“El lenguaje no es más que el instrumento de la ciencia, y las palabras no son sino los signos de las ideas; desearía, no obstante que el instrumento fuera menos propenso a la corrupción y que los signos fueran más permanentes.” Samuel Johnson.
Recalca Paulo Coelho que de todas las armas de destrucción que el hombre fue capaz de inventar, la más terrible, la más poderosa, es la palabra, y el sacerdote José A. Pagola también escribió que necesitamos una palabra más liberada de la seducción del poder y más llena de la fuerza del espíritu.
Quiero refrescar estas expresiones porque días atrás, más concretamente el 15 de julio del corriente año, salió una reseña en el conocido periódico venezolano El Nacional, una información que parece haber pasado desapercibida, o lo que podría ser peor aún, ha sido tomada con indiferencia por los periodistas y la dirigencia política venezolana ocupada en sus propios afanes.
Según el diario, la conocida organización Wikipedia define la dictadura de Cuba como “democracia de un partido” y el medio INFOBAE a través de su periodista Claudia Peiró hace un análisis de la situación dictatorial cubana y expresa que “desde el triunfo de la revolución en el año 1959, el sistema político de Cuba ha sido un Estado unipartidista convencional” y remata diciendo que dicho así “ suena menos brutal que decir dictadura de partido único”. Le parece mejor un eufemismo contradictorio que llamar las cosas por su nombre ante la cruel y brutal dictadura del Castrismo y sus nefastas consecuencias inhumanas sobre la población de la isla.
Escrito de esa manera, con un lenguaje aparentemente inocente por una periodista del área política, no puede pasarse por alto, es necesario estar alerta, porque casi simultáneamente, salen unas declaraciones de Evo Morales desde Argentina en las que manifiesta “que en Cuba hay la mejor democracia”.
Querer revestir de democracia a un régimen dictatorial de más de 60 años, es querer amparar a todos los regímenes comunistas del mundo, para quienes lo convencional es la dictadura que elimina todos los derechos humanos plasmados en las constituciones de los países del orbe que gozan de las libertades y garantías que la democracia permite.
A mi modo de ver las cosas, chocan con la inteligencia humana las sutilezas del lenguaje utilizado por una periodista aparentemente seducida por la nefasta revolución cubana, lo cual debe alarmar a los venezolanos porque el régimen legado por Hugo Chávez va por el mismo camino.
En ambos países se atropella sin pudor los acuerdos de la Carta Democrática Interamericana aprobada por los Estados miembros de la OEA en Lima el 11 de septiembre de 2011, la cual en su artículo tercero señala explícitamente los siguiente: “Son elementos esenciales de la democracia representativa, entre otros, el respeto a los derechos humanos y las libertades fundamentales; el acceso al poder y su ejercicio con sujeción al estado de derecho; la celebración de elecciones periódicas, libres, justas y basadas en el sufragio universal y secreto como expresión de la soberanía del pueblo; el régimen plural de partidos y organizaciones políticas; y la separación e independencia de los poderes públicos.” No hay lugar a dudas que para calificar como democracia es necesaria la pluralidad de partidos ya que la presencia de un partido único es contradictorio con la definición y existencia de la democracia misma.
Ésta puede ser atacada o defendida de cualquier manera, para eso existen las palabras y el lenguaje en aras de la libertad de expresión que la democracia garantiza, pero creo que es importante recordar a quienes hacen uso de esas armas, y más a los periodistas y comunicadores sociales la sentencia casi bíblica de José Ingenieros: “El hombre pone su honor en el mérito propio y es juez supremo de sí mismo; asciende a la dignidad. La sombra pone el suyo en la estimación ajena y renuncia a juzgarse; desciende a la vanidad.”
El uso de eufemismos para calificar a una dictadura convicta y confesa como democrática, no hace honor a quien así la define. Si la opinión tiene precio puede variar, pero si queremos que tenga valor, jamás lo hará.
Neuro J. Villalobos Rincón
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