El presidente colombiano inaugura su Conferencia Internacional con el objetivo de acercar al régimen chavista y a la oposición venozolana de cara a las elecciones que se celebrarán en el país en 2024.
Lo sucedido con Juan Guaidó, convertido en improvisado e incómodo telonero, así como las exigencias gansteriles de Nicolás Maduro, augura un camino largo y tortuoso a la Conferencia Internacional sobre Venezuela, organizada por Gustavo Petro.
El mandatario colombiano, que en su discurso inaugural aseguró que ya no existen dictaduras en América, ignorando las de Cuba, Nicaragua y Venezuela, pretende que los delegados de la veintena de países invitados acerquen al régimen chavista y la oposición de cara a la celebración de elecciones libres en Venezuela el próximo año.
«La historia de América Latina está en manos de nuestros pueblos. Lo que acontece en Venezuela, en Colombia, en el Perú, donde indígenas van cayendo en las calles, muertos y asesinados, puede marcar un camino que va hacia la guerra o podemos reconstruir el camino de la paz y la democracia y profundizarlo», dijo Petro al abrir el encuentro, celebrado en el Palacio San Carlos de Bogotá, sede del Ministerio de Exteriores.
Además de volver a pedir que Venezuela retorne al sistema interamericano de Derechos Humanos, señaló que son las sanciones económicas, impuestas a la dictadura chavista desde 2015, las responsables de la oleada de migrantes del país vecino, idéntica a la tesis que mantiene Nicolás Maduro.
«La sociedad venezolana no quiere ser sancionada, pueblo con hambre, huyendo del hambre, de la miseria. No puede América ser un espacio de sanciones», adujo. Reiteró que deben levantarse a medida que se vayan dando las garantías electorales.
También defendió que sean «los venezolanos los que deben decidir lo que quieren», sin presiones internas ni externas.
Aunque Petro no mencionó los pecados del régimen chavista, le tendió la mano y sostuvo cuatro encuentros previos con Maduro en Venezuela, no parece probable una pronta reanudación del diálogo en Méjico, roto en noviembre de 2021 tras la detención de Alex Saab.
El eterno inquilino de Miraflores y el presidente de la Asamblea Nacional, Jorge Rodríguez, parecían empeñados en poner obstáculos, insalvables a simple vista, pero que deberán estudiar los delegados de Estados Unidos, Noruega, Reino Unido, España o la Unión Europea, entre otros asistentes.
«Escuchen bien, presidente Petro, canciller Leyva y representantes de los gobiernos que van a la Conferencia Internacional. Si alguien de ustedes quiere que las negociaciones políticas entre la oposición y el chavismo de Venezuela vuelvan a México, solo tienen que hacer algo», clamó Maduro en tono chulesco. «En el comunicado oficial que ustedes aprueben, pongan la exigencia de que el Gobierno de Estados Unidos deposite los 3.200 millones de dólares secuestrados en las cuentas bancarias para el plan social firmado en México en noviembre. Sencillito».
Rodríguez, por su parte, agregó al listado el «levantamiento de todas las sanciones ilegales, ilegítimas, en contra de Venezuela. El dinero de Venezuela, que está robado, secuestrado, el oro retenido ilegalmente en Inglaterra, los dineros en bancos europeos, las utilidades de Citgo, tienen que ser devueltas. En tercer lugar, que cesen las políticas de ataques a través de aventuras judiciales en Estados Unidos o la Corte Penal Internacional, porque afecta a nuestros líderes más importantes. Por último, que se dé la libertad inmediata de nuestro diplomático, Alex Saab».
En realidad, Saab es un corrupto empresario colombiano, socio y presunto testaferro de Nicolás Maduro y otros miembros de su Gobierno, señalado de hacerse multimillonario con contratos de alimentación destinado a los pobres venezolanos, que nunca llegaron a sus mesas, y otros negocios oscuros. Le nombraron diplomático cuando le detuvieron, con la esperanza de que gozara de impunidad y no revele sus muchos secretos financieros.
También cabe anotar que en la reciente purga del sector que encabeza el ex ministro Tarek El Aissami, detuvieron a varios de sus colaboradores por haberse apropiado, presuntamente, de un monto similar al que ahora reclama Maduro a Estados Unidos: tres mil millones de dólares de la venta de petróleo de PVDSA. Pero la cifra apropiada sería superior, según diversas fuentes. Podría ascender hasta los veinte mil millones.
«La Cumbre no pareciera que va a llegar a buen término. Gustavo Petro no es un actor imparcial, como lo es Noruega. Está posicionado en un lado de la balanza. Y la Plataforma Unitaria no representa a toda la oposición y ni siquiera está completa en Méjico. Voluntad Popular, de Juan Guaidó, por ejemplo, no asiste, ni el partido de María Corina Machado, ni otros precandidatos presidenciales», dice a EL MUNDO el analista político venezolano, Walter Molina. «Y el régimen chavista no tiene disposición a dialogar, patean una vez más el tablero para no sentarse a negociar. Hacen peticiones que son imposibles y que suponen blanquear el régimen. Piensan que tienen la fuerza para no sentarse, que cuentan con aliados internacionales como Petro».
Antes de su precipitada salida de Colombia, Juan Guaidó puntualizó sobre la Conferencia que su «expectativa es sencilla: que los países hablen en nombre de los derechos humanos de los venezolanos, que alcen la voz, esa que Maduro me quería quitar».
Desde Bogotá Salud Hernández Mora / El Mundo-España