José Aranguibel: ¡No son las de Cupido sino «flechas» Yukpas!

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«La violencia jamás resuelve los conflictos, ni siquiera disminuye sus consecuencias dramáticas». Juan Pablo II

Usted no se sonroje ni piense que por este intermedio algún viejo amor, empate o quien pudo ser su otra costilla le envía un mensaje. Nada de eso, no es Cupido el Dios del Amor, ni nadie que en su pasado lo «flechó» y le aceleró a usted la respiración y lo hizo exhalar, sacándole muchos, incontables y demasiados suspiros. Las flechas que me preocupan son las que han desempolvado los Yukpas de la Sierra de Perijá que amenazan con comenzar a dispararlas en todas direcciones.

El tema de la rebelión de un sector de éstos aborígenes de la Sierra de Perijá que habitan del lado venezolano y colombiano, respectivamente, identificados como Yukpa, término que significa indio manso, provocó un verdadero caos, desesperación, angustia y un corricorre en y los alrededores del Puente Sobre el Lago de Maracaibo, donde estos hombres y mujeres de diminuta estatura y contextura delgada, llamados pueblo originario, habían cerrado hasta cuando escribía este artículo, no solo una, sino tres veces la circulación o paso vehicular por el sesentón coloso que une a ambas orillas del Lago de Maracaibo.

Si han tenido o no razones para paralizar el tránsito de vehículos de todo tamaño, marca o modelo por la majestuosa estructura que sigue dormitando el sueño de los justos, esperando que la Revolución Bonita reinicie los trabajos del Nigale, —en teoría un chiste de mal gusto—, lo cierto es que la acción de los Yukpas puso en peligro la vida de muchas personas en ambos sentidos, que esperaban atravesarlo para llegar a tiempo a un centro asistencial a una consulta, examen clínico, quimioterapia o ser atendido por una emergencia de cualquier tipo.

En tanto, en la cabecera del puente General Rafael Urdaneta funcionarios de la PNB y GN, cuál convidados de piedra, no actuaron para despejar la tranca, quizá porque alguna orden de muy arriba lo prohíbe, no así cuando en otras circunstancias estudiantes universitarios o a quien se le ocurra llegar a ese espacio, no ha tenido la suerte ni le permien pisar o caminar por el negro y supercaliente asfalto con la intención de cerrar esa vía en protesta por la situación de sus centros de estudios o de la crisis del país, recibiendo en cambio bombas lagrimogenas con «gas del bueno» y rolazos parejo.

La notoriedad de los Yukpas de estás últimas semanas es complementada con otras acciones que éstos venezolanos, también víctimas de la extrema pobreza y miseria, han protagonizado en estaciones de servicio para hacerse de combustible que venden en pimpinas a plena luz del día y a la vista de todos en la vía a Perijá, donde además han protagonizado escenas violentas contra vehículos que son sometidos, a las buenas o malas, a pagar un impuesto, matraca o a bajarse de la mula si desean circular en esa troncal por distintas razones. Lo triste y lamentable es que las «autoridades» militares y policiales no actúan en favor del ciudadano, a pesar de un mandato constitucional que garantiza el libre tránsito que sabemos está escrito, pero es sólo letra muerta, –el papel aguanta todo–, prefiriendo en la práctica imitar a los tres monitos del washapp que siempre están ciegos, sordos y mudos. Es Vox Populli que muchos han perdido carga de alimentos, medicamentos o tiempo de viaje, sin decir el daño a vehículos por la agresión con la que actúan los Yukpas cuando exigen que debe pagárseles un peaje en alguna de las extorsivas alcabala que levantan con troncos, piedras y obstáculos de cualquier tipo.

Los Yukpas en su reclamo extraoficial han denunciado que desean llegar a Caracas a llevar y vender dos mil piezas de su artesanía que han valuado en 90 míl dólares que el gobierno debe pagarles. No es raro, extraño o casual que «alguien pesado» les hizo esa promesa y ellos ahora están «cobrando» el cumplimiento de la palabra. Lo cierto es que a ésos venezolanos buena parte de la sociedad puede verlos como revoltosos, violentos y abusadores por el empleo de sus métodos de reclamo, en tanto otros coinciden que su lucha tiene razón, cuando reclaman airadamente mejoras de la vialidad donde viven cultivando y poniendo a producir la tierra, además que sus peticiones incluye la atención medica, educativa, dotación de viviendas, servicio de agua, eléctrico y la entrega de insumos y créditos agrícolas, entre otros.

Lo revelador de este movimiento reinvindicativo es que nos dice algo muy cierto y es que los Yukpas y otras etnias de carne y hueso, están cansados como el resto de los venezolanos de la mala calidad de vida en un país que sufre una megacrisis socioeconómica por la malísima gerencia del gobierno revolucionsrio, que también afecta sus derechos humanos. Además, esta vez quedó al descubierto que los «líderes» revolucionarios de origen étnico en el estado Zulia, tienen poca o ninguna ascendencia sobre éstos indígenas y más bien lo develado indica que toda la verborrea, palabrería o labia en «favor» de sus paisanos el viento se las llevó. En pocas palabras sus condiciones de sobrevivencia son las mismas o peores que hace 25 años cuando llegó la Revolución Bonita y les prometieron villas y castillos, solo faltando que les ofrecieran bajarles las estrellas en una nación que como la nuestra, contradictoriamente, es rica y su gente demasiado pobre.

Ya vemos que han llegado al estado Zulia figuras del alto gobierno a «ofrecer» soluciones a esta crisis de una de las etnias y a tratar de bajar los ánimos caldeados de hombres, mujeres, jóvenes y ancianos que la desesperanza los obligó a bajar de la serranía perijanera para hacer oír su voz, mientras otros mantenían trancas en la vía Machiques-Colón, sin violencia, según dijo el cacique mayor Jesús Peñaranda, graficando verbalmente los problemas que a ellos los afectan y dando a entender que están cansados de promesas que el gobierno no les cumple. Este líder Yukpa muy expresivo y coherente en sus palabras hizo gala de un mensaje serio que a buen entendedor en lenguaje coloquial significa que no desean seguir hablando con los payasos, sino con el dueño del circo. ¡Amanecerá y veremos!.

José Aranguibel Carrasco