“La mesa del amor es un lugar de encuentro, un espacio neutro donde tú y yo somos alumnos de la genuina afición.” Daniel Habiff.
Si en algo tiene razón el régimen es que no hay “ranking” posible entre sus candidatos y los de la oposición democrática. Es que no puede haber comparación entre la raza de los hombres indecentes y la raza de los hombres decentes que luchamos por un mejor, seguro y justo futuro.
Los hombres decentes de nuestro país, que somos la gran mayoría, luchamos porque se mantenga en vigencia el Estado de Derecho ya que él refleja de manera clara la autopercepción de la dignidad del hombre contemporáneo y atiende mejor al respeto de la libertad de los seres humanos. Cuando hablamos del Estado Democrático de Derecho, es cuando mejor se atiende también la autopercepción del principio de la igualdad ante la ley.
El objeto del Estado de Derecho es el de garantizar la libertad y la seguridad del ser humano viviendo en sociedad. Como dice el Doctor Alberto Borea Odria “Cuanto menos márgen se de al capricho y mayor vigencia a la razón, estamos ante una organización del Estado que expresa mejor la dignidad humana y que garantiza su seguridad, la que ha sido considerada por muchos como la verdadera razón del Derecho, incluso sobre la justicia.”
Teniendo todas estas cosas claras, los dirigentes de la oposición democrática, en búsqueda de la unidad que permita el logro de los objetivos planteados, debe cuidarse de no caer en las trampas de las heridas del pasado remoto o del reciente, ni en las trampas de la rigidez y la inflexibilidad de sus posiciones.
Si se desconfía de todo y de todos los que se acercan a tí, es porque te has empeñado en atesorar tus heridas, en procurar que se mantengan abiertas porque crees que de esa manera evitarás que las buenas intenciones alcancen a ver las profundidades que esas heridas tuvieron. Como expresa Habiff, “si sólo tienes disposición a hacer tu vida con alguien que piense, quiera y disfrute como tú, llena tu casa de espejos para que no dejes de mirarte jamás.” Afortunadamente todos somos distintos y no admitimos comparación.
Hay que tener mucha madurez de conciencia y espiritual para entender que se trata de amar a Venezuela y eso implica amar y convivir con los venezolanos y con quienes han venido de otras latitudes para vivir su vida confiando en un futuro cargado de esperanzas y luminosidad, pero para que pueda ser así, es necesario curar las heridas con amor y comprensión. Y cito de nuevo a Habiff, “El amor es el poder que no se termina. Te permite ampliar y profundizar en todas las demás habilidades y virtudes, te empuja a redescubrir tu capacidad de soñar, de perdonar, de ser tenaz, de no mentir, de valorar, de descubrir, de cambiar y de vivir sin límites.”
Si eres capaz de no poner límites a tu capacidad de amar a los otros, podrás entonces ejercer un verdadero liderazgo, que promueva en ellos la innovación, que transmita seguridad en las acciones propuestas, que haga brotar las ideas, y que muestre mejores perspectivas ante situaciones adversas. Aprender, bien sea por dedicación constante o por experiencia vivida, según los entendidos en esa materia, se ubica en lo más alto de lo valorado. Transmitir lo aprendido positivamente, genera confianza y potencia la credibilidad, por lo que un líder con esas características hace que sea indestructible.
Donde no se puede hacer concesiones ni ser flexible es en las posiciones sustentadas en principios y valores, pero en las mesas de negociaciones políticas, hay que exigir y ceder hasta donde las estrategias definidas previamente lo aconsejen, sobre el tema en discusión, no hasta donde el mercado de voluntades y conciencias le ponga precio a la dignidad de los seres humanos, que en este caso somos los venezolanos y su amor por Venezuela.
Neuro J. Villalobos Rincón
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