Hago un paréntesis en hablar de la primaria, cada vez más amenazada por mecanismos bastardos, desarrollados por el gobierno y sus “agentes” y que pudieran convertirse en el error más grande del régimen.
Pero, en esta nota, voy a referirme a la excelente nota de Martin Caparrós, publicado en “El País” de España y titulada “Argentina se cree dulce de leche”. Quien, sin lugar a dudas, es uno de los mejores cronistas del continente, dice que Argentina: “…que suele jactarse de récords y más récords, ha conseguido uno sin par, que incluso sus competidores reconocen: es el mayor fracaso de este último siglo”.
Esta nota se detiene en esta apreciación, pues, creo que Caparrós debe reconocer, que semejante “honor” tiene Argentina que compartirlo con Venezuela, en eso de ser “El mayor fracaso de este siglo”.
Y, es que, en Venezuela, al igual que en Argentina, como dice Caparrós, también las cosas siempre son distintas.
Por ejemplo, solo para desempolvar una cuestión que solo, en el continente, se ha dado en Venezuela: En mucho menos de un siglo, gracias a la renta petrolera, Venezuela pasó de ser país rural, pastoral, bucólico, macilento, palúdico y tuberculoso, a ser un país urbano, sin el trauma vivido por otros países de la región cuya transformación de rural a urbano fue mediado por amplios derramamientos de sangre.
Venezuela vivó ese proceso de transformación, arriba descrito, sin disparar un solo tiro. En la base de esa transformación esta la renta petrolera, esa cosa que no nos costó mucho trabajo, y que determinó, que después de la resaca del año nuevo, nosotros despertábamos el 1 de enero de cada año, obviamente que “enratonados”, con una reserva de miles de millones de dólares en nuestras reservas sin haber trabajado, ni sudado, un solo día de trabajo en el nuevo año.
Venezuela era así el modelo de la modernización. Y, qué nos pasó, para que aquel país que se había modernizado en poco tiempo: extraordinaria infraestructura, saneado de enfermedades que durante mas de un siglo diezmaba a su población, democratizado su sistema educativo en todos los niveles; cuyas expectativas era llegar al primer mundo, era comparado durante los 60 y 70, por ejemplo, con países como Noruega, presente hoy la imagen deplorable de un país deshilachado, que ha perdido el 60 % de su PIB, una cuarta parte de su población, casi 8 millones de sus habitantes, ya no está en el país, ha huido para no morir de mengua, que los que se quedaron sufren porque la inflación, una de la más alta del mundo, que le impide acceder a lo mínimo indispensable para mantenerse sana, que su salario mínimo no llega a los 8 dólares y podemos seguir indagando en cifras que hacen “méritos” para compartir con Argentina el “honor” de ser de los países que han experimentado “el mayor fracaso del mundo en este siglo” (creo que también en los venideros)
Presumo que, entre otras cosas, que la modernización experimentada, a punta de petróleo, no fue acompañado de un proceso de modernidad y en lugar de la razón moderna e instrumental, que caracteriza a las democracias modernas, el país a pesar de las apariencias, siguió articulado por aspectos premodernos, que desarticuló, mediante la oferta populista y redentorista de Chávez, el proceso que ya se había iniciado en 1959. Obviamente, con la colaboración de las elites dominantes entonces, que facilitaron la cancelación de la democracia. Ellas mismas se hicieron de la nueva narrativa y, también, la llamaron “puntofijismo”
Caparros, en su nota señala que el conseguirá a alguien que, aunque difícil, por lo confuso, le explicará a la Argentina.
Nosotros, en cambio, no hemos buscado a nadie para que nos brinde una explicación de lo sucedido. Lo hemos hecho, como de costumbre, a través de nuestra mejor y limpia arma, el humor.
Así que solemos contar el viejo chiste, que lo han hecho suyo cada país latinoamericano también, es aquel que dice que: Dios nos dio riquezas de todo tipo: petróleo, oro, materiales raros, paisajes únicos en el planeta, tierras fértiles, etc. y, entonces, Dios para no hacer un mundo tan desigual, dando tanto a Venezuela y tan poco a los demás, puso como gerentes de semejante riqueza a los adecos y copeyanos para que lo arruinaran. El chiste lo hemos cambiado un poco y le hemos introducido una variante: pero, como los adecos y copeyanos, no lo lograron del todo, a pesar de sus esfuerzos, nos envió a los chavistas que esos si han sido capaces de haber destruido al país más rico del continente, a despecho de la Argentina de Caparros, y han provocado la crisis que todos estamos padeciendo y que todos la conocen.
Caparrós dice que a pesar de las evidencias del fracaso argentino que, de ser el país más rico a principios del siglo XX, hoy vive la más absoluta degradación, los argentinos que “se van a la mierda”, siguen simulando y disimulando (tener lo que no tienen y no tener lo que tienen) y se creen “un país dulce de leche”
Los venezolanos también tenemos evidencias del enorme fracaso que hemos tenido, pero, simulamos y disimulamos y seguimos creyendo que somos el país más arrecho del mundo.
@enderarenas