«O sea, que usted quería salvar de verdad a esos hombres. Es usted un idealista, y le compadezco».
Esta película de culto ya tiene sesenta y cinco años y su actualidad en pleno 2022 es absoluta. Se la deberían pasar a los estudiantes de Venezuela para poner punto final al absurdo de la Formación Pre-Militar en la escuela dónde la cultura de la paz es una ensoñación escurridiza. Stanley Kubrick, su Director en su momento con apenas veintiocho años de edad, fue el artífice a nuestro criterio de la mejor película anti belicista en toda la historia del cine.
Además, la película se sustenta en hechos reales como lo fue el amotinamiento de los soldados franceses en la Primera Guerra Mundial (1914-1918) que se negaron a recibir las órdenes de morir inútilmente por la Patria. Sentencias como: “la muerte es hermosa; “soldado tú mejor amigo es el fusil” o “que la guerra es sólo para los valientes que deben ofrendar su vida por la Patria” resuenan sobre un atormentado absurdo aún vigente cuyo principal recordatorio es la actual masacre sobre los ucranianos de parte de los rusos. Y es que toda guerra es una manifestación de la locura humana basada en el cálculo de intereses subalternos ajenos a la compasión. Y cuando decimos intereses subalternos en realidad son los que terminan por prevalecer asociados al crimen como vehículo para la obtención de riquezas o premios nacionales que alimentan el imaginario patriótico.
Las guerras deberían ser prohibidas. Sólo que esto implicaría solicitarle a Dios el envío de otro Diluvio o que permita el auto suicidio nuclear que hoy pende de un hilo sobre la humanidad entera para así recomenzar desde cero o permitir que otras especies superiores, como la que llamamos despectivamente como: animales, terminen por ocupar nuestro lugar.
“No permitáis que la ambición se burle del esfuerzo útil de ellos / De sus sencillas alegrías y oscuro destino / Ni que la grandeza escuche, con desdeñosa sonrisa / los cortos y sencillos hechos de los pobres. / El alarde de la heráldica, la pompa del poder y todo el esplendor, toda la abundancia que da, / espera igual que lo hace la hora inevitable. / Los senderos de la gloria no conducen sino a la tumba”. Thomas Gray (1716 / 1771).
En la Historia hay muchas derivas. La más terrible fue y es la esclavitud (en sus formas modernas en el ámbito laboral). Otra, las guerras y persecuciones religiosas basadas en la exclusividad de un Dios o por sus distintas formas de ofrendarle. Aunque la más dañina de todas es el culto al nacionalismo. Eso de que la Patria es el altar dónde se inmolan los patriotas es un teorema caza bobos ya que los únicos que se inmolan son los soldados más bobos. Ni los oficiales del Alto Mando ni los potentados van a jugarse el pellejo para convertirse en carne de cañón. Y quienes al final son las víctimas del reclutamiento van a morir sin pena ni gloria aunque los homenajes oficiales digan lo contrario. El miedo siempre oprime a la libertad y dignidad.
“El patriotismo es el último refugio de un canalla”. Esto es de Samuel Johnson (1709-1784) y en la película lo repite el Coronel Dax, interpretado magníficamente por un sobrio Kirk Douglas, quién lo esgrime como latigazo contra la casta de los generales foie gras atrincherados en palacios como el de Versalles y bien lejos del horror de las trincheras en el frente de guerra. Es que la Primera Guerra Mundial hizo de las trincheras unas tumbas y cementerios mal olientes dónde las acometidas de la infantería chocaban irremediablemente ante las balas invisibles de los nichos de ametralladoras y la munición mortal de la artillería. Nadie podía vencer al otro desde un asalto frontal. Alemania y sus aliados son vencidos por agotamiento. Aunque igual le pudo suceder a los franceses e ingleses. Los Estados Unidos, con tropas frescas, inclinaron la balanza en la contienda como volverían hacer en la Segunda Guerra Mundial (1939-1945).
Es tan brutal el alegato anti belicista que financió Kirk Douglas y elaboró artísticamente Stanley Kubrick que en poco más de una hora asistimos sorprendidos y apenados por ésta gran vergüenza humana. En Francia, Inglaterra y hasta en la España del dictador Franco: “Senderos de Gloria” fue prohibida. ¿Por qué? No sólo es un expediente condenatorio sobre la guerra y la mitología patriótica sino que es también una denuncia frontal contra la corrupción humana dentro las filas del poder. Los generales franceses en la película estafan a Francia en nombre de unas virtudes en que ninguno de ellos cree. Son sólo seres ambiciosos y amorales casados con la maldad desde un uso irresponsable del poder. Su propia guerra civil, alentada por el insaciable ego, es incluso hasta más feroz que la que practicaron contra los alemanes. Ordenar disparar sobre sus propios hombres para salvaguardar un prestigio sin modales es tan común en todas las guerras que mostrarlo luce inverosímil. Yuval Noah Harari, historiador israelí en boga hoy, repite en sus libros una frase recurrente: “No hay justicia en la historia”.
Y esto nos conecta con la terrible realidad de un Putin agresor y genocida en Ucrania y de una nomenclatura cívico/militar en Venezuela ávida de poder sin importarles el daño que esto le ha acarreado a la población. Razón por la cual “Senderos de Gloria” es una invitación a la rebeldía contra las muy sacrosantas instituciones en manos de bribones condecorados entre ellos mismos.
La conmovedora y melancólica escena final es un llamado de atención a una concordia entre enemigos. A la utópica e idealista manifestación de una paz perpetua entre culturas y países distintos bajo una convivencia espiritual elevada. Es un guiño que apunta a nuestra salvación elevándonos por encima de tantas jaulas ideológicas, y sobre todo, de la vulgaridad del mal.
DR. ANGEL RAFAEL LOMBARDI BOSCAN
DIRECTOR DEL CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS DE LUZ
@LOMBARDIBOSCAN