio» y de que, tras Siria, pueda llegar Palestina, abriendo un frente constante de presión al este de Israel.
La última pieza del puzle para la analista es Turquía, cuyo apoyo a los rebeldes va de la mano, ahora, con su intento de asumir responsabilidades en Siria de cara a facilitar la transición de poder.
La influencia turca en la Siria de la posguerra, marcada por la creciente enemistad entre Turquía e Israel (en mayo Erdogan cortó relaciones comerciales con el país), plantea un escenario «preocupante» en la frontera noreste del Estado hebreo.
Sin embargo, añade Lisnyansky, de lograr construir una relación positiva con las nuevas autoridades en Siria, Israel podría lograr encauzar su relación con Turquía: «Es una buena oportunidad para nosotros».
EFE