Después de que su esposo sobreviviera a un incendio que mató a decenas de migrantes en un centro de detención en el norte de México, la venezolana Viangly Infante cruzó el sábado a Estados Unidos en busca de nuevas oportunidades para sus tres hijos.
El esposo de Infante, Eduard Caraballo, fue trasladado en ambulancia desde un hospital de Ciudad Juárez, donde ocurrió el incendio, a un centro de salud en El Paso, Texas, donde está recibiendo oxígeno por daños en sus pulmones.
El lunes por la noche estalló un incendio en un centro de detención administrado por el Instituto Nacional de Migración (INM) de México, que mató a 39 migrantes de Colombia, Guatemala, El Salvador, Honduras y Venezuela y obligó a las autoridades mexicanas a prometer duras consecuencias para los responsables.
«La tormenta ha pasado», dijo Infante, de 31 años, mientras contenía las lágrimas mientras caminaba hacia el vehículo que la llevaría a un centro de migrantes en El Paso. Llevaba a su pequeña hija en brazos y estaba flanqueada por sus dos hijos de 12 y 13 años.
Al igual que millones de personas, la familia decidió huir de la crisis económica y política de Venezuela y partió hacia los Estados Unidos en octubre pasado en un viaje que los llevó a través del infame Tapón del Darién, una jungla enmarañada que separa a Colombia y Panamá y que es conocida por ser una de las Las regiones más peligrosas de América Latina.
La familia había llegado a Ciudad Juárez justo antes del año nuevo, pero solo Caraballo logró cruzar a Estados Unidos. Regresó a México en febrero después de que su hija enfermara, y luego las autoridades de la ciudad lo detuvieron la semana pasada y lo trasladaron al centro, donde casi muere en el incendio.
Las autoridades mexicanas cerraron el centro de detención y arrestaron a cinco personas por la muerte de los migrantes, incluido personal del INM, un agente de seguridad privada y un venezolano acusado de iniciar el incendio.
En los días posteriores al incendio, el gobierno de Estados Unidos anunció que ayudaría a los afectados, siendo la familia de Infante la primera en recibir ayuda.
«Por un tiempo pensé que no lo lograríamos, pero gracias a la ayuda de Dios y de las organizaciones (internacionales), estamos aquí», dijo Infante a Reuters.
Reuters/ Lisbeth Díaz