Ángel Lombardi Boscán: Mensaje sin destino

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El presente está solo. La memoria erige el tiempo. Sucesión y engaño es la rutina del reloj. Jorge Luis Borges

La Historia es siempre una promesa incumplida. El enjambre de paraísos perdidos ejerce un atractivo sobre colectividades enteras. Desde el “pueblo elegido” hasta “la patria de Bolívar” o la “riqueza petrolera”. Espejismos mágicos, que los bribones en el presente, desde los cimientos del poder, socavan en beneficio propio.

La deformación del pasado es una ley histórica. Bajo el cumplimiento de la profecía mítica se auto cumplen unas aspiraciones colectivas alrededor de consignas en torno a la “igualdad ante la ley” o la “libertad democrática”. En la práctica, el raquitismo o la robustez del edificio institucional, determinará la validez de esos preceptos.

Lo usual es la deformación emocional del pasado. Los hechos son secundarios. Las impresiones importan mucho más. Nuestra Independencia (1810-1830) es un monumento mítico reducido a una lucha entre el bien contra el mal. Con una paz abrazando rencores y un devenir de guerras civiles con un republicanismo de formas y sin convencimiento real.

Las ideas ceden a los intereses de clase y grupos. Básicamente de tipo económico. El Estado no es la representación del poder establecido sino una instancia de gobierno para el privilegio indebido y el saqueo feroz. Los límites al poder; sus contrapesos; la alternabilidad; el respeto a las leyes y el fomento de la civilidad como proyecto modernizador son rehuidos.

La persistencia de José Tomás Boves sobre Andrés Bello o de José Antonio Páez sobre José María Vargas o del militarismo por encima de las rutinas civilistas llevó a Mario Briceño Iragorry a su “Mensaje sin Destino” (1952). El déficit educativo y cultural muestra la peor cara de la venezolanidad.

“En los distintos ordenes del progreso no hemos hecho sino sustituir un fracaso por otro fracaso, para lograr, como balance, la certidumbre dolorosa de que nuestra educación, nuestra agricultura, nuestra vitalidad, nuestra riqueza misma, viven una permanente crisis de inseguridad y de desorientación”.

Mario Briceño Iragorry se condolía de que la crisis fuese la marca señera de nuestro devenir histórico, aunque sin la resolución de sus principales nudos.

Hoy, setenta y un años después de su “Mensaje sin Destino”, Venezuela sigue sin escuchar al sabio escritor.

DR. ANGEL RAFAEL LOMBARDI BOSCAN @LOMBARDIBOSCAN

Director del Centro de Estudios Históricos de la Universidad del Zulia