En una entrevista realizada recientemente, el analista Pedro Mario Burelli, ex directivo de Petróleos de Venezuela, expresó sus dudas sobre la salida democrática del régimen chavista, liderado por Nicolás Maduro. Razones tiene, los ataques a la oposición, sus candidatos que participan en las primarias, las constantes violaciones a los derechos humanos, el cierre de emisoras de radio, los hackeos a los medios críticos, las detenciones arbitrarias y amenazas constantes contra sus adversarios, son hechos que evidencian la clase de gente que son y lo que son capaces de hacer.
Las elecciones de presidenciales de 2012 y las legislativas de 2015 demostraron la capacidad destructiva del chavismo porque al saberse perdedores, las manipularon para destruir la poca institucionalidad que existía, situación que favoreció al ilegítimo, Nicolás Maduro, porque ahora imponen el poder a sangre y fuego. Este crítico contexto fundamenta la posición nada positiva de Burelli de ver un escenario con unas elecciones justas y transparentes.
El desprecio por los venezolanos es notable, la declaración del gobierno de Brasil presidido por el corrupto del Foro de Sao Paulo, Ignacio Lula da Silva, agradeciendo el suministro de energía al norte del país mientras en el estado Zulia los racionamientos de electricidad son de 6 o más horas. Tampoco el éxodo de más de 8 millones de venezolanos por todo el mundo, importa, especialmente quienes se exponen a la humillante y peligrosa travesía por Centroamérica. El saqueo de las arcas públicas durante 24 años empobreciendo a la sociedad, es otro hecho que demuestra la valía que tiene para el chavismo, el sufrimiento de un pueblo que perdió su autoestima.
La proximidad de las elecciones primarias a realizarse el 22 de octubre de 2023 llena de ilusiones al 80% de una población que centra sus ilusiones en una victoria de María Corina Machado, ampliamente favorita, abre interrogantes sobre el futuro de Venezuela y sus soluciones, debido a que los controladores del poder son personajes mentirosos vinculados con la corrupción, el genocidio y el narcoterrorismo. La lógica del chavismo es mantenerse en el poder y les importa poco asesinar, robar o burlarse de las necesidades del pueblo.
Quienes centran sus ilusiones en las primarias olvidan la clase de gente que es la nomenclatura chavista. El rol de los Estado Unidos de América durante la gestión de Joe Biden es poco confiable. Los representantes de la administración son inexpertos, aduce Burelli, refiere al consejero de los asuntos de América Latina del Consejo de Seguridad Nacional, Juan Sebastian González, quien se ha convertido en el hazmereir de los lobistas de Washington, pues ha demostrado su inexperiencia y poco conocimiento del problema venezolano, especialmente porque su gobierno ha cedido -sin lograr nada a cambio- eliminando las sanciones de Carlos Malpica Flores y la liberación de los narcosobrinos, Antonio Campos Flores, y Franqui Francisco Flores, los tres sobrinos de la primera combatiente, Cilia Flores.
La estrategia del chavismo es y ha sido siempre, entorpecer los caminos para buscar soluciones a la crisis que vive el país. Sus intenciones son malas, nunca cedieron un ápice en todas las conversaciones que buscaron solventar sus crisis. Ha logrado enquistarse en el poder y cuando la legitimidad de Maduro estuvo en duda, sus asesores cubanos acostumbrados a burlarse de los “gringos y de la comunidad internacional”, le definieron los objetivos para alcanzarla. Lentamente han cerrado el círculo de sus intereses, logrando impunidad, reconocimiento y legitimidad.
La perversión en Venezuela ha logrado un alto grado de penetración, hasta convertir al venezolano en el lobo de los mismos venezolanos. Ya la oposición se diferencia poco del chavismo. A los gurú del análisis económico y político poco les importa el país y hacen correr rumores o justifican acontecimientos en función de quién paga más o -por ejemplo- la eliminación de “las sanciones” porque hay que favorecer a los enchufados y especuladores que poseen bonos de Pdvsa o públicos, sin importar los delitos de lesa humanidad o el saqueo que empobreció al país. En esa corruptela han caído personajes políticos de la oposición que aspiran a comerse un pedazo de la interminable torta petrolera.
A la gran interrogante, en el escenario de una victoria de María Corina Machado, es si el chavismo cederá el poder y quedará expuesto a la condena por su crímenes o los chulos cubanos perderán su vaca lechera que les ha permitido sobrevivir en las últimas dos décadas ¿Es posible que eso suceda?
La otra interrogante es cómo hará MCM para gobernar un país penetrado por el narcoterrorismo liderado por los carteles de la droga mexicanos y las guerrillas de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc) y el Ejército de Liberación Nacional (ELN). El peligro se acrecienta cuando Venezuela pasó de ser un país de tránsito a productor de cocaína, según lo denuncia InSight Crime (octubre 2021). A esto se le agrega la complicidad en este negocio de los militares, cuerpos de seguridad y organizaciones criminales como el Tren de Aragua.
El grado de penetración y destrucción de las instituciones garantes de la justicia y la seguridad en Venezuela son evidentes. Esto se complementa con la complicidad de la sociedad lo que ha facilitado el deterioro de las organizaciones públicas en todos sus niveles, aupadas por el auge de las remesas del exterior, los comportamientos inescrupulosos de quienes se hacen llamar críticos del régimen y la penetración de dineros oscuros originados por la corrupción y el narcotráfico.
De ganar MCM la presidencia en 2024, la otra pregunta es cómo y con quiénes gobernará. La solución de los problemas de Venezuela, contrario a lo que muchos piensan, no es un asunto petrolero. La magia del oro negro atraerá inversiones, pero es el daño espiritual el verdadero reto a solventar. Otro asunto de escaso interés es la construcción del modelo postpetrolero, ejercicio que poco importa porque el país sigue sumergido en el sueño del rentismo y el facilismo.
@hdelgado10