José Aranguibel: ¡Agua: Esto es el colmo!

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“Puedes engañar a todo el mundo algún tiempo. Puedes engañar a algunos todo el tiempo. Pero no puedes engañar a todo el mundo todo el tiempo”. Juan Miguel Avalos

Después de la vida el mejor regalo que papá Dios nos otorgó fue el agua, pura, limpia y cristalina pero en Venezuela, el Zulia y Maracaibo ese privilegio de tener mucha, mucha agua para la vida la podemos sólo ver en ríos y embalses, porque en los grifos de nuestros hogares lo que nos llega es aire o agua de papelón por la ineficiencia de una forma de gobernar desde hace 22 años donde la desinversion y la ausencia de una buena gerencia nunca ha existido, pero han sobrado excusas y más excusas de distintos voceros de la Revolución Bonita que no han podido ofrecer una mejor calidad de vida a los venezolanos de lo que una vez fue una oferta electoral que igual aplicó en engaño, burla y pésima deficiencia de los servicios de salud, alimentación, abastecimiento de agua, educación, gasificación, transporte público, electricidad, seguridad personal y jurídica, aseo urbano, infraestructura vial y paremos de contar para no hacerlos llorar amigos lectores.

Es la verdad y duele decirlo pero no ha sido por bloqueos, escasez de recursos, dinero o dólares que no le hayan entrado a este rico pobre país, pero ha podido más la regaladera —no olvidemos la chequera qué caminó desenfrenada por América Latina— el despilfarro y la corrupción que le ganaron la partida al desarrollo de Venezuela y a la supuesta mejor calidad de vida de los nacidos en este país y otros que llegaron y se integraron. Por algo, no por gusto o capricho, millones han salido buscando otros horizontes de bienestar negados en su propia tierra. Es así que venezolanos, zulianos y marabinos tenemos que armarnos de paciencia y soportar este calvario de convivir con malos servicios, entre ellos, el que corresponde a la responsabilidad de Hidrolago, empresa creada en la IV República —antiguo Inos— que no funcionaba de lo mejor pero desde hace 22 años desmejoró a extremos que es uno, —quizá el peor—de los tantos dolores de cabeza de los zulianos y no cabe aquí la de endosar la célebre frase que su precario servicio “es culpa del gobierno anterior”. Es asombroso, pero sin anestesia se nos quiere hacer creer a los habitantes de esta parte de Venezuela, que la suciedad, asombrosa mala calidad y nada cristalina condiciòn física del agua, muy parecida al papelón, obedece a que lluvias intensas y turbidez causadas por los ríos afluentes de los embalses de Tulé y Manuelote son los causantes de esta situación, pero igual en la Costa Oriental de Lago en los embalses de Machango y Burro Negro el responsable son los mismos indiciados, porque igual los habitantes de esa subregión del Zulia padecen similar dolor de cabeza para abastecerse del preciado líquido.

Quisiera Israel, país desértico del Medio Oriente tener —lo que a nosotros nos sobran— inmenzos recursos hídricos. Sin embargo, en esa nación su población es abastecida de agua que cubre las necesidades básicas usando la tecnología de desalinizar el agua de mar que les garantiza cubrir 80 por ciento de la demanda de consumo y otro porcentaje del vital líquido es obtenido perforando pozos. En esa Tierra Santa no se pierde nada, —ni una gota o chorros por tuberías rotas en la calle, oficinas públicas o en hogares cómo es común aquí—porque el agua que usan en viviendas e industrias es luego reciclada con fines de riego agrícola que le permite a ese país producir sus alimentos y destinar excedentes para la exportación. Mientras que en Venezuela, el Zulia y Maracaibo a pesar de un buen número de ríos que descargan su contenido en el Lago de Maracaibo y en los embalses construidos antes de llegar la Revolución del Siglo XXI, cada día qué pasa es deprimente e indigno observar largas colas, no sólo para surtir gasolina, sino ver a amas de casa, niños, jóvenes y ancianos con tobos o baldes procurando un poco de agua en los llenaderos de la hidrológica, porque no todas las familias disponen de suficiente dinero en bolívares u otra moneda para cancelar el elevado costo de pipas y tanques de agua.

Dígame si el caso es adquirir el contenido de un camión cisterna, ni se diga. Y que decir de la cola de camiones, camionetas, automóviles o cualquier medio de transporte que puede ir desde coches, sillas de rueda, carritos de supermercado o carretas tiradas por burros llenas de tobos y envases de cualquier tipo o tamaño en la misma misión de abastecerse del preciado líquido para procesar alimentos, asearse o lavar la ropa. Lo otro no menos delicado es con que agua disponible en hogares tendremos para lavarnos las manos y contrarrestar que el virus del Covid-19 nos entre a nuestro organismo a través de las manos. Por lo pronto —no todos podrán— habrá que hacer una vaca y reunir entre vecinos el dinero suficiente para comprar agua de las cisternas que las vemos, —entrando y saliendo de las aguadas— dando más vueltas que aquella famosa Ruta-6 que recorría a Maracaibo de extremo a extremo.

Lo cierto, lo que vemos y oímos todos los días, son promesas y más promesas y las quejas de la gente a través de las redes sociales que no se acaban, sino por el contrario aumentan el desasosiego de una población cansada, agotada y desvelada esperando la llegada del agua a sus hogares por la vía normal de las tuberías o, sino trasnochada, porque en la misma onda de la ineficiencia el servicio eléctrico de Corpoelec se sabe cuando es suspendido, pero no cuando es restablecido, siendo la angustia de horas y horas las que envejecen, estresan y golpean a la maltratada ciudadanía marabina y zuliana. Así tenemos que la calidad de los servicios públicos cada día retrocede a pesar que dinero ha habido, pero hoy cuando Venezuela después de haberle ingresado mucho dinero por su renta petrolera, otra es su realidad o lo que es lo mismo que la ausencia de buenos gerentes, planes de desarrollo de los servicios públicos, desvío de presupuestos y la corrupción sepultaron tres metros bajo tierra la posibilidad de tener garantías del disfrute de una mejor calidad de vida. Hoy la nación vive la época de las vacas flacas cuando la gallina de los huevos de oro, PDVSA, ya no produce riqueza sino lástima. En esta circunstancia de la turbidez del agua, nada cristalina y potable, a los ciudadanos se nos pide un poquito de paciencia, pero el problema es que sigue y sigue corriéndose la arruga y no le vemos solución a un mejor abastecimiento y calidad del líquido. Debemos recordar que semanas atrás, quizás dos meses, la hidrológica anunció la paralización del bombeo desde Tulé por la ejecución de trabajos para “mejorar el servicio”. ¿Dónde y cuáles sectores vieron aumentado el caudal del suministro? Además la turbidez del agua no es la primera que ocurre, porque este mismo año ya tuvimos una edición del mismo cuento que han recogido los medios de comunicación estos días. La pregunta que muchos nos hacemos es que antes y después de la llegada de la Revolución del Siglo XXI, en las cabeceras de ríos y sobre los embalses la caída de lluvias tormentosas no han dejado de existir. ¿Por qué ahora y no antes el agua cambió de color y calidad? Como diría un amigo la próxima vez “me contáis una de vaquero”.

José Aranguibel Carrasco