Eugenio Montoro: Maduro, el capitalista

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        La idiotez es una enfermedad extraordinaria, pues no es el enfermo el que la sufre, sino los demás. Esta picante frase de Voltaire viene a cuento pues en estas letras trataremos de resumir uno de los casos más emblemáticos de la idiotez mundial como lo es el del gobierno venezolano en las últimas dos décadas, buena parte liderada por Chávez y ahora dirigida por el atolondrado Super Bigote.

        La primera idiotez de Chávez fue tratar de cambiar el modelo democrático venezolano por uno socialista, pero con un tufo comunista que apestaba. El tipo se enamoró de Fidel Castro y este hizo creer a Chávez que era el nuevo Libertador y que había sido elegido por los dioses para salvar a América. Chávez, en su idiotez egocéntrica, le abrió las puertas a los Castro y los llenó de petróleo y dinero, mientras los zorros cubanos iban controlando los puntos esenciales en Venezuela como las fuerzas armadas, la información ciudadana y los poderes públicos.

        Pero para que no les pasara lo mismo de Allende en Chile, los comunistas aprendieron a hacer las cosas con calma y con el disimulo necesario de elecciones trampeadas para mostrarse como un país normal. Los idiotas revolucionarios empezaron a cambiarlo todo. Agarraron el libro de instrucciones para ir a un estado comunista y lo aplicaron al dedillo.

        La tiranía empezó a mostrarse en el control absoluto de todos los poderes. El estado de derecho se volvió trizas y, a partir de allí, ningún juez decidió algo que no le dijeran los mandones. El Estado empezó a nacionalizar y expropiar todo que le que le parecía, en un intento de destruir a los empresarios (los enemigos de la revolución) y controlar la economía bajo el concepto comunista de la centralización. Controles de precios, de divisas y de cualquier vaina aparecieron en la economía.

        Se metieron con todo, con la educación básica, con los curas, con las universidades, con los medios de comunicación. Inventaron sistemas para mantener pobres a los pobres, a través de misiones y bolsas de comida. Hicieron elecciones a cada rato, por supuesto trampeadas por un CNE controlado, y si por casualidad alguna vez perdían, un diligente e inmoral TSJ corregía el entuerto.

        Esta la podríamos llamar la primera etapa de la idiotez roja, barnizada con el odio hacia los gringos, a las empresas extranjeras, a los empresarios locales y al capitalismo. La era idiota de Chávez terminará con su muerte prematura y, a pesar de los grandes ingresos por el aumento en los precios del petróleo, Chávez, a punta de regalos a otros países y la corrupción más gigantesca de nuestra historia, dejó a un país maltrecho y en franco deterioro

        Maduro es el representante de la otra etapa de la idiotez signada por hacer todo lo contrario de lo que había hecho Chávez, buscando mantenerse en el poder.  Maduro, aconsejado también por los cubanos que ven disminuir sus ingresos aceleradamente por el caos económico de Venezuela, va a emprender un proceso de recuperación económica adoptando medidas al estilo de las que usualmente exige el Fondo Monetario Internacional cuando les suministra recursos a países en la carraplana. Maduro y sus asesores inventan un plan capitalista de recuperación de la economía. La idea de los cubanos es simple, si Maduro sigue en el poder seguimos chupando de la teta y para que siga en el poder hay que animar a la economía al estilo chino. Vivan las inversiones extranjeras, vivan los empresarios, viva el dólar.

        Así las cosas, el control de precios que puso Chávez, Maduro lo elimina. El control de divisas de Chávez, a Maduro se le olvida. Al odiado dólar de Chávez, Maduro le hace fiesta. A la guerra de Chávez contra Fedecámaras, Maduro la cambia a sonrisas y cohetes con los empresarios. Chávez expropia y de seguida Maduro regresa la cosa a sus dueños.  Chávez nacionaliza y Maduro privatiza. El desarrollo mediante el aumento en el gasto público de Chávez se tira a la basura y, Maduro baja el gasto público a lo macho y le quita beneficios a los maestros y a miles de empleados públicos.

        Maduro, en su afán capitalista, autoriza importaciones libres y baratas. Aparecen bodegones y se crea una ilusión de recuperación económica. Pero los barrios no se engañan y el país sigue siendo un hervidero de descontento y de miles de conciudadanos marchándose.

        Nuestra actual desgracia es en realidad la fuerza para salir de estos malandros rojos. Todos los venezolanos vamos a tener la oportunidad de votar y aunque las condiciones sean tramposas si vamos todos van a tener que aceptar la derrota y, además, esta vez, se la vamos a cobrar.

        Vienen tiempos buenos. La patria le toca duro la puerta a todo el mundo y nos hace vibrar el pecho cuando, de verdad, necesita ser salvada.





                                                                    Eugenio Montoro

                                                                  [email protected]