Ender Arenas: La catástrofe ya vive con nosotros.

578

Hace muchos años cuando era un muchacho de no mas de 9 años y vivía con mis abuelos paternos, ellos me preparaban para el enorme aguacero que, según ellos, se derramaba sobre la tierra (me hablaban del planeta entero) todos los 26 de julio. Lo llamaban el “chubasco de Santa Ana”.

Yo esperaba entusiasmado el aguacero. Ese día, aunque el sol fuese radiante no había escuela para mí y entonces ayudaba a mi abuelo a arreglar las matas del patio y del jardín para que el viento y el aguacero no las arrancara de cuajo.

Generalmente el aguacero y el viento no se producían, pero todos los años invariablemente el 26 de julio nos preparábamos, para lo que sería un cataclismo natural.

Todavía eran tiempos (por lo menos en aquella casa de recién llegados del “monte”) donde las fuerzas de la naturaleza dominaban al mundo y el destino tenía un valor que determinaba la suerte de todos.

Fuera de allí, de ese contexto íntimo, donde privaban costumbres como la de colocar dos cuchillos en cruz para disipar el mal tiempo, una escoba detrás de la puerta para que las visitas fueran breves, el mundo transcurría a otra velocidad y avanzaba, se movía empujada por la ciencia, la política, la industria, los mercados y el capital y esos avances eran negados por mis abuelos. Vivían temerosos de las fuerzas incontroladas de la naturaleza y de los daños que ella podía producirles.

En esos tiempos era inconcebible que los daños se los estaba produciendo el hombre a la naturaleza.

Ya mis abuelos no están, pero, ahora, en plena era del conocimiento, existen los negacionistas. Ellos frente a las evidencias y las duras realidades que todos los días sobrevienen, esgrimen su propia narrativa negacionista que en algunos sectores de la sociedad se hacen dominante.

No deja de ser interesante su testarudez que parece ignorancia, pues ellos a diferencia de mis ignorantes abuelos nacieron en las ciudades, grandes ciudades, graduados en grandes universidades, cosechado grandes fortunas y hasta han llegado a la presidencia de grandes, medianos y pequeños países.

Claro ignorantes no son y es lo que realmente los hace culpables de lesa humanidad, pues su narrativa negacionista se construye porque ven afectados sus intereses. El problema es que sus negaciones producen efectos perversos en la que se ponen en peligro no a un sector en particular, sino que es la humanidad la que corre hoy peligro.

Hoy vivimos en una sociedad global y su característica fundamental es que ha devenido en una sociedad de riesgo pleno fabricado y, con ella, el mundo se inserta dentro de un ámbito de incertidumbres que son humanamente fabricadas. De tal modo que el riesgo y las incertidumbres presentes son obra de decisiones tomadas por seres humanos que solo velan por sus intereses.

Hoy nos asomamos a una guerra que es disfrazada con un eufemismo: operación militar especial, y la izquierda que se ha vuelto conservadoramente populista alienta al agresor ruso contra Ucrania y es acompañada por el apoyo de cierta derecha autoritaria y radical también  en una guerra que amenaza con destruir a un país y a su gente. 

Desde hace dos años sufrimos una epidemia que ha matado millones de personas en el mundo y esta ha sido negada en su gravedad una y otra vez por sectores enteros de la sociedad que piensa enfrentarla con los viejos esquemas cuando los riesgos que se vivían se enfrentaban estructuras, que alguna vez fueron eficientes, pero, que hoy ya no sirven para enfrentar con eficacia la calidad de los nuevos riesgos. Alguna vez Donald Trump, para entonces el hombre más poderoso del mundo, propuso curarla con inyecciones de desinfectantes.

Hoy leemos en la prensa que, en Inglaterra, Italia, Francia, España la temperatura ha pasado los 40 grados centígrados y ha matado a cientos de personas. Pues, ese fenómenos que vive Europa y todo el hemisferio norte, indica que estamos en presencia de una de las amenaza mas grandes que enfrenta la humanidad, de hecho, ese fenómeno marca también un desplazamiento de todos los sujetos (obreros, mujeres, gay, pueblo, mercado, nación, Estado, etc.)  hacia la humanidad que hoy es el verdadero sujeto. Esta amenaza es el cambio climático.

A pesar de que sectores cada vez mayores tienen conciencia de la gravedad de la situación la narrativa de los climaescépticos sigue siendo dominante. El mas celebre de estos, Donald Trump por supuesto, alguna vez dijo refiriéndose a los devastadores incendios de California que esos incendios no era el produjo del inexistente cambio climático, sino que eran hojas que no habían sido barridas.

Claro, mis abuelos quizás hubieran pensado lo mismo, pues siempre dudaron, incluso, de que el hombre había llegado a la luna, pero tratándose de personajes como este uno tiene que pensar que son ellos el verdadero peligro para la humanidad.

@enderarenas