En 1812, durante la caída de la “Primera República”, narra el psiquiatra e historiador, Francisco Herrera Luque, se confabularon los mantuanos contra el mismísimo generalísimo, Francisco de Miranda, al punto, se especula, que en dicho complot, estuvo involucrado el inmaduro coronel Simón Bolívar. Cargo de conciencia que, el posterior libertador, llevó a su tumba.
En su obra Manuel Piar, caudillo de dos colores (1987), Herrera Luque, a través de su historia fabulada, refiere a los episodios que caracterizaron aquel trágico momento de la vida de Venezuela, ocurrido entre 1811 y 1812. Desmonta las patalogías de una élite mantuana, que poco interesada en la gesta liberadora ante el yugo español, lleva a traiciones, egoismos desenfrenados y poco interés por la patria.
Narra el polémico pisiquiatra-historiador, las debilidades de personajes reivindicados por la historia clásica, bajo la óptica militarista y mesiánica, y cómo se dio la traición al generalísimo, solo por el interés de los mantuanos por garantizar sus propiedades y privilegios. Esta extrapolación de este turbulento eposidio, demuestra la involución política y social –principalmente- de la sociedad, que en el siglo XXI repite ciertos patrones patológicos, para que sus elites mantengan sus intereses intactos.
La desunión y el egoismo histórico, vuelven a repetirse. El comportamiento visto, por la opinión pública, en los ùltimos meses, de los líderes del Grupo de los 3 (Acción Democrática, Un Nuevo Tiempo y Primero Justicia), confirma las razones para sustentar que las desgracias ocurridas en los últimos 23 años, son resultados de las complicidades de la sociedad, de su pasividad ante la corrupción y violación de sus derechos, y de su vida dadivosa replegada totalmente a las decisiones de un Estado petrolero, que la controla en todas sus aristas, desde el empresario hasta la gente común de cualquier barriada citadina.
Esa irresponsabilidad y falta de compromiso social, la expresa el sociólogo de la Universidad del Zulia, Miguel Ángel Campos, en su trabajo en Prodavinci “La clase media no hizo su trabajo” (11-12-2022). El autor en su ensayo, “El Barroso, una biografía inconclusa”, escribe que hace cien años, un 14 de diciembre de 1922, del pozo Barroso, ubicado en Cabimas-estado Zulia, Venezuela, emanaron entre 800 y 900 mil barriles diarios, un hecho que incrustó al paìs, por obra de la naturaleza, en la dinámica mundial.
Ese hecho fortuito, generó consecuencias en una sociedad atrasada, rural, deformada en su estructura como país y regida por el dictador, Juan Vicente Gómez. La cultura del petróleo empieza por la economía y termina en la sociología, pasando por la antropología , aclara Campos, aunque lo ocurrido con el Barroso, los venezolanos “aún no entienden que ese hecho estremeció al planeta”. Mucho menos pueden interpretar lo planteado por Miguel Toro Ramírez, en la antinovela del petróleo, Señor Ravel (1934), en la que interpreta su dinámica de relación con el poder, la economía, produciendo un modelo de bienestar, el problema de las virtudes, la moral y la corrupción. Plantea la idea de su perversa influencia.
Al referir a la irresponsabilidad social, el investigador de LUZ aduce que El asunto no fue, ni está resuelto. Es decir, el impacto cultural del petróleo ha debido servir para reinterpretar los esquemas de la sociedad: la convivencia, las relaciones con el poder, no sólo con el poder público sino con el concepto de bienestar. Todo eso debió ser remodelado para integrar elementos menos elementales, menos básicos, menos primitivos. Eso no ocurrió. Eso lo ha podido generar el petróleo, pero la sociedad, a través de su clase media, debió hacer esa tarea y no se hizo. Ella siguió el horizonte de la economía, con un concepto de bienestar errado, que no fecundó con elementos de expectación distinta, como la estabilidad política, el ejercicio de la justicia, arte y la cultura. Eso no ocurrió y actualmente hay menos posibilidades de que eso ocurra.
Los hechos de la Venezuela actual responden a esos errores históricos y estructurales generados por un modelo aberrante que se niega a morir; también, es cierto que no se vislumbra una propuesta que permita superarlo, tal como lo hizo Rómulo Betancourt, en el 59, con su democracia contrapuesta a la dictadura. Los vicios esgrimidos por el régimen y los partidos arrastran esas fallas que les impiden crear las bases de una nación integrada a los beneficios del mundo del siglo XXI.
Las secuelas de las acciones de Donald Trump y Juán Guaidó, las explica el columnista, Gustavo Coronel (cuartilla10.blogspot y venezuelausa.org 4-12-2022). Dice que las sanciones debilitaron al régimen, pero que éstas no sacaron del poder a Maduro porque el trabajo interno (desobediencia civil), que debía realizar la sociedad y la oposición, no se hizo. Aclara, que la crisis humanitaria no es solo material, sino que abarca las limitaciones a la libertad, el control de las instituciones y la destrucción de la esperanza y la autorrealización de la población, especialmente los jóvenes.
A diferencia de la gestión de Henry Ramos Allup (Acción Democrática 2016-2017) y de Omar Barboza (Un Nuevo Tiempo 2017-2018), Guaidó sacó de su “estado de confort”, al régimen de Nicolás Maduro. Apoyó su desconocimiento, las órdenes de captura contra él y algunos miembros de la nomenclatura chavista, denunció la corrupción y violacición de los derechos humanos, y cortó el financiamiento internacional que oxigenaba al chavismo a través de los bonos de deuda. Si lo hizo bien o no, será el juicio valorativo que hará el pueblo venezolano.
Del acto de desconocimiento a Guaidó, por parte de la jauría de alacranes, según el jurista Asdrubal Aguiar, se desprenden graves irregulares legales porque la figura de la presidencia interina está avalada constitucionalmente, dada la ilegitimidad como se reeligió al dictador, Nicolás Maduro, y todas las instancias electorales, legislativas y judiciales que lo avalaron. Se deduce, entonces, que el acto del G3 es violatorio de la norma y su intención final es “echarle garra a los recursos extranjeros (el oro depositado en Inglaterra, por ejemplo) administrados por la AN-2015.
Como en la caída de la Primera República, aún prevalecen los intereses grupales y la defensa de negocios y privilegios. También se demuestra que la involución política, social y económica, aún con el gran torrente de recursos provenienes del petróleo, no garantizó que Venezuela dejará atrás sus patologías primitivas (expuestas por Herrera Luque en varias de sus obras como Los Amos del Valle o la Huella Perenne) que impiden potenciar a la sociedad y ser un cuerpo de verdaderos ciudadanos que asuman sus compromisos individuales e institucionales para generar las condiciones verdaderas de bienestar, como lo escribe Ramos.
En el período democrático, los resultados fueron casi inerciales (renta petrolera, educación y estabilidad política), pero la necesaria transformación social no se dio, en eso coinciden Herrera Luque y Campos con sus visiones particulares. Y es esa involución, la que demuestra que los factores de poder son los mismos, solo cambian las modas y formas de vestir, como lo decía el historiador Ramón J. Velásquez, cuando analizaba la obra Los Amos del Valle. La muestra de esta útima apreciación, la ratifican los banqueros de “abolengo”, responsables del saqueo del país de la mano de la nomenclatura chavista.
El confuso escenario creado por los nuevos alacranes de AD, UNT y PJ, le darán mayores posibilidades de control y coronará al dictador Nicolás Maduro, quien ahora con la botija llena, se atornilllará más al poder, continuando con el festín de la corrupción y de manipulación de una nueva realidad, como lo decía recientemente el periodista zuliano, Alirio Rodríguez, con gente acostumbrada a soportar servicios públicos deficientes, aceptar míseras pensiones, al “matraqueo”, la escasez de combustible, etc.
Es el momento para que personajes políticos como María Corina Machado -entre otros- reorienten su inoperante discurso político, y pasen del qué hacer, al cómo hacer, para retormar la senda de la democracia, fundamentada en la responsabilidad ciudadana, en la institucionalidad y el Estado de derecho. El accionar del G3 los justificará, más cuando se presagia que el supuesto candidato opositor, saldrá de sus entrañas de manera negociada y no escogido por las bases.
Lo ocurrido hoy con Guaidó y la alianza G3-régimen, fue un presagio de la frase expresada por el usurpador, Nicolás Maduro, aquel 16 de enero de 2016, ante la legítima Asamblea Nacional (2015), cuando reconoció a su entonces presidente, Henry Ramos Allup, de Acción Democrática, “como jefe y líder político de la oposición» (El Mundo 16-01-2016). La palabra escrita no se la lleva el viento, es testiga fiel y silente de la historia.
@hdelgado10