Kaled Yorde: ¿Quienes somos?

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Socrates, el gran filósofo clásico griego, inmortalizola siguiente frase: «HOMBRE, CONOCETE A TI MISMO»

!Conocerse a sí mismo es un acto  rayano a la trascendencia y su alcance es  profundo y de órden ontológico. Algo importante: Hay que ser conscientes de ello. Para conocerse a uno mismo es indispensable escudriñar a la propia conciencia y su tamaño evolutivo.

Esa tarea habla de la nueva conciencia que es menester cultivar y desarrollar, puesto que con la vieja no hemos sido libres, ni felices; mucho menos hemos aprendido  a vivir en paz y armonía con los demás, ni tampoco con nosotros mismos.

La labor más importante de toda persona espiritual, es despertar a la nueva conciencia, una condición divina que expresaa Dios en las actitudes de la cotidianidad. Es, si se quiere, hacer carne la cita Bíblica de » sois dioses».

¿Cuál es el significado de ser conscientes de ello? Ser conscientes es percibir lo esencial en cada uno de nuestros actos y en la naturaleza de todo lo que nos rodea. Ello involucra a la responsabilidad en el ejercicio de la verdad. Y tal como lo expresara Carlos Fregtman, » lo cotidiano se vuelve trascendente y lo humano se vuelve divino.»

Actuar según un nuevo estado conciencial amplio y ensanchado, es ser Cristo en acción; tambien, imitación de Cristo. Podríamos asemejar esto con  un surtidor de agua que riega la grama: El agua que le llega a través de la manguera es esparcida a su aldededor para beneficiar la hierba.

Los sabios y rabinos del judaísmo enseñan que el hombre tiene el deber de compartir la energia que recibe del cosmos, con su prójimo ( Altruismo, servicio y atencion a los menesterosos y necesitados), luchando a brazo partido contra la otra tendencia natural, que es la más frecuente: El deseo de recibir y retener para sí mismo (egoismo, avaricia).Si se logra entender el alcance del ensanchamiento conciencial, la persona despierta de inmediato a la nueva conciencia y conocerá a plenitud quien es realmente.

Si somos conscientes de ser chispas divinas del Creador, embutidas en un  cuerpo físico (espíritu y alma), nos corresponde obrar como  «dioses encarnados»  llenos de Amor (la A en mayúscula), de justicia, bondad, integridad  y honestidad supremos.

Si se coteja  lo hasta ahora escrito  con la historia de  la humanidad, espiritualmente hablando, caemos en cuenta que  nunca hemos actuado como dioses encarnados, ni como Cristo: Carecemos de Amor, somos violentos, todo lo queremos resolver por las malas, no hay bondad ni transparencia en los corazones, nos identificamos más  con el cuerpo físico que con el espíritu y el alma. Eso es lo que somos hoy en día, con la honrosa excepción  de una minoría que siempre la hay.

Muchos -la inmensa mayoría de la humanidad-  creen que por el hecho de pertenecer a algún  credo y más o menos cumplir con sus preceptos, es suficiente. Se trata de un error. La gran esclavitud del hombre siempre ha sido y sigue siendo el culto y la adoración del becerro de oro ( Dinero, poder, apegos   a lo material ), explotando al prójimo de manera consciente o sin darse cuenta de ello. Esa es la razón principal de las crisis en el mundo y de las amenazantes tinieblas en las que vive la humanidad entera.

En pocas palabras: El hombre cambió al Dios verdadero por el poder y el dinero, habiendo su corazón endurecido como una roca. El caso es que como seres humanos hechos a imágen y semejanza de Dios, aún nos falta mucho por alcanzar.

¿Que nos sigue faltando? Quien ha respondido mejor a esta interrogante de manera por demás sobresaliente, fue  el mundialmente renombrado místico hindú, Sri Aurobindo. Así dijo: «Aún nos queda por realizar al AMOR, pues hasta el presente no hemos realizado  más que el odio y nuestra propia satisfacción; el  CONOCIMIENTO, pues hasta el presente no hemos alcanzado más que errar, confundir las cosas con un  criterio subjetivo y egoísta; la FELICIDAD, pues hasta el presente no hemos realizado más que el placer, el dolor y la indiferencia; el PODER, pues hasta ahora no hemos realizado más que la debilidad, la lucha y una victoria sin fruto; la  VIDA, pues hasta el presente no hemos llegado más  que  a nacer,  crecer y morir; y la UNIDAD, pues hasta el presente, no hemos realizado más que la guerra y las separatividades.

¿Qué es lo que tenemos entonces que hacer para realizarnos y ser felices? «LA DIVINIDAD; rehacernos a la imagen de Dios.»

Kaled Yorde