Efraín Rincón: Todo o nada, eso no existe

633

Lamentablemente, la oposición venezolana perdió la capacidad organizativa para exigirle al régimen que cumpla con todas sus condiciones en un eventual proceso de negociación; ni tampoco puede darse el lujo de no hacer nada, observando pasivamente cómo el país se hunde, después de haber repetido los mismos errores en los últimos años. Las posiciones radicales le han hecho mucho daño al país y en este momento le hacen mucho más daño, porque las opciones se nos están agotando. No es posible que la oposición siga amarrada a una estrategia que no ha dado resultados; es necesario hacer algo que nos permita aprovechar óptimamente las oportunidades que se presentan, por pequeñas que éstas sean. Seguir como estamos ahora, es abonar para que el régimen de Maduro se atornille más en el poder.

Estas reflexiones las hago en ocasión de la elección de un nuevo Consejo Nacional Electoral (CNE), por parte de la Asamblea Nacional elegida en el 2020, con absoluto dominio del oficialismo. ¿Qué significa ese nuevo CNE para los venezolanos y su anhelado sentimiento de cambio?, ¿con ese nombramiento se garantizan las condiciones ideales para que la oposición participe en un futuro proceso electoral?   

El tema es complicado y requiere de un análisis objetivo y ajustado al escenario real que estamos viviendo los venezolanos. Lo primero que debo plantear, es que ese nuevo CNE abre una rendija para alumbrar la absoluta oscuridad en la que se encuentra el país. Es sólo eso, una oportunidad que debe aprovecharse con inteligencia y pragmatismo. Efectivamente, el CNE carece de legitimidad porque fue nombrado por una Asamblea Nacional ilegítima, pero también es cierto que la composición de su directiva es mucho mejor que las anteriores, garantizando cierto equilibrio en sus decisiones. En todo caso, el trabajo que realicen los rectores podría generar legitimidad por desempeño, devolviendo progresivamente la confianza y la credibilidad que el árbitro electoral perdió desde hace mucho tiempo.

Ciertamente hacen falta mejores condiciones para competir en elecciones libres, en el entendido que, con regímenes como el de Maduro, las elecciones no serán totalmente competitivas, según el decálogo democrático. Pero es una opción que debe reflexionarse seriamente. Esas condiciones que con legítima razón exigimos, no pueden lograrse si la oposición mantiene su posición de no ir a elecciones. El juego se gana jugando. La estrategia actual fracasó y debemos activarnos en un nuevo plan.

Si entramos en el juego podemos presionar para lograr que a los partidos se les devuelva su tarjeta; se eliminen las inhabilitaciones políticas; se depure el registro electoral; el control comunicacional del gobierno se limite; el plan República sea verdaderamente institucional. ¿Lograremos todas esas condiciones? Seguramente no con la rapidez que deseamos. Pero si la oposición se unifica alrededor de una estrategia electoral articulada, pueden intensificarse las presiones para alcanzar un escenario electoral más favorable.

Por otra parte, debemos entender que las elecciones regionales y municipales no son el inicio de un fin que ya está cerca. La participación electoral es un ejercicio para que la oposición gane músculos y fuerza, y éstas servirán si efectivamente la dirigencia opositora hace los esfuerzos requeridos para organizarse, articularse y unirse estratégicamente, a fin de conquistar la conexión popular que perdió vertiginosamente; además, la oposición puede aprovechar el evento electoral para aglutinar el descontento y la frustración popular, comunicando un mensaje alternativo al del régimen y proyectar que, más que un cúmulo de buenas intenciones, es una efectiva opción de poder. Deben ser éstas las razones fundamentales para participar en eventuales elecciones.

Podrían preguntarme, ¿por qué ahora la oposición debe participar y antes no? Porque en el 2018 y en el 2020 la convocatoria electoral fue un acto unilateral,  impulsado por la necesidad de legitimar a un régimen asediado por las presiones y sanciones internacionales; y, además, la mayoría de los venezolanos confiábamos en la estrategia del gobierno de transición. Esa estrategia fracasó y no existen razones para seguir aferrados a lo que ya no resulta favorable para el país. Debemos actuar en consecuencia porque la inercia ya no es opción.

Falta ahora que los políticos entiendan efectivamente lo que está en juego. No se trata, apreciados lectores, de un carnaval en el que desfilen candidatos de todas partes; aquellos que creen que les llegó la oportunidad de cobrar por los sacrificios realizados; ni mucho menos aquellos que piensan que son poseedores de la verdad única y, por lo tanto, deben ser ungidos como candidatos. De eso no se trata; si lo están viendo como una elección normal, libre y competitiva, están caminando por la vía equivocada. Entiendan de una vez por todas que, para vencer al régimen, debemos construir una oposición unida estratégicamente, cohesionada y articulada, que sea nuevamente referencia política de millones de ciudadanos que clamamos un cambio, y eso no lo lograremos si nos presentamos divididos y con agendas particulares. Ésta es una oportunidad que debe reflexionarse responsable y pragmáticamente, con cabeza fría. Hoy como ayer, el régimen coloca carnadas para lograr la fragmentación de la oposición, insiste en que todos tienen derecho a participar como candidatos. Si actuamos de esa manera, el régimen volverá a ganar la partida, con la diferencia que el nuevo CNE empieza a ser avalado por la Unión Europea y algunos sectores de la política norteamericana, y de esa manera alcanzará, por la miopía de la oposición, la legitimidad que por mucho tiempo anda buscando. No perdamos nuevamente el rumbo.

Sólo le exijo a la dirigencia opositora venezolana que no descarte a priori la posibilidad de participar en las elecciones. Pónganse de acuerdo, por favor; deslástrense de sus intereses y miserias personales y, de una vez por todas, den un paso firme por la libertad de Venezuela.

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

Profesor Titular Emérito de la Universidad del Zulia (Venezuela)