A raíz de mis últimos artículos en los que abordo el tema del cambio climático, he recibido algunos mensajes que dan a entender que esa trama es inusual en la bitácora de los dirigentes políticos. En mi caso particular debo decir que desde niño tuve referencias que me marcaron, animándome a respetar y apreciar la inmensa significación de los recursos naturales. En mi casa, morada levantada en un estrecho terreno, sin embargo, no faltaba el pequeño jardín que mi madre atendía diariamente, regando las plantas con las que solía conversar, cosa que me despertaron curiosidades y querencias. En mi escuela primaria Dr. Vicente Peña, regularmente cantaba el himno al árbol, una canción que me encantaba. Mi maestra Zulme Azuaje nos repetía los nombres de Alfredo Pietri y Miguel Ángel Granados, autores de la letra y de la música, respectivamente. Al regresar al aula nos motivaba a glosar cada estrofa y eso daba lugar a opinar respecto a las razones para sentir “solícito amor” por esos árboles que nos dan sombra. Intuía que en cada fragmento estaba descifrada la vida que se encumbra en los bosques y que la humanidad necesitaba de sus ramas extendidas para darle armonía a la existencia misma.
Crecí escuchando la versión del famoso gobernador Ricardo Montilla, apodado 30-30, mote derivado del decreto que dictó aplicándole un mes de arresto a quién se atreviera a malograr un árbol. Posteriormente vi como otro gobernador, al que admiré y conocí estrechamente, José Inés Diaz Milano, perseveraba en poblar las serranías del Pariapán y Santa Rosa. Pude ver y disfrutar las consecuencias de esas siembras en las que me enrolaba y que hoy representan un pulmón de mi ciudad natal.
En la casa de la Cultura se realizaban charlas sobre los recursos de la región. ¡El Guárico tiene de todo! Exclamaba el versátil locutor Argenis Ranuarez, mientras la profesora Elisa de Belisario nos relataba la historia protagonizada por los soldados que desde la época de la independencia venezolana, advirtieron las propiedades de las aguas termales de San Juan de Los Morros, cuando pasaban por ellas con sus caballos y estos presentaban mejorías en sus dolencias. Nadie hablaba en esos tiempos de la Geotérmica, tecnología que “consiste en producir calor y electricidad a partir de las temperaturas elevadas que se acumulan en las capas internas de la Tierra. Un recurso renovable, limpio y económico con enormes posibilidades de cara a la descarbonización económica, la transición energética y la sostenibilidad planetaria”. Son esas fuentes de energía que se encuentran en las zonas volcánicas y en aguas termales.
El diputado Claudio Pino se esmeraba en subrayar que “Guárico siempre se ha destacado por ser un granero de donde salen cosechas de arroz, maíz, sorgo, así como buena parte de la carne y de la leche para el consumo nacional”. Nadie comentaba en esas tenidas que la agricultura y la ganadería son actividades emisoras de gases de efecto invernadero. Tanto así que ocupan el primer puesto en el sector que los expertos denominan “agricultura, silvicultura, y otros usos del territorio”, que abarca también la tala de árboles y la deforestación, intervenciones que aportan 1.600 millones de toneladas de dióxido de carbono a la atmósfera, además de destruir hábitats naturales esenciales. Con la agricultura se genera gas metano y nitroso. Las vacas acusan una enfermedad denominada fermentación entérica, consecuencia de que en los 4 compartimientos de sus estómagos, en donde se descomponen la celulosa de las plantas que ingieren y posteriormente expulsan por la boca gas metano, los llamados eructos y por otro extremo las flatulencias. Todos esos gases equivalen al 4 % de las emisiones globales. Más el estiércol que desparraman junto a los cerdos y otros animales, que producen óxido nitroso.
Un italiano muy guariqueño, Ángelo Donnarumma, terciaba en las charlas para recordarnos que “éramos también un estado petrolero, ya que, en las Mercedes del Llano, desde el año 1941, muchos pozos eran taladrados para que sus respectivos balancines sacaran abundante crudo”, que ahora escasea en la región. En esta fecha de 2022, según el análisis de Rystad Energy, “el petróleo recuperable global ahora totaliza un estimado de 1,57 billones de barriles, lo que supone una caída de casi el 9% desde el año pasado y 152.000 millones de barriles menos que el total de 2021. Petróleo recuperable corresponde al término de la industria “petróleo crudo técnicamente recuperable remanente y condensado arrendado”, es decir, volúmenes esperados que incluyen campos y descubrimientos futuros arriesgados.
La caída de las reservas está impulsada por los 30.000 millones de barriles de petróleo producidos el año pasado, más una importante reducción de los recursos no descubiertos, por una suma de 120.000 millones de barriles. El sector offshore de EEUU ha contribuido con el total más grande a esa caída, donde 20.000 millones de barriles de petróleo permanecerán bajo tierra, en gran parte gracias a las prohibiciones de arrendamiento de tierras federales”. Nosotros seguimos con el mito de que “somos ricos porque tenemos las reservas más grandes del mundo”, cuando la verdadera riqueza está en los grandes avances tecnológicos y atada al talento humano que debe desarrollarse mediante una educación con calidad.
Estos datos no los cito para provocar pánico, porque tampoco es tan así que el petróleo será apartado de un día para otro, teniendo en cuenta que las fuentes eólica y solar apenas cubren el 7% de la demanda global de energía. Vale decir, falta aún mucho tiempo para que esa familia de los fósiles salga del mercado al que siguen acudiendo con productos más baratos. Leía en el libro escrito por Bill Gates, Cómo evitar un desastre ecológico, que mientras un barril de crudo que contiene 159 litros, aun en tiempos de altas cotizaciones, uno de esos litros de petróleo sigue siendo más barato que una botella de Coca cola. Por lo tanto, para poder avanzar hacia la meta de cero emisiones de gases de efecto invernadero, se requiere de políticas muy firmes que logren abrir cancha a las energías alternas que no pueden limitarse al carro eléctrico o a los generadores que aprovechan el viento o los paneles que gracias a la luz solar producen electricidad fotovoltaica. Hay muchas otras fuentes con viabilidad de ser puestas en funcionamiento.
Recuerdo que en dos de las tres entradas a San Juan de Los Morros estaban instaladas unas fábricas de cemento, así cuando se ingresaba a mi pueblo por la vía de San Sebastián de los Reyes o por Villa de Cura -ambas poblaciones correspondientes al estado vecino de Aragua- nos tropezábamos con esas industrias que esparcían polvo por todas sus áreas anexas. Conocí de cerca las instalaciones de la planta ubicada en la ruta entre San Sebastián y San Juan, allí trabajaron mi cuñado José Nicolás Torrealba de profesión ingeniero electricista y mi hermano Néstor, egresado de la escuela Técnica Industrial, ambos lamentablemente fallecidos. De ellos escuchaba decir que “el cemento es consecuencia de quemar la cal en un horno de piedra caliza, compuesta de calcio, carbono y oxígeno y que de esa combinación sale el óxido de carbono”.
En el liceo Roscio, mi profesor de química Manuel Rincones nos daba lecciones sobre “esa relación química que comprende piedra caliza más calor igual a óxido de calcio más dióxido de carbono”. Hoy todos debemos estar al tanto de que por cada tonelada de cemento se emite una tonelada de carbono. ¿Una solución? sería capturar el dióxido de carbono durante su proceso de fabricación e inyectarlo de nuevo en el material de construcción antes de su utilización. Otra solución es usar agua de mar y el dióxido de carbono emitido por centrales eléctricas y capturarlos, con lo cual sería posible reducir en un 70% las emisiones”.
Que no se malinterpreten estas referencias, concluyendo equivocadamente que sugiero que dejemos de cultivar la tierra, de criar ganado, de fabricar cemento o que clausuremos los proyectos para explotar los recursos fósiles que poseemos, y en abundancia, como el petróleo y el gas. Lo que pretendo es llamar la atención de todos los que debemos proteger, sin egoísmos existenciales, el ecosistema para las venideras generaciones. A que nos atrevamos a asumir la agenda convenida con vistas a evitar que el calentamiento climático nos devore.
Veamos lo que está pasando, por ejemplo en el estado Zulia. Fumplaven “reportó en meses pasados 6 mil hectáreas improductivas de plátano, para estos momentos se le suman 3 mil hectáreas dando un total de aproximadamente 9 mil hectáreas improductivas”, según lo destacó Yurimar Quintero, ingeniera agrónoma y gerente general de la Fundación para el Mejoramiento del Plátano en Venezuela. Ella aseguró que “esta situación se debe a las fuertes precipitaciones junto con desbordamientos de ríos, drenajes, etc. que están ocurriendo en zonas como en el estado Zulia, Trujillo, Táchira y Mérida”. Mas allá, en el viejo continente, el primer ministro de Italia, Mario Draghi, vinculó el derrumbe en los Alpes del glaciar de la Marmolada, que dejó al menos siete muertos y ocho heridos, “a la degradación del medio ambiente y a la situación climática”. “Esta es una tragedia que seguramente tenía un elemento de imprevisibilidad, pero también está, sin duda, relacionada con el deterioro del medio ambiente y la situación climática”, manifestó el alto funcionario.
Dejo a consideración de los lectores estas reflexiones. Observemos como ya en España se está sustituyendo el 70% de los combustibles fósiles que utilizaban en sus hornos para producir cemento, por residuos de todo tipo, entre otros la biomasa. Todo dentro del esquema de las tres R: Reducir, Reciclar y Reutilizar. Eso ha permitido aminorar las emisiones de SO2 y de CE2. En otras áreas industriales se preparan para producir hidrogeno verde en el marco de una política que respalda la Unión Europea para lograr producir combustibles sostenibles. Otra fuente activada es la nuclear, sin embargo la UE toma sus previsiones, por ejemplo, los países del Este de Europa no podrían beneficiarse de financiaciones derivadas de los bonos verdes para reformar sus reactores nucleares, ya que una de las exigencias es que el país cuente con un almacén de residuos altamente radiactivos. Requisito que Polonia, Hungría, Rumanía, Croacia, Eslovaquia, Eslovenia no cumplen, por lo que no podrán recibir esa financiación.
Venezuela cuenta con una extensión de 3.726 Km que abarca el Océano Atlántico y el Mar caribe, en esa área se encuentran 311 islas y 1.700 Km son playas de arena. ¿Qué importancia tienen esos recursos naturales? “Los océanos cubren el 70% de la superficie de la Tierra y son el hogar de alrededor del 80% de toda la vida en el mundo, convirtiéndolo en la biosfera más grande del planeta. Generan el 50% del oxígeno que necesitamos, absorben el 25% de todas las emisiones de dióxido de carbono y capturan el 90 % del calor adicional que generan dichas emisiones. No solo son «el pulmón del planeta», sino que además son el mayor sumidero de carbono, un amortiguador vital frente a los impactos del cambio climático”. Esta es una de las conclusiones abordadas en la reciente Conferencia Sobre Los Océanos patrocinada por los gobiernos de Portugal y de Kenia. Visto ese dato no solo deberíamos estar pendiente del petróleo que se saca del Lago de Maracaibo, también de la contaminación que convierte a nuestros ríos y océanos en basureros que amenazan su sobrevivencia.
@Alcaldeledezma