“La única cosa peor que un mentiroso es un mentiroso hipócrita”. Anónimo Popular
Siempre he dicho que en la oposición venezolana la existencia de sectores minúsculos, resentidos, llenos de odios, carcomidos por la envidia y de un enanismo mental sin paradigma ha hecho más daño a la unidad que la corrosión que se come al Puente Sobre el Lago de Maracaibo. Eso sólo ha contribuido a perpetuar al chavismo a pesar de sus desaciertos, incongruencias y equivocaciones donde seguramente gozan a carcajadas, cuando ven que actores de la “derecha escuálida” siguen cayéndose a leña limpia sin disimular el mínimo apego por construir la unidad que algunos, nada sinceros, hablan de la boca pa’fuera. Seguramente los herederos de Hugo Chávez dirán que con amigos así para qué tener enemigos.
La mentira, sabemos, tiene patas cortas a propósito de un tira y encoge verbal surgido la semana pasada en Maracaibo, cuando la antigua avenida Fuerzas Armadas que desde 2017 lleva el nombre del fallecido joven estudiante de Medicina, Paúl Moreno, originó un desgaste innecesario de emociones contenidas de un sector opositor que quiso figurar, ganar presencia en las redes sociales, agarrar un airesito y querer aparecer como los buenos de la película tratando de crear la matriz de opinión de que el gobernador Manuel Rosales Guerrero era responsable de irrespetar el cambio de nombre de esa vía. No obstante, lo cierto es que hubo un pelón no atribuible precisamente al jefe del gobierno del Zulia, más bien responsable y ocupado del destino de más de tres millones de almas. También que los hospitales funcionen, la educación, la seguridad, los servicios, que llegue la inversión privada y, en fin, que la región retome el camino de progreso y de reactivación económica desaparecidos luego del accidente de atraso y oscurantismo histórico —junto con la Covid-19– que nunca debió instalarse en el Zulia que antecedió a la actual administración del palacio de Los Cóndores.
El que a alguien no se le prendiera el bombillo y verificara con tiempo si fue o no modificada la vigencia del decreto de la exalcaldesa Eveling de Rosales, que designó el cambió de nombre de la avenida Fuerzas Armadas por avenida Paúl Moreno, es lo lamentable. El anuncio lo hizo su antecesor, Willy Casanova, pero lo cierto es que el decreto no terminó por ser derogado. Lo sucedido no tiene excusa. A todos los legisladores, concejales y dirigentes de primera línea que tiene UNT y otros partidos que ganaron en alianza el 21N del pasado año, lo que les metieron fue tremendo strike. El que ninguno haya indagado es extremadamente un descuido que expuso, no a ninguno de ellos, sino a la primera autoridad civil del estado Zulia. Quizá el error permita ver menos selfis, derroche de físico o talentosas facultades histriónicas en las redes sociales, estando, sin excepción, más bien todos ocupados en cuidar que la gran orquesta gubernamental no desafine. Dicen que al mejor cazador se le va la liebre. A lo mejor algo así pudo pasar o mejor démosle el beneficio de la duda.
En todo caso, es más repugnante, cual si se tratara de dos borrachitos peleándose por una botella vacía, que el pelón de la nomenclatura errada haya estado servido en bandeja para tratar de sacarle dividendos políticos, cuando la memoria de Paúl Moreno merece respeto como lo recordó Rosales Guerrero. El joven estudiante de LUZ, brigadista de la Cruz Verde, fue atropellado por un intolerante conductor que lo asesinó, le cegó la vida, en momentos que él y otros paramédicos auxiliaban a algunos estudiantes heridos que ese aciago día protestaban contra las políticas del Gobierno Nacional.
Esos operadores políticos que le ponen sangre, sudor y lágrimas a su “misión patriótica” usando el teclado y dándole rienda suelta a crear dudas, imprecisiones y sembrando maldades en la oposición, —dentro y fuera del país—, podrían más bien reinvindicar la aspiración de familiares, amigos y del Zulia en general que la muerte de Paúl Moreno no siga en el limbo de la injusticia y dediquen emociones, fuerza y tiempo a pedir que la impunidad no le gane la carrera a la justicia. No es sólo querer sino poder.
El epílogo de este momento de nuestra muy tropical forma de entender y hacer la política, tiene su recompensa en que hoy la gente en cualquier rincón del Zulia por encima de intereses mezquinos de unos pocos, digamos, aprendices a ser políticos con liderazgo propio, disfruta de algún programa social u obra física—en este caso la remozada avenida Paúl Moreno— donde el llamado insistente en las redes a concentrase, reunirse o verse para protestar al siguiente día no logró la reacción en nadie. Preocúpense esos “dirigentes” cuando un gobernante no haga nada en favor de la gente como pasó en el Zulia hace poco y no vimos, por cierto, similar derroche de angustia por eso que llaman convenientemente “injusticias”.
José Aranguibel Carrasco