Como cabría suponer, este sábado la prensa oficial castrista se vuelca con la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), que celebra su sexta cumbre en México y que ha justificado la visita oficial a ese país del dirigente comunista cubano, recibido con mucho don pero poco din, por Andrés Manuel López Obrador (Amlo). Al fin y al cabo, Morena es una organización que comparte muchos ideales y principios con el Partido Comunista Cubano. Dios los cría y ellos se juntan. Granma titula su artículo Tiene la palabra la Celac, y creo, sin embargo, que lo más importante es pensar si tiene futuro la Celac.
La respuesta es mucho más especulativa y menos enfática que estas declamaciones comunistas a las que Granma nos tiene acostumbrados, como si se tratase de glosar una gesta histórica permanente. Ojalá algún día el comité editorial de este periódico se dé cuenta del ridículo que están haciendo ante el mundo. Espero que sea pronto, y en una nación libre en que uno de los principios fundamentales a respetar sea la libertad de prensa.
Vayamos al asunto que nos ocupa, ¿tiene futuro la Celac?
Conviene recordar brevemente que esta organización surgió bajo dos principios fundamentales: oponerse a la OEA hasta lograr su desaparición y asumir los principios del llamado socialismo del siglo XXI, que iba ganando espacio en la región por medio del petróleo chavista que se había puesto al servicio de esta aventura. La agenda de la organización fue creada por Chávez, Lula y el autor material, Fidel Castro, que soñó los últimos años de su vida con un proyecto regional que sirviera para acabar enfrentando a unos países contra otros.
Por suerte, el segundo principio está lejos de conseguirse y no parece factible. Además, la Celac, sus principios, su financiación, sus relaciones políticas e interdependencias han mostrado notables limitaciones para hacer frente a los retos globales de este siglo. En concreto, la llegada del covid-19 ha arrojado no pocas sombras de duda sobre la utilidad de esta organización.
Por ello, esta sexta cumbre se presenta interesante, porque las especulaciones sobre la Celac van a estar encima de la mesa, por mucho que las diplomacias haya intentado suavizar las posiciones y alcanzar algún acuerdo que permita la continuidad del proyecto, revitalizar su organización y darle nuevos aires justo en un momento muy complicado en que los países, por razones obvias, tienen que centrarse en resolver sus problemas propios y dejarse de majaderías y aventuras que solo cupieron en mentes calenturientas, muchas de ellas desaparecidas física o políticamente de la faz de la región.
Es por ello que la organización ha decidido concentrarse en el primer principio: acabar con la OEA. Un buen ejemplo de la crisis de la Celac se encuentra en que en vez de avanzar proyectos y tareas para la organización, algunos dirigentes han recuperado las viejas tesis de forzar la desaparición de la OEA como asunto prioritario. Los que defienden esta propuesta, con Amlo a la cabeza, piensan que la Celac solo podrá tener futuro en la medida que se ponga fin a la OEA, a la vez que ven como un organismo subordinado a Washington.
Grave error. Fortalecer la Celac no tiene que ver con desaparecer la OEA o cualquier otro proyecto de cooperación regional, como las Cumbres de Cooperación Iberoamericana impulsadas desde Madrid, convertidas este año en discursos hilarantes contra el embargo de Estados Unidos.
En contra de las tesis uniformistas, todo cabe en la diversidad. Imponer una sola forma de ver las cosas y exigir una penosa unicidad basada en unos principios comunes que, por suerte, no todos los países hacen suyos, es absurdo. Esa búsqueda de la unidad dentro de la diversidad es una trampa fundacional de la Celac, de la que, cuando se cae, resulta muy difícil salir. Un buen ejemplo: en lo que algunos dirigentes autoritarios califican de “injerencias foráneas”, otros ven justo lo contrario, y por ello es difícil avanzar.
Calificar a la OEA como “desprestigiada, entidad moribunda, contraria a los intereses latinoamericanos y cumplidora del guion elaborado por el Gobierno de Estados Unidos para mantener sometidos a nuestros pueblos” es otro buen ejemplo de ese lenguaje “uniformista” que se quiere imponer a todos los gobiernos de América Latina, cuando precisamente no todos piensan lo mismo. Además, alguien podría acabar pensando lo mismo de la Celac.
Todos estos adalides de la Celac se deberían dar cuenta que si la OEA no ha desaparecido es por algo, y que más que buscar cambios de actitud o posiciones radicales, tiene mucho más sentido avanzar en la cooperación, el diálogo y el entendimiento, porque al final de eso se trata. Y no enfrentar a unas naciones contra otras, a partir de posiciones que son contrarias a las libertades públicas, el respeto a los derechos humanos y la democracia plural.
Los comunistas de Granma califican esta estrategia de entendimiento y conciliación como “curitas cosméticas” o “reforma no conceptual” y declaran su apuesta por la destrucción de la OEA, una empresa en la que identifican a los integrantes del socialismo del siglo XXI, como si estos fueran los únicos que existen en América Latina o tienen derecho a imponer sus principios e ideas al resto.
Concentrar el futuro de la Celac en la desaparición de la OEA parece que será el objetivo de esta sexta cumbre. Se olvidarán del covid-19, de los deficientes resultados económicos en la región, como ha informado recientemente la Cepal, de la necesidad de potenciar el comercio mundial y las inversiones de las empresas trasnacionales, de asegurar empleo estable y de calidad para los ciudadanos de sus países y lograr así superar el atraso económico.
De eso no hablarán, porque quien financia todo este tipo de aventuras, la Venezuela chavista, no está para grandes celebraciones, y a falta del oro negro de ese país, es necesario encontrar alguna forma de financiar la Celac y su existencia. Mucho me temo que este será el asunto a tratar en esta sexta cumbre, pero de ello en Granma y la prensa oficial cubana no dirán gran cosa. Andan justificando con argumentos impresentables los apagones continuos que sufre el país, con origen igualmente en los menores suministros de petróleo venezolano. ¿Serán México y Amlo capaces de cargar a cuestas con la Celac? Lo dudo. Porque una cosa es plantear una batalla y, otra bien distinta, ganarla. Y el escenario no está para este tipo de espectáculos. La sexta cumbre será como las demás: una colección de mensajes majaderos y de fotografías, y a Díaz-Canel alguien le dirá: “Comes y te vas”.
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