“Es de ilusos creer que el mérito puede abrir las puertas de un régimen envilecido.” José Ingenieros.
Estamos obligados, léase bien, obligados a rechazar no sólo la retórica oscurantista del régimen sino además sus intentos por imponer un sistema comunal contrario a nuestros principios y valores, para quien las elecciones y su control, son un mecanismo más del engranaje de dominación política del cuerpo social.
Comparemos por ejemplo, lo que dicen y hacen hoy, a escasos días de la farsa electoral del próximo 21 de noviembre, con lo que decían sus voceros, con Chávez a la cabeza, antes de su llegada al poder. “En Venezuela no existe separación alguna entre las ramas del poder público, pues los partidos políticos violando deliberadamente sus funciones de intermediarios entre la sociedad y el Estado conspiran entre sí para usurpar la soberanía popular y lograr que el Ejecutivo se arrogase la totalidad de los poderes del Estado, con lo que el Ejecutivo devino en tiranía y el ejercicio de la soberanía popular, a través del voto, quedó reducida a una farsa grotesca, deliberadamente vaciada de todo contenido y propósito.” Hoy la realidad supera los hechos de entonces y sin embargo, convocan a elecciones y hay quienes por ambición o cualquier libre justificación participan.
Nadie que se precie de demócrata puede estar en contra de elecciones libres, salvo que estén muy viciadas y envueltas en una espesa y descarada manipulación desde su convocatoria hasta el final del proceso como éstas de ahora. La democracia no se concibe como dos lobos y una oveja decidiendo qué se va a comer. El resultado es predecible. En nuestro caso, lo es, y los gritos plañideros e histeria de los derrotados también lo son.
Yo manifesté en unas declaraciones públicas días atrás, que no estaba de acuerdo en participar en las próximas elecciones del 21 de noviembre de este año 2021, pero, que si se decidía movernos en unidad para participar que así se hiciera, o si se decidía no participar que así se explicara. No hubo decisión unitaria y para mi, el grito de El Libertador aún retumba en mis oídos: “Uníos, uníos, o la anarquía os devorará.”
Insisto, urge clarificarnos sobre lo que verdaderamente queremos y la nación necesita: una libertad plena, y no puede haber ésta donde reina la miseria. De nuevo retumba la frase de El Libertador: “Un pueblo ignorante es un instrumento ciego de su propia destrucción.”, Ahora reforzada con palabras de Dostoievski: “ En la miseria no hay, ni ha habido nunca quien conserve intactos la nobleza de sus sentimientos.” Evitemos convertirnos en un pueblo de miserables.
Se hace necesario despertar la inquietud personal por un destino mejor, apegado a los valores individuales, sin desconocer las exigencias armonizadoras con los valores sociales, entre los cuales los democráticos son esenciales. La libertad es consustancial a la democracia, pero tenemos obligatoriamente que apartarnos y alejarnos de aquellos que mezclan oportunistamente las escrituras celestiales con los afanes materialistas y con los ideales de nuestros libertadores. De aquellos, que como he escrito antes, hablan con rimbombancia para los ignorantes sin culpa y los miserables con intelecto pero sin honor.
Urge construir una democracia, con voluntad política, donde “la autonomía de la forma y de la norma jurídica debe garantizar que el derecho no se reduce a la arbitrariedad perennizada de la fuerza de la razón de Estado”, como ya lo anotara Javier Biardeau, simpatizante del proceso, en alguna ocasión.
La coacción, el chantaje, la provocación, el miedo, no forzarán la conciencia de quienes tenemos la plena y firme convicción de rescatar la libertad, la democracia y sus valores fundamentales, así como nuestros valores personales que nos enaltecen y caracterizan. Ese es un compromiso con la Patria, con la familia y con el futuro, que hemos adquirido la mayoría de los venezolanos. Urge retomar nuestra capacidad de soñar. Obligados estamos a unirnos de nuevo en pos de un ideal, esa partícula de ensueño que se sobrepone a lo real y nos hace rebelde frente a la mediocridad.
Neuro J. Villalobos Rincón