Este mayor general ocupó importantes cargos en el Ejército venezolano. Allí lo veían como uno de los mimados del teniente coronel Hugo Chávez. La llegada de Maduro al poder coincidió con su pase a retiro de las filas militares. En 2013, ya incorporado a la vida civil, tildó de oportunista al gobernante venezolano y se distanció del oficialismo.
Para los estadounidenses, eso no era suficiente. No habían olvidado ciertas acciones que lo involucraban en una presunta facilitación del transporte de estupefacientes, con la colaboración del ex zar de la inteligencia venezolana, el también mayor general del Ejército Hugo el Pollo Carvajal. Y luego de acusarlo pusieron un precio a su cabeza de diez millones de dólares.
Alcalá quedó en plena exposición luego del primer fracaso de la operación Gedeón, en marzo de 2020, cuando la policía colombiana incautó un lote de fusiles que era trasladado hacia Riohacha, para equipar a los militares y policías que intentaban una incursión en Venezuela. Según su abogado Adam Kaufmann, el oficial fue advertido del interés de EEUU por apresarlo gracias a una llamada de la embajada de ese país en Bogotá, un día antes de que todo se hiciera público. Sus alternativas entonces solo eran dos: quedarse en Colombia y afrontar la extradición o una posible captura por cazarrecompensas, o ponerse a derecho en suelo norteamericano.
El general de tres soles escuchó el consejo de su asesor legal, y dos días después era presentado en una corte de Nueva York. Desde entonces, permanece en una cárcel de mínima seguridad en el condado Putnam, sin derecho a fianza.
Años de entendimiento
A la luz de la información que surge del expediente conocido en Estados Unidos como el Cartel de los Soles, se puede deducir que la llamada de advertencia recibida por Alcalá fue una cortesía hacia un viejo conocido de los norteamericanos.
Desde 2013, este oficial estaba empeñado en que le revocaran una sanción en su contra, emitida por el Departamento del Tesoro dos años antes. Fue entonces cuando comenzó su relación con Kaufmann. Gracias a los buenos oficios de este abogado, Alcalá pudo explicar los detalles de su “relación con las FARC”, y aclarar los señalamientos de había participado en el esquema de “armas por drogas”, en favor de los guerrilleros colombianos.
Entre Alcalá y Kaufmann, sin embargo, había una barrera: el general no hablaba nada de inglés, y el español del litigante era muy pobre. Para salvar este obstáculo intervino otro abogado, Cristian Francos, de origen argentino. Siete años después, Francos y Kaufmann forman parte del equipo legal que defiende al general.
Alcalá ha sostenido que no posee recursos para pagar un abogado privado. Según Kaufmann, lo que dejó en Venezuela fue confiscado por el régimen de Maduro. Afirmó que, para las primeras actuaciones en suelo estadounidense, el oficial ofreció un aporte de $5000 gracias a la caridad de un primo.
El general solicitó que lo asistiera un defensor público. A la postre, fue César Castro. Sin embargo, detrás de él no solo están Kaufmann y Francos, sino también el ex fiscal de Nueva York Anthony Capozzolo. Todos ellos en calidad de «consejeros legales». Al contar con la aprobación del juez, los integrantes de este equipo podrán cobrar sus honorarios del propio Estado.
El juicio contra Alcalá ha sufrido retardos permanentes, que no parecieran preocupar demasiado a la defensa, ni tampoco al juez correspondiente a esta fase del proceso en la corte del Distrito Sur de Nueva York, Alvin Hellerstein. Por una parte, la pandemia ha impactado el cumplimiento del cronograma. Pero lo más importante es la complejidad del expediente. La acusación contra Alcalá, Carvajal y Maduro también involucra a otros oficiales y funcionarios en actividad, como por ejemplo el actual ministro de la Defensa, general en jefe Vladimir Padrino, así como a alias Iván Márquez y Jesús Santrich, líderes de una de las facciones disidentes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, autodenominada Segunda Marquetalia. Y según la fiscalía estadounidense, la historia del Cartel de los Soles abarca más de veinte años. De allí que se trate de una acusación “extraordinariamente amplia”, en palabras de Kaufmann.
Una celda para tres soles