“El engaño se ha convertido en una insignia de los tiempos, en una demostración de orgullo. Por algún motivo la deslealtad se ha convertido en vanagloria, alimenta la comedia, lo que antes llenaba las vergüenzas.” Daniel Habif.
El título del artículo parece una contradicción en sí mismo. ¿Cómo puede ser un milagro, una acción divina, un acto tan abominable como la traición? La cita de Daniel Habif al comienzo puede ser parte de la respuesta, pero también la historia universal trae a colación que el frío mármol de los palacios es una expresión de grandes actos de deslealtad, de engaños, y a fin de cuentas, de traición.
Para quienes hemos tenido principios firmes y hemos sido educados en valores, sabemos que en la vida suelen presentarse situaciones desagradables y a menudo, ineludibles; las tentaciones se presentan de distintas formas, pero frente a ellas nuestra posición ha sido y debe ser siempre, inquebrantable. Mientras la vida nos da lecciones muy duras, Dios nos da lecciones muy sabías, sólo que nosotros escogemos el método, anota el autor de la cita.
La traición es un antivalor que siempre está presente en los ambientes del poder; flota en el espacio, se siente en las espaldas, más aún si el poder lo detentan delincuentes por formación y por ambición. Habif afirma, y estamos de acuerdo con él, que engañar es una acción contagiosa ya que tras de sí crea una legión de encubridores, protectores y cómplices.
Los venezolanos que ya hemos ensayado tantas acciones fallidas para recobrar nuestra libertad y nuestra democracia, pareciera que estamos en espera que Dios haga dos milagros: que los delincuentes que llevan tantos años usurpando el poder, escojan el método de la traición entre ellos, que ya se vislumbra, y que los dirigentes de la oposición logren la ansiada unidad que no ha sido posible, para que completemos las tareas siempre inconclusas que tenemos pendientes.
Las tareas más importantes nos las recordó hace años el Dr. Oscar Arias, premio Nobel de la paz, en su visita a Maracaibo, con ocasión del lanzamiento del Programa de Valores respaldado por varias instituciones de la región zuliana. La primera de ellas, recordemos, es superar el invierno de la corrupción; la segunda es sacudirse los miedos de la democracia, y la tercera, asumir como propio el renacer o lo que él denominó la primavera de la ética.
Cuando se escriba la historia del engaño en Venezuela, éste régimen, con su Teniente Coronel a la cabeza, tendrá su sitio privilegiado en el gran salón de la farsa. Esta es una situación que no debe ser ignorada por ningún gobernante mundial que sólo tratan de salvaguardar intereses meramente materiales.
Los principios y valores democráticos se han debilitado a escala planetaria. La ética en el liderazgo presidencial se ha vuelto maleable y se ha ablandado la conciencia humana de los dirigentes, quienes se muestran complacientes con cualquier ocurrencia de ignorantes con ínfulas de nuevos ricos o con arrebatos propios de Miguel Unamuno para quien “la vida perecedera en el infierno sería preferible a cualquier tipo de vida finita”, simplemente porque se han creído inmortales y con el poder suficiente de vencer hasta la muerte. Tengamos siempre presente que la traición se mueve cómodamente en todos los ambientes y que la ambición parece no tener límites.
Neuro J. Villalobos Rincón