“La justicia es la reina de las virtudes republicanas y con ellas se sostienen la igualdad y la libertad”, Simón Bolívar
Ni sólo imaginármelo quiero. Dios nos libre de un mal rato. Ojalá sólo se trate de que la estructura esté avisando que la desidia y el abandono oficial siguen debilitándolo, extenuándolo o minándole fuerzas. A buen entendedor los zulianos debemos dejar de ser indiferentes, despreocupados y antiparabólicos de una realidad que está allí en aguas del Coquivacoa. Cuando el río suena piedras trae. Lo cierto es que la noticia del cierre parcial del flujo vehicular en uno de sus canales es como para preguntar hasta cuándo debemos esperar que el Puente sobre el lago de Maracaibo sea diagnosticado seriamente sobre su verdadero estado físico y los zulianos —es nuestro derecho— sepamos a qué atenernos a la hora que tengamos que cruzar sus más de ocho kilómetros de largo.
Gústenos o no lo verdadero es que el puente que lleva el nombre del más ilustre militar nacido en el Zulia —General Rafael Urdaneta— este 24 de agosto arribará a 60 años de construido que ya es bastante edad. Su vida útil se ha agotado en el tiempo, esperando su reemplazo como vía de comunicación que nos une con el resto del país. Eso lo sabemos y también el engaño, fraude y fiasco que la Revolución Bonita nos echó cuando la promesa populista nos habló en 2005 de la construcción de una vía alterna que alegres, contentos y jubilosos, hombres y mujeres de esta tierra, aplaudimos, vitoreamos y esperanzados nos veíamos en 2010 atravesando los 11 kilómetros de la nueva solución vial que llamarían Puente Cacique Nigale, pero la burla cristalizó su llegada cuando la aspiración del Zulia no quedó coronada sino que cual promesa electoral la brisa lacustre la arrastró muy lejos. La historia es larga, llena de misterios y sin respuestas. El 19 de noviembre de 2006 se puso la primera piedra en la ribera de la costa de Santa Cruz en el municipio Mara.
En el año 2005, el desaparecido expresidente Hugo Chávez Frías anunció la obra. En Miraflores se firmó un acuerdo con la empresa brasileña de Marcelo Odebrecht, pero a partir de allí la obra comenzaría a hacer aguas y a hundirse en el escandaloso caso de corrupción extrafronteras de la contratista brasileña.
En nuestro suelo más de uno quedó forrado de verdes $. La “tierrita” echada encima al caso no desaparecerá como las olas del marullo. La obra tendría 11 kilómetros de puente, más una línea ferroviaria. Un tramo de casi un kilómetro sería un túnel sublacustre, es decir, iría por debajo del agua y veríamos hasta los peces.
“Escríbanlo, lo vamos a hacer”, dijo entonces Chávez Frías.
Tal como lo decimos coloquialmente el papel lo aguanta todo. En 2016 el presidente Nicolás Maduro anunció la inversión de 126 mil millones de bolívares para obras públicas en las que incluía reiniciar la construcción, pero como una bomba putrefacta estalló el caso “Lava Jato”, que arrastró a la empresa brasileña Odebrecht. Eso esfumó la construcción del puente en un tiempo largo de un “por ahora” que su edificación no va.
Ahora, nos hablan de que los trabajos a iniciarse días atrás buscan corregir un problema de separación de las juntas de la calzada a la altura de la pila 33. Aquí cabe el beneficio de la duda. Ojalá sea eso y no el agravamiento por la falta de mantenimiento. En sus casi seis décadas el puente ha vivido dos momentos de desgracia y susto. El 6 de abril de 1964 un carguero petrolero chocó y tumbó un tolete de la estructura con saldo de vidas lamentables. Después en tiempos del exgobernador Oswaldo Alvarez Paz la totalidad de sus guayas de acero pretensado fueron cambiadas. No pasó de ser sólo un susto. Había experticia científica de campo, voluntad política y disponibilidad de no correr la arruga del deterioro de la estructura expuesta a condiciones climáticas altamente corrosivas. La Universidad del Zulia, a través del Departamento de Corrosión de la Facultad de Ingienería, aportó conocimientos invaluables. ¿Existe hoy esa especie de cogestión institucional? Lo dudo.
Más bien, alejado de esa posibilidad de trabajar en mancomunidad entre Miraflores, LUZ y la Gobernación, la primera acción tras el triunfo opositor del 21N de 2021 en el Zulia, fue despojarle, quitarle y arrebatarle a la Gobernación cualquier competencia que tenga que ver con la administración, mantenimiento y resguardo de ese bien público, pero en contraste nadie dice nada y no se sabe adónde fueron a parar los recursos del peaje o que hizo la anterior administración de Omar Prieto para evitar el deterioro visible y el escondido que no ven nuestros ojos del añejado Puente General Rafael Urdaneta. El maquillaje exterior no es que no sea necesario, pero no soluciona ni revierte daños mayores de muchos años. Otra cosa hubiese sido que el consumado secuestro de competencias a la Gobernación del Zulia a esta fecha, —algo así como medio año de gestión—, tendría una mejor respuesta de diagnóstico y soluciones a los problemas del puente. En salud, educación, vialidad y cultura, entre otros, ya los cambios poco a poco son innegables. Quién lo niegue es porque no vive en esta parte de Venezuela. ¡Amanecerá y veremos!
José Aranguibel Carrasco