El PP obtiene más bancas que el PSOE en elecciones españolas pero no alcanza la mayoría para formar gobierno

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Con el 90% de los votos escrutados, el PP logró superar al PSOE en cantidad de bancas y lograría 136 diputados, frente a 122 del oficialismo.

Una batalla parecida la disputan por el tercer puesto Sumar, la plataforma izquierdista heredera de Unidas Podemos, y Vox, el partido de ultraderecha, que se imponía por un breve margen, ya que obtendría 33 diputados por 31 de Sumar. Estos datos representan una caída muy importante del partido liderado por Abascal, que obtuvo 52 escaños en las últimas elecciones, en 2019. Por su parte, el descenso de Sumar sería más leve, ya que entonces logró 35.


La llegada de los datos reales ha transformado el estado de ánimo de las sedes de populares y socialistas, pues poco tienen que ver por lo anticipado por los sondeos, ya sea los de boca de urna hechos hoy mismo, como los realizados durante la campaña. Estos pronósticos auguraban que probablemente Feijóo podría alcanzar la mayoría absoluta de la mano de un pacto con Vox, un escenario que luego parecía prácticamente difícil con los resultados.

Si se confirman estos números, España caería un bloqueo: ninguna de las fuerzas alcanzaría la mayoría con ninguna coalición posible. De materializarse este escenario, estas elecciones habrán sido menos excepcionales de los esperado: en las dos últimas contiendas, en 2015 y 2019, ya hubo una repetición electoral.


A pesar del sabor agridulce que está dejando la noche electoral, el PP ha logrado una mejora sustancial de sus resultados, pues en 2019 obtuvo solo 89 diputados. Ahora bien, las valoraciones en las noches electorales vienen marcadas por las expectativas, y las del PP eran de una gran victoria, no un empate con el PSOE. Por su parte, el partido de Sánchez también mejora registros, sumando unos diez diputados, un efecto de la polarización de la campaña.

La contienda se perfiló como una encarnizada lucha entre dos bloques, el de la izquierda, formado por el PSOE y Sumar, y el de la derecha, integrado por PP y Vox. Sin embargo, mientras Sánchez y Yolanda Díaz, vicepresidenta del gobierno y candidata de Sumar, exhibieron su sintonía durante la campaña, la relación entre Feijóo y el líder de Vox, Santiago Abascal, era mucho más ambigua. De hecho, en la última semana de campaña, Feijóo pidió a la ciudadanía una amplía mayoría para no tener que depender de ningún “extremismo”.

Participación
Según la Junta Electoral, la participación final fue de 70%, una cifra en línea con la media histórica en las elecciones generales. Según los analistas, la participación estaba llamada a ser una dato clave en unos comicios inéditos, ya que nunca antes se habían convocado elecciones generales en plena canícula, con medio país en la playa. En teoría, la actual legislatura debía culminar en el mes de diciembre, pero de manera inesperada el presidente Sánchez decidió convocar elecciones avanzadas después del descalabro progresista en las urnas en mayo.


En buena parte, aquel resultado se explicó por la desmovilización de una parte del electorado progresista, pues la participación a nivel estatal fue de sólo del 53%, pero fue aún más baja en algunos feudos socialistas. De ahí que el principal objetivo del PSOE en la campaña fuera activar a sus votantes avivando el miedo a la entrada de la “extrema derecha” de Vox en el Gobierno de la mano del PP, tal como sucedió en diversas autonomías y cientos de ayuntamientos tras las elecciones locales.

Si se compara con los datos de la última contienda, la evolución de la participación fue irregular. Mientras a las 14, la participación se elevaba al 40%, casi tres puntos más que en 2019, a las 18, era del 53%, cuatro puntos menos. A esa hora, los accesos a las grandes ciudades, como Madrid y Barcelona, sufrían grandes atascos, con muchos ciudadanos tratando de llegar antes de la hora del cierre de las urnas, a las 20. La participación caía especialmente en Cataluña, más de 10 puntos, donde una parte del independentismo ha apostado por abstenerse como medida de protesta.

La jornada electoral transcurrió sin mayores incidentes. Quizás el principal fue una avería en la línea de tren de alta velocidad entre Valencia y Madrid que dejó bloqueadas a más de 5000 personas. Algunas de ellas acudían a su lugar de origen para poder votar, lo que provocó algunas escenas de caos y tensión en las estaciones de las dos ciudades. “Renfe ha movilizado trenes y 2000 de los 3500 afectados hasta ahora ya están viajando. Tenemos todos los medios activados para garantizar la movilidad”, escribió en su cuenta de Twitter la ministra de Transporte, Raquel Sánchez.

La campaña electoral, que en España tiene una duración de dos semanas, fue una especie de montaña rusa para los dos principales aspirantes. Sánchez la inició de manera decepcionante, con una contundente derrota en su cara a cara con Feijóo, el único de la campaña. El debate televisivo cortó de raíz el relato de remontada que promovía la Moncloa. No obstante, los errores de Feijóo en la última semana, en la que se habló de su antigua amistad con un narcotraficante, volvieron a insuflar ánimos en las filas socialistas.

En un país que está recuperando el crecimiento económico después de ser uno de los más golpeados por la pandemia -el desempleo se sitúa en el 13%-, la economía ocupó un lugar secundario. La cuestión de los pactos postelectorales fue el que monopolizó el debate público. Mientras Sánchez alertaba del peligro de “entrar en el túnel tenebroso del pasado”, y lo que ello podría representar para los derechos adquiridos por las minorías y las mujeres, Feijóo le recriminaba sus pactos con los partidos nacionalistas periféricos.

Ricard González