Putin ejecuta civiles, amenaza con reclutar terroristas de oriente medio y acerca su guerra a las fonteras de la UE

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Women stand near a damaged building at the Kyiv central railway station which is said was hit by a night explosion in Kyiv on March 3, 2022. - Russian President Vladimir Putin vowed no let-up in his invasion of Ukraine on March 3, even as the warring sides met for ceasefire talks and Kyiv demanded safe passage for besieged civilians. (Photo by Dimitar DILKOFF / AFP) (Photo by DIMITAR DILKOFF/AFP via Getty Images)

En una táctica que combina la destrucción de objetivos militares y civiles, con la finalidad aparente de vaciar las ciudades e intentar después penetrar en ellas a sangre y fuego, la aviación rusa bombardeó este viernes por primera vez la ciudad de Dnipró, hasta ahora a salvo de las bombas, y dos aeródromos en Lutsk e Ivano-Frankivsk, situados ambos muy cerca de países miembros de la OTAN y la Unión Europea. El primero junto a Polonia y el segundo, en la proximidad de la intersección fronteriza con Eslovaquia, Hungría y Rumanía.

Los ataques aéreos rusos siguieron además asolando Mariúpol, Járkov, Chernígov, Sumy y los alrededores de Kiev, la capital, en torno a la que las tropas rusas estrechan cada vez más el cerco de cara a lanzarse al asalto. Esta intensificación de la actividad bélica del Ejército ruso se produce un día después de que los ministros de Exteriores ruso y ucraniano, Serguéi Lavrov y Dmitro Kuleba se reunieran en Antalya (Turquía) sin lograr un solo acuerdo, ni siquiera un alto el fuego transitorio para la evacuación de civiles.

Era la primera vez que se veían las caras y el primer encuentro de alto nivel entre Moscú y Kiev en mucho tiempo. Durante la rueda de prensa ofrecida después, Lavrov compareció visiblemente contrariado y hasta se permitió decir que «Rusia no piensa atacar a ningún país, tampoco está atacando ahora a Ucrania». Sin embargo, el presidente ruso, Vladímir Putin, le dijo el viernes a su homólogo bielorruso, Alexánder Lukashenko, a quien recibió en Moscú, haber observado «ciertos pasos positivos» tras las conversaciones de Antalya.


Dnipró, centro industrial a orillas del río Dniéper, en la parte central-este de Ucrania, se unió ayer a la lista de ciudades candidatas a quedar laminadas por las bombas, como lo están siendo ya Mariúpol y Járkov. Los servicios de emergencia de Dnipró emitieron un comunicado señalando que «se han producido tres ataques aéreos en la ciudad, impactando una guardería, un edificio de apartamentos y una fábrica de calzado de dos plantas donde se ha declarado un incendio. Una persona ha muerto».


Centro sanitario para discapacitados

Los ataques llegaron también a la parte más occidental de Ucrania, casi a la frontera con varios países europeos, a Lutsk e Ivano-Frankivsk, cuyos aeródromos, de acuerdo con las informaciones facilitadas por el Ministerio de Defensa ucraniano, «quedaron fuera de servicio». En la incursión contra Lutsk, según la fuente castrense, perecieron dos soldados ucranianos y seis resultaron heridos. Así mismo, volvieron a sufrir bombardeos las localidades de Sumy, Járkov y Chernígov, localidad esta última que se ha quedado sin agua al ser alcanzado el canal de suministro por los ataques. En la región de Járkov, junto a Oskil, fue bombardeado un centro sanitario para discapacitados, informó Oleg Sinegúbov, jefe de la Administración militar regional. No hubo víctimas, reportó Sinegúbov, pero calificó el ataque de «brutal». En Mariúpol, en donde el miércoles resultaron casi destruidos por las bombas un hospital pediátrico y una maternidad, con un balance de tres muertos incluida una niña, el asedio dura ya 10 días y el número total de víctimas mortales se eleva a 1.200, según el alcalde, Vadim Boishenko.

El Estado Mayor del Ejército ucraniano alerta de que la ofensiva rusa «está tratando de romper nuestras defensas en numerosas localidades del oeste y norte de Kiev con la intención de sitiar totalmente la ciudad» como lo están ya Mariúpol, Járkov y Sumy.

El portavoz del Ministerio de Defensa ruso, Ígor Konáshenkov, anunció ayer que unidades de la república separatista de Donetsk han tomado ya la localidad de Volnóvaja, a las puertas de Mariúpol. Estas informaciones fueron desmentidas por Kiev, en donde sostienen que Volnóvaja está sitiada, pero resiste. Este viernes fueron nuevamente abiertos varios corredores humanitarios de los que están evacuando civiles a cuentagotas.


En el curso de una reunión del Consejo de Seguridad, el ministro de Defensa ruso, Serguéi Shoigú, le aseguró ayer a Putin que «se han recibido alrededor de 16.000 solicitudes procedentes de Oriente Próximo para ir a combatir de forma voluntaria a Donetsk y Lugansk». A lo que el jefe del Kremlin respondió: «si ve que hay gente que quieren venir de forma voluntaria y ayudar a las personas que viven en Donbass, debe decirles que sí y ayudarlos a trasladarse a la zona de actividad militar». Añadió que «los patrocinadores occidentales del régimen ucraniano están enviando mercenarios de todo el mundo para luchar en Ucrania (…) en contra de las normas del Derecho Internacional». Poco después, el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, concretó que los «voluntarios» a los que se refirió Shoigú son «sirios».

El presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, denunció ayer en un vídeo que Rusia «ha decidido contratar a mercenarios contra nuestros ciudadanos. Asesinos de Siria, de un país en donde todo ha sido destruido por los ocupantes, algo por lo que nos están haciendo pasar a nosotros».


Después de haber negado que en Ucrania estén combatiendo soldados rusos de reemplazo, el portavoz del Ministerio de Defensa, Ígor Konáshenkov, tuvo que reconocer esta semana que sí fueron enviados, pero serán ahora devueltos a sus cuarteles en Rusia. Putin ha pedido depurar responsabilidades por ello y en Kiev creen que la decisión de llevar sirios a Ucrania pretende suplir el déficit de fuerzas que padece el Ejército ruso.

Al mismo tiempo, Vadim Denisenko, asesor del Ministerio del Interior ucraniano, señaló que «no podemos descartar que los rusos estén preparando un escenario sirio», en referencia al posible empleo de armas químicas por parte de Rusia. Denisenko dijo que «durante las últimas tres semanas, los rusos han estado difundiendo de forma activa historias sobre laboratorios bioquímicos en Ucrania». Se trataría de llevar a cabo un ataque químico para echar la culpa de ello a Kiev.

El escritor y periodista ruso, Andréi Soldátov, especialista en servicios secretos, escribió ayer en Facebook que «Putin, muy enfadado por la marcha de la campaña militar en Ucrania, ha iniciado una purga en el seno del Servicio Federal de Seguridad», el FSB o antiguo KGB. Según su relato, el presidente ruso «la ha tomado con el quinto departamento», el encargado de la inteligencia exterior. El jefe del servicio, Serguéi Beseda y otro responsable más «fueron puestos bajo arresto domiciliario».

Rafael Mañueco/ corresponsal en Moscú de «El Correo»