En medio de una pomposa alfombra roja, fuegos artificiales, la firma de decenas de acuerdos comerciales y una extravagante expresión de amistad, el presidente de China, Xi Jinping, fue recibido en Arabia Saudita en un viaje que ha desatado comparaciones por el fuerte contraste del trato que se dio al presidente Joe Biden en la región meses atrás.
A diferencia de los homenajes y convites para el mandatario chino, cuando el estadounidense viajó a Riad, la capital del país árabe, el verano pasado, no se dieron los agasajos tradicionales entre dos socios de larga data.
No hubo la fanfarria ni los bailes de espada ni las bolas iluminadas de cuando Trump visitó el reino en 2017.
El príncipe heredero Mohammed bin Salman se mostró serio y apenas se saludaron con un choque de puños, a diferencia de las inusuales declaraciones de amistad que marcaron la visita de Xi esta semana, que culminó con la firma de importantes acuerdos petroleros.
El viaje de Biden, presionado por los altos precios de la gasolina tras el inicio de la guerra de Rusia en Ucrania, apenas se saldó con un acuerdo limitado en la producción de petróleo que estuvo muy por debajo de las demandas de Estados Unidos. Incluso, meses después, Arabia Saudita deshizo el acuerdo y volvió a reducir su producción.
La fría postura deja atrás los años en los que Arabia Saudita era uno de los principales aliados de Estados Unidos en la región, gracias a que el país norteamericano era su mayor comprador de crudo.
Ahora, la situación ha cambiado al punto que los estados del Golfo están tratando de recalibrar su política exterior a medida que Estados Unidos también dirige su atención a otras partes del mundo.