“Un mundo sin radio es un mundo para sordos”. Ernest Agyemang Yeboah
Alguna vez quizá usted y muchos otros venezolanos hemos escuchado decir que el poder de la radio llega hasta donde otros no llegan. Eso es tan cierto que cuando Hugo Chávez Frías ya instalado en Miraflores en 1999, pasada la borrachera electoral de su triunfo y con mucho, muchísimo dinero en los presupuestos anuales decidió, —embriagado de poder—, inundar a Venezuela de emisoras de radio para vendernos, meternos hasta en la sopa, las supuestas bondades de la Revolución del Siglo XXI.
Hoy más bien eso logros están traducidos en destrucción, pobreza, atraso y en la huida del país de siete millones de venezolanos que viven o deambulan en cualquier pueblo, ciudad o peligroso paso fronterizo del mundo. Dos décadas después cabe decir que quien cría cuervos le sacarán los ojos.
El mundo de la radiodifusión venezolana, en su momento una de las mejores de América Latina, es muy distinto en estos tiempos de revolución. A pesar de eso, recuerdo que de esa realidad no olvidamos que la radio llegaba más allá donde terminaba el asfalto y comenzaban los caminos de arena en cualquier barriada, sector popular o caserío —aún sobreviven muy pocas—en tiempos cuando existía el tiraje de periódicos en papel que el gobierno de la V República logró desaparecer de kioskos y de las esquinas, cuando los pregoneros distribuían como pan caliente a vastos segmentos de la población el periódico de su preferencia que después, gracias a la llamada aldea global, la gente cambió obligada sus gustos de lectura para estar al día bien informada, migrando a las redes sociales que permiten saber qué sucede en otros territorios del mundo en sólo cuestión de segundos.
El título del artículo de hoy resalta en su esencia la importancia de la inmediatez del medio radial para promover o publicitar algún bien, producto, servicio o artículo de consumo masivo. Y en lo informativo destacan noticiarios o temas de política, figuras, personajes o la idea que quiera venderse, teniendo en el cómo, cuándo y dónde el interés de la gente en este país en la diaria necesidad de saber qué sucede, sintonizando el dial de espacios noticiosos o de opinión que en menor cantidad existen hoy en relación con los que había antes del triunfo del chavismo en 1998. Claro, de esa reducción a su mínima expresión se ha encargado el gobierno de Miraflores en algo más de dos décadas cuando negó las divisas para la compra de papel o en la radio equipos de transmisión o sus componentes para mantenerse en el aire.
No tolerar la proliferación de medios radioeléctricos que orienten demasiado, denuncien, investiguen o se conviertan en incómodos es una tarea de seguimiento y clausura que cumple la Comisión Nacional de Comunicaciones, Conatel, especie de comisario político del espectro radiofónico nacional que en las últimas semanas ha sido noticia por el cierre al que ha procedido contra emisoras de radio alternativas o comunitarias en el Zulia y otros estados venezolanos en la lista de ilegales, clandestinas o no autorizadas. Por eso si regresamos un poco al pasado podemos constatar que muchas emisoras que ayer fueron una prioridad ideológica en su entrega a manos de defensores del proceso, a disfrazados de revolucionarios y a quienes defendían la Revolución y explotaban el negocio para ganarse unos cobritos, sin importar permisos o requisitos, es esa la tarea en la que anda Conatel. De allí la analogía muy ilustrativa del cría cuervos y te sacarán los ojos.
Esa noticia prendió las alarmas del Sindicato Nacional de Trabajadores de al Prensa (SNTP), Colegio Nacional de Periodistas (CNP) y ONG’s defensoras de la libertad de expresión y del trabajo de la prensa.
Sin embargo, lo noticioso de esta diligencia administrativa de Conatel en nada tiene que ver a que se trate esta vez de otra agresión a la libertad de expresión, ni menos a una preocupación o interés que los “propietarios” de estaciones ilegales pongan su documentación en regla y salgan a toda carrera a suscribir su afiliación ante la Cámara Venezolana de la Radiodifusion, institución que agrupa a estaciones privadas legales que pagan, uno detrás del otro hasta el último céntimo, impuestos y otras erogaciones por explotar una concesión que le pertenece al Estado.
De allí que como decimos coloquialmente que seguro mató a confianza, si hace dos o tres semanas cerraron 11 ilegales en el Zulia, otras seguro están en la mira de Conatel en cualquier momento, no por el simple gusto de cerrarlas que es su misión, sino que el gobierno nacional como está buscando medio pa’ completar un real no tiene el chorro de dinero de PDVSA, por lo que igual está vez no primará consideración alguna con nadie por ser “patria o muerte” con la Revolución Bonita. Además, no olvidemos que en el ambiente se habla de elecciones presidenciales y asegurar la lealtad es otro nudo que debe asegurarse desde ahora. El epílogo de todo esto es como decía la parodia humorística del Hermano Cocó de la desaparecida Radio Rochela en RCTV, cuando explica que entre revolucionarios y Conatel lo verdadero es que “la fe mueve montañas, pero hay que pagar”.
José Aranguibel Carrasco