Hugo Delgado: La abstención como derecho

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El 2 de diciembre  de 2021, Ybéyise Pacheco (Diario Las Américas) afirmaba que el pasado 21 de noviembre hubo abstención en el régimen y en la oposición. El planteamiento resulta interesante  si se observan los números, la actitud del votante y el comportamiento post21-N de los políticos de ambos bandos.

En las últimas elecciones  para la Asamblea Nacional Constituyente (2017), regionales y municipales (2013), presidenciales  (2018) y nuevamente las de escogencias  de alcaldes, gobernadores y legisladores locales (2021), se generaron discrepancias entre quienes asumían la abstención como bandera de protesta y desconfiaban en el sistema, y quienes consideraban esta opción electoral como el mecanismo para deslegitimar y desnudar sus fallas y parcialidades.  Gracias a ese acto generalizado,  la comunidad nacional e internacional desconoció a la Asamblea Nacional Constituyente, la reelección de Nicolás Maduro (2018) y a la Asamblea Nacional (2020)

Ambas posiciones tienen sus razones para justificar sus “praxis”, unas porque la democracia debe fundamentarse en la verdad y la confianza (cuestionable  en las instituciones y la legalidad generada durante las últimas dos décadas), la otra porque la humanidad  a estas alturas de su historia, supone que superó la barbarie, desarrollando mecanismos de diálogo y conciliación que facilitan la solución de sus asuntos sociales, y es la vía del voto una opción para alcanzarlos.

Si  el 21 de noviembre 2021 la abstención fue una de las características del proceso electoral, entonces hay que revisar el factor confianza institucional, las condiciones de la representatividad, el liderazgo y su discurso. Si el indicador de ausencia en las urnas fue casi 60% y vuelven a mostrarse las costuras de un sistema violento, parcializado (si no la gano la repito como el caso Barinas), sin garantías, sanciones judiciales aberrantes, corrompidas y cuestionadas, entonces no es nada atractivo para un votante agotado y desconfiado, ejercer su “derecho”. 

Pacheco también advierte: “El oficialismo ganó, pero ahora son menos. Tienen más gobernaciones, pero perdieron poder municipal. Han registrado la participación más baja en el histórico del chavismo. Igual, el proceso del 21N ratificó que en Venezuela no hay elecciones libres. El pronunciamiento de la Misión de Observación Electoral de la Unión Europea no dejó dudas sobre esta conclusión. Consolarse con que la abstención triunfó nos divide, y señalar con el dedo acusador a quienes no votaron, también.”.

Preocupa la posición de opositores negados a reflexionar y  dar una lectura precisa de lo ocurrido. Ataques, traiciones, mercenarios de la política, no se detienen ante la crisis nacional. Solo hay espacio para los intereses personales, preocupados por el poder futuro que no termina de llegar, porque han sido incapaces de construir propuestas para terminar de sacar a un régimen técnicamente caído y cuyo discurso ya no es  atractivo, para unos seguidores que ya caminan hacia Estados Unidos por la frontera mexicana, o se acomodan en Latinoamérica o Europa buscando un mejor futuro, sin arrepentimiento alguno, luego de apoyar una de las gestas más destructivas  de la era democrática. 

Si el objetivo de la oposición  del 21N era comenzar a construir   las condiciones electorales (movilización política, condiciones para el cambio político, apoyo internacional y local), parte de sus mismos gestores políticos -como el G4- se han encargado de desvirtuarlo, tergiversando la información, evadiendo responsabilidades (por ejemplo Primero Justicia con Henrique Capriles y Julio Borges) y buscando culpables de lo ocurrido. Varias de esas acciones emprendidas –antes del proceso-  por personeros que le hicieron el juego al régimen (caso Humberto Calderón Berti), ahora ni siquiera aparecen en los medios,  estimularon la abstención.

El perdedor en esta contienda  fue  Venezuela que prolongó su agonía, con un régimen inepto, corrupto y destructor, que solo utiliza estos eventos electorales para bañarse -de vez en cuando- de demócrata. El  docente de la Universidad del Zulia, Angel Lombardi (venezuelausa.org 29-11-2021) en un fragmento de un artículo reciente refería: “El Pueblo «que ganó» sólo fue otro instrumento de manipulación ideológica, de la misma forma que los llaneros. Y esto es un asunto aún no resuelto en el presente. De hecho, tenemos un populismo histórico que bebe en esta laberíntica fuente y es uno de los principales nudos para asumir la modernidad política”.

Ese hartazgo, luego de 22 años de manipulación y explotación de las necesidades humanas, ha conducido al venezolano a caminar por la senda de la desesperanza, con una dirigencia  que no entiende, que al igual que  los llaneros y la Venezuela cimarrona referida por Lombardi,  existe un pueblo que solo quiere su paz y libertad, mientras el liderazgo chavista constata con frecuencia que nunca luchó por un mejor país, sino por un botín. Y en el otro lado de la acera,  los opositores muestran su incapacidad de noquear a un régimen  que “tambalea” pero no cae, desde hace mucho tiempo.

@hdelgado10