Dámaso Jiménez: De McLuhan al robot periodista

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El periodismo ya había mutado mucho antes de la llegada de la Inteligencia Artificial.

El concepto de “verdad” nunca ha sido una mercancía cómoda y manejable para los negocios y urgió darle cabida a la desinformación como entretenimiento: mucho mejor estructurada imitando los seriados de TV, desarrolla más especulaciones y puede manejarse en estuches de lujo como narrativa. Por encima de las pruebas comprobables, cada poder, institución, organismo y hasta figura pública tiene la suya propia y se aferra a ella.

La verdad (en primetime, en las primeras páginas o en los muros webs) es un producto perecedero, desechable, que puede ser rebatido y desmentido con infinidad de recursos hasta convertir cada particular mentira en verdad sin necesidad de imponer la censura, según la biblia de Goebbels.

Facebook, Instagram y el antiguo Twitter (ahora Xs) se convirtieron durante estos últimos años en gigantescas plataformas donde confluyen con alevosía la información y la desinformación.


Por otra parte el tiempo se encargó de erosionar el modelo de negocio de la información a través de los grandes medios de comunicación, que en su momento lo interpretaban todo: definían status, formas de vida, relaciones sociales, ideología política y la comprensión a conveniencia de la sociedad. Obviamente el modelo se desgastó al igual que la teoría que la sostenía, construida por el filósofo canadiense Marchall McLuhan (1911-1980), y que perduró durante los últimos 50 años del siglo 20 y al menos los primeros 10 años del siglo 21.

El medio no solo dejó de ser el mensaje sino que la ecuación “emisor, mensaje, receptor” fue implosionada desde las redes sociales en una supuesta democratización del espectro de las nuevas tecnologías, en el que se desprofesionalizó el oficio de informar y analizar los hechos basado en la ética y el respeto hacia millones de usuarios.

A nadie le importó, porque por deseo propio cada uno de esos millones de usuarios pudo convertirse en un emisor, o mejor aún, en una multitudinaria plataforma de información verdadera ó falsa, sin línea definida, difíciles de controlar, sin reglas, ni responsabilidades, ni compromisos.

“…cualquiera puede publicar mensajes en las redes, pero no existe una relación de igualdad entre todos los emisores.
Facebook, Instagram y el antiguo Twitter (ahora Xs) se convirtieron durante estos últimos años en gigantescas plataformas donde confluyen con alevosía la información y la desinformación.

Buscar respuesta a las viejas preguntas del periodismo (las 5WH) quedó relegado al olvido infinito. Ahora los redactores convertidos en SEO intentan adivinar el algoritmo secreto de Google y Facebook para lograr un mejor posicionamiento en la guerra de “likes” y seguidores de sus contenidos, que los convierta en referencias competitivas en una industria basada más en la búsqueda incesante de atención desde el escándalo y la miseria humana, así como en el show business instantáneo, que en investigar y ordenar los temas que más nos afectan como sociedad.

Las nuevas torres de Babel

El filósofo Ángel González apunta en su trabajo “McLuhan bajo la lupa” (filco.es) que todo es una falacia: “…cualquiera puede publicar mensajes en las redes, pero no existe una relación de igualdad entre todos los emisores. La hegemonía de los contenidos sigue estando en manos de los grandes poderes, de las grandes cadenas informativas y de los influencers o comunicadores privilegiados, cuyos mensajes tienen un alcance brutalmente mayor que un usuario promedio de las redes. La mayoría solo consume lo que aparece en las redes, y tiene la oportunidad de expresar que «le gusta» tal o cual mensaje, o simplemente «repostearlo», lo que lo convierte más que en emisor en canal de reproducción de los mensajes emitidos por otros”.

Facebook, Instagram y el antiguo Twitter (ahora Xs) se convirtieron durante estos últimos años en gigantescas plataformas donde confluyen con alevosía la información y la desinformación, de tal manera que más que el interés por un suceso nuevo, los verdaderos consumidores de información real prefieren las cuentas que le garantizan la verificación y limpieza de toda especulación y proliferación de “fakes”.

Las plataformas digitales esconden miles de tesoros pero hay que escarbar entre montañas de basura, como en una mina. Sin embargo la mayor concentración de emisión de noticias en Twitter, Instagram, Facebook y YouTube sigue proviniendo de periodistas, políticos, militantes de partidos políticos o gobernantes. Los mismos actores pero actuando su propio monólogo en plataformas distintas.

Como diría el filósofo español Fernando Savater: “El soporte no importa, lo que importa es que no se pierda el periodismo”. El periodista debe seguir organizando y canalizando la estructura de la información, es un trabajo necesario”, aunque muchas veces sea más un sacerdocio que un empleo.

La IA carece de toda ética

Noah considera que siendo la IA el más grande invento de la humanidad, aún los humanos no estamos preparados para enfrentar un fenómeno de tal magnitud.

Yuval Noah, el historiador y filósofo israelí, autor de una controversial trilogía de libros sobre las expectativas de la raza humana (“Sapiens: De animales a dioses”, “Homo Deus: Breve historia del mañana” y “21 lecciones para el siglo 21”) es uno de los firmantes de la polémica carta en la que diferentes exponentes sobre el tema del futuro alertan preocupados por  un poco de tiempo prudencial en los avances de los programas de Inteligencia Artificial.

“Es la primera tecnología de la historia que crea historias, debido a que distintos programas de este tipo tienen la capacidad para elaborar textos, imágenes, videos e incluso música, a partir de ideas que les suministran los usuarios. No se limita a difundir los contenidos que producen los humanos, puede producir el contenido por sí misma”.

Noah invita a quienes estén preocupados por el tema a tratar de imaginar lo que significa vivir en un mundo en el que la mayoría de los textos y melodías, y luego las series de televisión y las imágenes, son creados por una inteligencia no humana. “Simplemente en algún momento no entenderemos lo que significa y eso ocurrirá en los próximos años”.

Noah considera que siendo la IA el más grande invento de la humanidad, aún los humanos no estamos preparados para enfrentar un fenómeno de tal magnitud.

Además del autor israelí, el CEO de X, Space X y Tesla, Elon Musk; el cofundador de Apple, Steve Wozniak; la psicólogo de la Universidad de Deusto, Helena Matute, y otros mil expertos de todo el mundo que firmaron el documento, reclaman una pausa de seis meses en la investigación sobre inteligencias artificiales para dar tiempo a que se regule este ámbito antes de que sea demasiado tarde, ya que en su estado salvaje la IA carece de toda ética para conocer un poco los caminos a lo que nos estamos enfrentando.

A pesar que es un invento del hombre, la mayor preocupación de estos expertos es que estamos ante un invento activo y reactivo que no solo puede cambiar el sistema monetario ó destruir la democracia, sino imponer una narrativa que jamás pueda ser constatada con ninguna otra información y suplantar la identidad de personas en el poder. La frontera entre lo verdadero y falso no podrá distinguirse, dice la psicóloga Helena Matute.  “Si ahora dudamos y hay desconfianza, imagínese cuando ya sea imposible distinguir la realidad de la mentira. El mundo ya comenzó a estar plagado de imágenes y textos falsos”.

El robot periodista ya cubre noticias desde el lugar de los hechos

Con todos los datos a disposición y en vivo, con cobertura nacional, el primer robot periodista presentado por la agencia sudcoreana de noticias Yonhap en 2018, logró sorprender al mundo luego de cubrir los partidos de la Liga Premier inglesa de Futbol con base a frases “pre-redactadas” por periodistas deportivos.

Fue bautizado como “Soccerbot” y podía hacer coberturas en tiempo real y redactar sin intervención humana.

Aunque le faltaba “burdel”, como diría mi recordado amigo el poeta Hugo Figueroa Brett, a la hora de escribir sobre las vivencias humanas requeridas para ser un maestro de la pluma, no cabe duda que el nuevo mundo está dispuesto a dejar que una máquina escriba los artículos y lo hace en tres pasos a saber: recolección de datos, redacción de oraciones, y revisión ortográfica y gramatical, con un software capaz de reorganizar la estructura del texto y un programa que recolecta datos de hasta cinco fuentes diferentes para desechar la información incorrecta y contar con un algoritmo que le permitía una edición perfecta con tecnología de punta, capaz de redactar un artículo en tan solo pocos minutos.

No es el único experimento de periodista no humano que se abre camino. De hecho se hace cada vez más cuesta arriba para las generaciones que hasta hace pocos años expusieron su vida y profesionalismo a la búsqueda, escritura, producción y edición del proceso periodístico, competir con el hecho de que el futuro de la información será un proceso experimental hacia los robots periodistas o “journalistbot”, convertidos en una tendencia emergente.

Poco después en 2019, una agencia de noticias japonesa logró tener la exclusiva de la muerte del hermanastro del dictador de Corea del Norte. No lo obtuvo gracias a un “pitazo” de algún agente de inteligencia retirado y misterioso al estilo de “garganta profunda”, el personaje más importante del Watergate de hace 51 años. Pues no, fue gracias a la IA. La agencia japonesa utilizó la IA para filtrar la información que circulaba entonces por las redes sociales, con lo que lograron adelantarse 40 minutos a los medios tradicionales con esfuerzo humano.

Gracias a la IA la agencia AP pasó de producir 300 artículos financieros por trimestre a casi 3.700, cubriendo más datos de cada vez más compañías. Un tercio de todo el contenido que publica la agencia Bloomberg News sobre los automatizados temas financieros y de bolsa son realizados por esta nueva tecnología.

¿Que la IA sustituirá por completo al periodista humano en trazar el panorama de la información?

Podemos ser cautelosos pero no perder el optimismo. La lectura desde la experiencia humana seguirá siendo importante, (mientras los humanos mantengan el poder como sociedad libre en el planeta tierra), pero si no estamos alertas podría ser la máquina la que decida por nosotros el qué, quién, dónde, cuándo, cómo y por qué?

@damasojimenez