Francisco Rojas: Ya llegué de donde andaba.

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Un pasaje de la canción venezolana Amalia Rosa dice: que de Maracaibo salieron dos palomitas volando, que a La Guaira volverán, pero a Maracaibo cuando.


No he sido una palomita, ni nada que se le parezca, pero volví a Maracaibo, sin pasar por La Guaira, pero si por la Goajira colombo venezolana. Volver a ver a aquellos paisajes llenos de resequedad y de animales macilentos de mirada triste.

Vi Paraguachon con su incesante movimiento, donde todos son hermanos desde el goajiro al costeño, pero cuidandose unos de otros, como si no lo fueran.

Si Amaina y Paraguaipoa, nada han cambiado durante mi ausencia, el andar lento del hombre de esas tierras se mantiene y las fachadas de las casas han perdido algo de ese color a sol que las carácteriza.


El río Limon con su Puente y sus aguas dulces que salen al encuentro de las aguas saladas del mar que se han colado en el lago otrora de cristal, anuncian que me acerco a esa ciudad que un día me recibió y me hizo suyo.


Mi ojos se abrieron evitando el sol de la tarde, en aquella urbe que un día dejé para volver en unos días, pero de días pasamos a años y ya no la vi igual.


Me recibe la avenida Goajira, la de la universidad, a mi derecha veo un terreno lleno de monte seco y la soledad de sus campus que ayer albergaban las sonrisas y sueños de jóvenes estudiantes y de prometedores profesores.


Pregunto por los amigos y me dicen que muchos se marcharon hacia lugares de donde tal vez no vuelvan; otros se fueron en busca de paisajes más lejanos que el más allá.

Las calles son las mismas, pero parecen inmóviles, la gente que camina por ellas pareciera no tener destino o no saben donde van.

Tampoco me reconozco cuando trato de reconocer a quien me habla. Se que estoy allí, pero parece que nunca estuve.

Ya no hay saludos, nadie pregunta y los que alguna vez supieron de mi, ahora hablan de temas que desconozco.

Me apena preguntar por algo que me gusta, porque no se su precio y tampoco se como pagar

La que era mi casa ya no lo es y mis libros que tanto quise, ahora habitan en un lugar desconocido donde se comercia con libros usados.


Quien lo vende y quien los compra no sabe cuanto los quise y cuanto dolor me causa haberlos dejado en manos extrañas…


Fui a la radio y allí vi a mis antiguos compañeros, quienes al recibirme recordaron aquellos momentos que nos habían unido. Mas interesados en mi vida presente y si allí donde ahora vivo todos los sueños se cumplen.


Nadie me habló de política, ni de beisbol, tampoco de fútbol.


Tome unas cervezas con un gran amigo en un lugar donde la vendían por tobos.
Fui a Santa Lucía y la gaita que escuché, era la misma , pero la gente que la oía, creo que poco sabia de la misma, por el meneo reguetoneao de las caderas y los pies.

Francisco Rojas