“Tomar decisiones y aceptar tu identidad es el mayor precio para conservar tu dignidad.” Daniel Habif.
La semana antepasada yo concluía mi artículo con una advertencia a considerar: “Barinas no es Venezuela”, refiriéndome a la euforia y la alegría de haber ganado las elecciones en ese Estado por parte de la oposición democrática, a pesar del desenfrenado y descarado movimiento de todo tipo de recursos que el poder central proveyó con el vergonzoso apoyo de unas fuerzas armadas donde el honor dejó de ser su divisa, puestos al servicio de quienes querían evitar el destrozo total de la cuna o de la hamaca donde nació el héroe de la fanfarronería criolla, Hugo Chávez.
Quienes se dieron a la tarea de impulsar un referendo revocatorio, incomprensible frente a un usurpador, pudieron darse cuenta inmediatamente que el régimen no estaba dispuesto a dejarse acorralar por un peligroso mecanismo constitucional que pudiera echarlo del poder, por lo que, con gran desparpajo lo abortó poniendo condiciones imposibles de cumplir.
Entendemos que la prudencia aconseja llevar a cabo acciones bien pensadas si queremos salir airosos de esta pesadilla que nos atosiga, pero, a veces, el exceso de prudencia se confunde con la cobardía, y la indecisión no es lo más aconsejable. Qué más tiene que ocurrir para convencernos que no hay posibilidad de una salida negociada y en paz con los delincuentes que asaltaron el poder en Venezuela?
La indecisión, dice Daniel Habif, “es una de las manifestaciones más crudas de cómo dejarnos vencer”, y nada más crudo y vergonzante que ver a un pueblo que muere de hambre mientras se decide tomar la decisión de sacar por la fuerza a los bandoleros que actúan sin piedad sólo por mantenerse en las cumbres del poder.
El caso más impactante y más reciente acaba de suceder en la ciudad de Mérida, donde dos profesores de gran trayectoria vital, que consagraron su existencia a la formación de jóvenes y la producción de conocimientos al país, son hallados en estado de inanición. Me refiero al profesor Pedro Salinas quién fue hospitalizado debido a su estado avanzado de desnutrición y su esposa, aparentemente muerta por hambre. Esto es vergonzoso, indignante, aterrador e intolerable.
¿Cuántos venezolanos más, académicos o no, todos valiosos, tienen que correr con la misma mala suerte en espera de decisiones contundentes?. Las decisiones sólo se materializan cuando las convertimos en acciones. “ Una de las artimañas de las que se vale el miedo es hacernos dudar de si elegimos las acciones adecuadas”, dice Habif, y no tengo la menor duda que salir de los delincuentes despiadados y usurpadores en el poder a como dé lugar, es una de las decisiones más necesarias, adecuadas y urgentes.
La coacción, el chantaje, la provocación, el miedo no pueden forzar la conciencia de quienes ya tenemos la plena convicción de la necesidad de rescatar nuestros valores personales, organizacionales y sociales. Ese es un compromiso con la Patria, con la familia, con el futuro, con la libertad y la democracia que hemos adquirido la inmensa mayoría de los venezolanos.
Estamos convencidos que la alquimia tal como la asumen los musulmanes, es decir, convertir un metal vil como el plomo en oro, es querer convertir un hombre mediocre y vil en un hombre virtuoso, y esto es imposible con el chavismo y sus socios y seguidores ya que las mentiras y las argucias son los instrumentos favoritos de los mediocres y viles para intentar imponer sus ideas.
El desespero y el miedo ante la rebeldía del pueblo venezolano que está asqueado ante tanta descomposición social, ha hecho brotar las pústulas pestilentes del régimen. Tomemos la gran decisión, sigamos los consejos de San Agustín, porque la soberbia no es grandeza sino hinchazón, y lo que está hinchado parece grande, pero no está sano.
Neuro J. Villalobos Rincón
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