José Aranguibel: ¿Aires de libertad?

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“La libertad es lo único que no se puede tener si no se está dispuesto a darla a los demás” Juan Miguel Ávalos

A pocos días de conmemorarse 68 años del asalto al Cuartel Moncada —26 de julio de 1953– en la Cuba del prócer José Martí, el sufrido pueblo de esa isla hermana decidió lanzarse a las calles este último domingo sin violencia ni detonando un solo triquitraqui, sino más bien gritando a todo pulmón “patria y vida” que sorprendió a un atónito, desprevenido y confiado gobierno revolucionario que le explotó en su cara el descontento de un pueblo cansado de sufrir por el desabastecimiento, escasez de todo y la precariedad de los servicios de salud que en los últimos días terminó de agravarla la alta incidencia de casos por la pandemia del Covid-19.

Esta acción de cientos de miles de hombres y mujeres cubanos, —sobresaliendo jóvenes de uno y otro sexo—, también sorprendió al mundo entero por tratarse de una nación que ha estado sometida por más de seis décadas a una sola forma de férreo gobierno izquierdista dirigido por Fidel Castro Ruz hasta su muerte, después por su hermano Raúl y hoy por Miguel Díaz-Canel, quien conduce el timón a través de un Consejo de Estado en la única nación comunista de este lado del planeta que logró sobrevivir a la desaparecida URSS. Teniendo una población superior a los 11,33 millones de habitantes hasta 2019, Cuba, inspiración de cientos de jóvenes izquierdistas en América Latina, después de la llegada de Fidel Castro Ruz y sus barbudos a la Habana en 1959, transitó por muchos años sosteniéndose por el apoyo soviético que luego de la caída y disolución de ese Estado comunista europeo, —cuando gobernaba Mijaíl Gorbachov—, su población vivió la continuación, pero mucho peor de terribles años de dificultades de todo tipo durante el llamado “Período Especial” que incluía todo tipo de escasez de bienes y servicios y, especialmente, la desaparición de alimentos que obligó a la implantación de una tarjeta de racionamiento que puso al descubierto que las bondades de la revolución cubana nunca ha llegado a cubrir las necesidades mínimas de sobreviviencia de su población en su larga guerra de declaraciones contra Estados Unidos como el culpable de sus males, cuando por años sus vecinos han mantenido un duro y drástico bloqueo económico contra el gobierno comunista, especialmente en épocas de administraciones republicanas y algo más light con los demócratas como sucedió con el expresidente Barack Obama, cuando se permitió cierta apertura y negocios en el sector turístico que significaron divisas para la isla.

Sin embargo, el apretarse el cinturón en Cuba siempre ha significado que la peor parte la ha llevado siempre su pueblo, ese mismo que salió el domingo por miles a la calle a pedir “patria y vida”, porque los  “camaradas” del alto gobierno y figuras del partido que son “patria o muerte” han tenido siempre muy seguro los tres golpes diarios del estómago y las comodidades y ventajas del poder. Por algo será que la Cuba comunista no ha sido ningún paraíso como lo cantaba el desaparecido Carlos Puebla y su Tradicionales y menos que la realidad de su gente no es vivir en ningún mar de la felicidad, porque incuantificable es el número de cubanos que han salido o mueren en el camino huyendo como balseros hasta las costas de Estados Unidos, buscando una mejor calidad de vida que no les ha garantizado la revolucion. Igual, ya no extraña leer en medios de comunicación y redes sociales las frecuentes deserciones de deportistas o delegaciones culturales cuando salen a eventos internacionales. Además ni antes ni ahora, al pueblo cubano se le ha consultado en más de 60 años, si su deseo sigue siendo vivir o no en comunismo, o tener el derecho de elegir a sus gobernantes ya que desde la selección del jefe del Estado, hoy ostentado en Miguel Díaz-Canel, hasta cualquier otro funcionario ha sido designado a través del Consejo de Estado y no en elecciones democráticas por la vía del voto universal, directo y secreto. Recuérdese que en esa isla caribeña desde 1959 ha sido el Partido Comunista Cubano, (PCC), la única organización política legal, no existe ninguna otra, están proscritas, sean de tendencia opositora o disidentes que el gobierno persigue y encarcela.

Por eso, la supervivencia en el tiempo de la Cuba comunista no ha sido nada fácil para la población, porque con la desaparición de la URSS con la que la isla tenía a su mejor socio comercial con 70 por ciento de negocios y un proveedor seguro del 98 por ciento del petróleo necesario para mover la maquinaria industrial y agrícola, en ese momento todo desapareció al salir del ajedrez político el gigante comunista europeo. Es en los primeros años de la década de 1990 cuando el “Período Especial” puso a prueba el ingenio, astucia y sagacidad de los gobernantes comunistas, dirigidos por Fidel Castro Ruz, cuando a través de la Asamblea Nacional adelantan una legislación especial y de emergencia que permitió el ingreso de inversiones y capitales en la industria turística y otras medidas que garantizarán divisas, pero no por ello la miseria y el hambre que golpeaba a la isla disminuiría la ya precaria calidad de vida de los cubanos. En 1994 por primera vez los cubanos se lanzan a las calles en protestas que fueron reprimidas y que el gobierno logró controlar y apaciguar. Luego con el pasar de los años Venezuela —después del triunfo de Hugo Chávez Frías en diciembre de 1998– nuestro país vino a convertirse en la tabla de salvación de Cuba. Teníamos demasiado dinero y ya la chequera comenzaba a caminar por América Latina. Desde ese momento hasta el Sol de hoy el gobierno cubano agarró otro aire cuando su nuevo socio, nuestro país y sus riquezas, permitieron concretar acuerdos y negocios rubricados a través del Convenio Integral de Cooperación Cuba-Venezuela, (CIC), que permitió el intercambio de bienes y servicios entre ambos países por cinco años, prorrogables por el mismo tiempo.

“Venezuela”, según el documento de creación del CIC, “se comprometió a enviar, inicialmente, 53 mil  barriles diarios de petróleo a costo preferencial, mientras que Cuba acordó mandar a más de 13 mil trabajadores cubanos, especialmente del área de salud para prestar asistencia médica y, además, abrió la puerta para que sus medicamentos llegarán a la población venezolana.


“A 20 años de ese acuerdo, el convenio trata de sostenerse y aparentar buena salud en medio de las adversidades que supone, entre otros factores, la pandemia del Covid-19”. Con menos barriles de crudo para intercambiar y la gasolina que en Venezuela hace falta a diario que se traduce en kilométricas colas de carros, nuestro país aún “recibe médicos y medicinas de Cuba. “Según la información oficial, el gobierno cubano está enviando antivirales y tratamientos homeopáticos, elaborados en su mermada industria farmacéutica para ser probados contra el nuevo coronavirus, pero no se conocen datos de 2019 y 2020 con respecto a la exportación de medicinas genéricas y otros productos, planteados en el convenio.


“La discreción y la poca transparencia con la que se ha manejado el convenio de cooperación despiertan sospechas sobre la ocurrencia de posibles irregularidades en su ejecución.


“Desde 2016 no están disponibles los datos oficiales sobre la cantidad de medicinas importadas en el marco del convenio bilateral ni su distribución a los consultorios y demás centros de atención de la Misión Barrio Adentro. Sin tener registros, el personal sanitario que aún labora en algunos dispensarios percibe que los suministros han disminuido desde el año 2017. Entre el 1 de septiembre y el 8 de octubre de 2020, en visitas y entrevistas hechas en nueve establecimientos de salud, entre consultorios populares y Centros de Diagnóstico Integral (CDI), de cinco estados de Venezuela se supo que las medicinas entregadas sin costo alguno, no son distribuidas en la misma cantidad ni frecuencia.

“En algunos casos, los medicamentos que llegan duran sólo unos días y su control recae exclusivamente en el personal médico cubano.


“Con el convenio de cooperación, Venezuela firmó distintos proyectos en áreas de salud. Se desconoce la cantidad de acuerdos, pero de la revisión de las Memorias y Cuentas del Ministerio de Salud, entre 2002 y 2015, último año publicado, se desprende que el despacho suscribió al menos 247 contratos, incluidos los de adquisición de medicinas para dotar el sistema de salud pública venezolano”.

Lo cierto es que a Venezuela este aliado caribeño nos ha salido muy caro y costoso en nombre de una “fulana solidaridad entre los pueblos” pero mientras millones de dólares del tesoro nacional por renta petrolera han ido a oxigenar a la economía cubana —luz para la calle y oscuridad en la casa—, en la tierra de Bolívar, Urdaneta y Sucre, miles de padres, madres o jefes de hogar despiertan cada día pensando cómo garantizar la alimentación de sus familias o armarse de paciencia para seleccionar en cuál cola hacer fila para conseguir agua, medicinas y comida barata chequeando la cartera. También lograr llevar a la casa la bombona de gas o algo de efectivo en un banco y pedirle a La Chinita que no se vaya la electricidad y que haga el milagro para que venezolanos y zulianos puedan vacunarse lo más pronto posible y no a cuenta gotas.

José Aranguibel Carrasco