“Aunque nadie puede volver atrás y hacer un nuevo comienzo, cualquiera puede comenzar a partir de ahora y crear un nuevo final”. Juan Miguel Ávalos
Quién no recuerda la frase “amigos invisibles” que popularizó el escritor Arturo Uslar Prieto en su programa de televisión “Valores Humanos” cuando en edad adolescente a muchos de nosotros este ilustre venezolano nos paseaba por distintas facetas de la historia nacional y universal. Su frase para dirigirse a quienes estábamos del otro lado de la pantalla hoy cobra fuerza en la actual Venezuela, donde la destrucción no ha sido cosa del azar sino de un propósito político de desaparecer valores sociales que se lo debemos a la Revolución del Siglo XXI. Eso en el libro de realizaciones quedará rubricado en la historia al habernos llevado a convertirnos en un estado de menesterosos en el tablero mundial de las naciones —algo más de dos décadas después—, cuando desde Miraflores la borrachera electoral en 1998 por el “triunfo del pueblo” echaría de la tierra de Simón Bolívar al imperialista gringo y nuevos “amigos invisibles” nos tenderían su mano “amiga, sincera y desinteresada” para salir del atraso, subdesarrollo y convertirnos hoy —sólo en los discursos oficiales—, en una nación “próspera, moderna y soberana”.
Uslar Pietri, casualmente estuvo entre los promotores de defenestrar a CAP y luego su proceder en poco tiempo llevó a la muerte de la IV República. Consciente o no de lo que hacía, contribuyó a que la Venezuela anterior llena de imperfecciones, problemas e injusticias que eran perfectamente corregibles, saliera de “Guatemala” y llegara a «Guatepeor” cuando los índices de extrema pobreza, hiperinflación, malos servicios públicos de agua, electricidad, transporte, salud, seguridad, educación y escasez de combustible, entre otros, nos convierten en referencia de las principales agencias de las Naciones Unidas y ONGs que reportan que la calidad de vida del venezolano es una de las peores del mundo, detrás de la ambulancia.
Nuestro nuevo club de amigos invisibles de estos tiempos de revolución son Rusia, China, Irán, Bielorrusia, Cuba, Vietnan y Turquía, entre otros, desde donde dependen muchas de las cosas que a diario vemos en nuestra nación.
Cambiar para mejorar es en cualquier sociedad o en nuestros propios hogares una acción plausible, aceptable y necesaria para lograr el bien común de vivir, alimentarse y tener una calidad de vida excelente, además, complementada con servicios públicos de primera. Eso en teoría suena muy bonito. Sin embargo, lo desmiente la salida diaria que ya suma millones que han huido a otras tierras, cuando hoy la realidad del venezolano no es esa sino todo lo contrario. El discurso según el cual todos nuestros males obedecen al imperialismo yanqui a estas alturas del juego queda, digamos, desmontado y sólo se trató de una buena pieza oratoria propagandística que muchos compraron como cierta. Si bien para quien esto escribe los gringos no fueron ni son ningunos panas desinteresados en poseer nuestras riquezas como bien en su momento lo advirtió Simón Bolívar, lo cierto, por demás verdadero, es que defenestrados los gringos como lo han sido de nuestra tierra, los nuevos panas, —algo así como Los Superamigos—que integran Rusia, China, Irán, Bielorrusia, Turquía, Vietnan o Cuba no son hoy sólo aliados desinteresados por solidaridad divina. Amigos de esos en buen lenguaje coloquial es similar a “ratón del queso”.
Dice un adagio popular que los amigos se conocen cuando uno de ellos está enfermo en el hospital o preso. Debe ser por eso que Moscú intenta preservar sus intereses e influencia en la región. Rusia, junto con China, ha financiado a Caracas en medio de la aguda crisis económica que ha vivido el gobierno de Miraflores al que ha entregado miles de millones de dólares. El Kremlin también ha prestado apoyo al sector militar y petrolero.
Por su parte China es otro de los grandes aliados de Nicolás Maduro.
Beijing ha mostrado su apoyo al Gobierno y ha censurado la intromisión en asuntos internos de Venezuela a los Estados Unidos. China ha sido uno de los bastiones financieros del gobierno chavista.
Mientras que otro aliado como Irán también se ha pronunciado y criticado la “injerencia abierta” de Estados Unidos. “Irán se opone a cualquier intervención en los asuntos internos de Venezuela, así como a las acciones ilícitas y no constitucionales como intentos de golpe de Estado”, señaló en su momento Bahram Qasemi, vocero de la cancillería.
Otro aliado, el presidente turco, Recep Tayyip Erdogán, también ha reiterado su respaldo a Maduro afirmando que “estamos contra la injerencia en los asuntos internos de Venezuela”.
En resumen, claro y demasiado realista sin que pueda ser disimulado por la propaganda oficialista, es que los venezolanos al cabo de dos décadas de gobierno chavista lo que sí sabemos es vivir de angustia en angustia, estresados y tratando en el día a día resolver la alimentación en el hogar, adquiriendo algunos productos de la llamada cesta básica que hace rato remontaron las nubes por sus altos precios que golpean al segmento más pobre de la población venezolana en la que de pobres, muchas familias han pasado a la categoría de sobrevivir en pobreza extrema. Las ONGs venezolanas y agencias internacionales de alimentación han advertido la indefensión en la que están el segmento de la población infantil y de la tercera edad. La Unicef y la organizacion Cáritas de Venezuela, adscrita a la Iglesia Católica, están actualmente en barriadas y sectores populares del país distribuyendo alimentos a niños y ancianos afectados por índices preocupantes de desnutrición en un país donde irónicamente la propaganda oficialista nos apabulló hasta el fastidio de que teníamos “independencia alimentaria” cuando ni siquiera los productos de las cajas Clap son totalmente de origen venezolano.
José Aranguibel Carrasco