Luis Carlos Vélez: El dilema de los Saab

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A los mafiosos solo les importa el dinero. Por eso hacen todo lo posible para cuidarlo y que nadie, solo ellos, tenga acceso a él. Álex Saab no es la excepción, la diferencia es que él mismo es la clave de la fortuna en oro que durante años saqueó junto con sus secuaces de Venezuela. Expertos que siguen el caso en Estados Unidos le aseguran a esta columna que las autoridades están solamente tras dos cosas: el acceso al oro robado por Saab y detalles del gigantesco negocio de gasolina por misiles con Irán. Para lograr su primer cometido es esencial que Saab esté vivo.

Una semana antes de que se concretara la extradición de Saab empezaron las consultas en Miami sobre lo que sería necesario con el fin de que eventualmente el colombiano pudiera pasar parte de su proceso en libertad. Para ello, sería necesario un fuerte esquema de seguridad que garantizara que permaneciera con vida. Es decir, que nadie tuviera acceso a él y que él mismo no pudiera hacerse daño. Las averiguaciones forman parte de un procedimiento estándar en los casos de personajes con este perfil, y de las que se puede anticipar su intención de querer tener casa por cárcel como parte de sus beneficios vía colaboración.

Aunque suene injusto o como un disparate que las autoridades pudieran contemplar ese tipo de beneficios, hay dos razones que permiten concluir que se trata de un escenario totalmente plausible: primero, Álex Saab es un bandido que tiene un arsenal de colaboración con el potencial de llegar a personas mucho más peligrosas y corruptas que él; y, segundo, que sea necesario mantenerlo por fuera del sistema penitenciario estadounidense. Explico lo segundo.

Cuando un reo está dentro de una prisión americana, su movilidad es prácticamente imposible. Hacer realidad su desplazamiento para cumplir cualquier tipo de requerimiento es toda una pesadilla burocrática. Por el contrario, si el personaje está bajo custodia de privados que hagan las veces de US Marshals, el papeleo, aunque aún extenso, tiene más posibilidades de trámite.

La movilidad de Saab es una de las condiciones a las que están llegando las autoridades estadounidenses. La razón fundamental es que Saab es el único que tiene acceso a las claves encriptadas de las bodegas donde está guardado el oro saqueado, y una parte de su cuerpo podría ser precisamente otro elemento de los códigos secretos.

¿Suena a Indiana Jones? “Saab no anda con las claves de las bodegas del oro en el bolsillo escritas en un papelito, ni sacar de donde esté todo el dinero robado se logra con hacer un clic en un computador”, le dijeron las fuentes a este reportero. “A Saab los gringos lo necesitan vivo y presto a ser movido sin mucha antelación”, afirmaron los altos conocedores en el tema, que por motivos de seguridad pidieron no ser identificados.

Pero antes de que Saab pueda dejar el overol naranja pasará tiempo. El primer nudo que tendrá que desenredar es el de su esposa. Aunque la modelo italiana Camilla Fabri se presenta como una dulce paloma preocupada por las desventuras de su marido y otros dicen que está secuestrada por el despiadado régimen Maduro, la verdad es que la mujer también está abogando por su hermano. Lorenzo Antonelli es buscado por las autoridades italianas y estadounidenses por ser el socio de Saab, en otras palabras por ser el testaferro del testaferro. Cuñado y concuñado trabajaron juntos en un esquema de explotación de oro venezolano, todo con el presunto auspicio de la bella Camilla.

El caso Saab dará mucho de qué hablar en los próximos meses. Aún está por definirse qué tan enredada estaría Piedad Córdoba, señalada de ser la persona que contactó a Saab con las entrañas del régimen venezolano, y cuáles fueron los entramados del lavado de activos que involucró múltiples empresas de alimentos, textiles y petróleos para explotar al máximo el esquema corrupto de cotización de dólar Cadivi.

Saab sabe que lo necesitan vivo y dispuesto a cooperar. Su problema mayor es que en algún momento deberá llevarse por delante a su mujer y su hermano. Por su parte, su mujer deberá decidir entre traicionar a su marido o la única persona que lleva su propia sangre.

Luis Carlos Vélez/ Semana