Con la aceptación de la visita a Venezuela de las autoridades del Programa Mundial de Alimentos de la ONU , organismo que brinda asistencia humanitaria para casos de hambruna, el usurpador comunista de Miraflores ha aceptado, así de tranquilo, que en Venezuela hay una pandemia peor aún que el coronaviris y no es otra que el hambre colectiva que padecen cerca de treinta millones de venezolanos que constituyen la casi totalidad del país.
Pero Maduro no solamente aceptó que vinieran a Venezuela estos funcionarios, sino que se tuvo que calar que se reunieran con el Presidente Interino del país, Juan Guaido, reconociéndolo como tal. Vimos a Maduro casi que tuteando al Director del Programa David Beasley, queriéndolo hacer ver como una visita de Estado para firmar un acuerdo y no como una acción de asistencia humanitaria ante la cruda realidad que viven millones de venezolanos azotados por el flagelo del hambre, ese fantasma revolucionario del siglo XXI que se pasea , contoneándose y meneando el culo, por todos los rincones del país.
Ya el usurpador no podía seguirse negando a reconocer que su oscura y calamitosa gestión ha empobrecido al pueblo venezolano, al punto que cuatro de cada cinco venezolanos padecen de hambre según la encuesta de condiciones de vida Encovi, que realiza magistralmente la Universidad Andrés Bello y otras instituciones universitarias, y corroboradas por los estudios de la organización de la iglesia católica internacional, Caritas.
«Todos los días, el WFP (World Food Programme) y sus asociados trabajan para acercarnos más a un mundo con hambre cero. Con nuestra asistencia humanitaria alimentaria proveemos comida nutritiva a aquellos con necesidades urgentes”.
Y tampoco puede seguir apelando a la manida y sucia excusa de la guerra económica , eslogan salido de los asesores comunistas españoles que en forma de chip se lo han metido en las jetas de todos los funcionarios del régimen que lo repiten sin cansancio.
No. Se trata de un descomunal fracaso de un régimen signado por la maldita ideología comunista que donde quiera que la han implantado sólo ha dejado en su siniestro camino miseria, destrucción, empobrecimiento y hambre, y perdida del «bien más preciado que los cielos dieron a los hombres: la libertad», expresión que le salió del alma misma a Don Miguel de Cervantes y puso en boca de Don Quijote cuando salía en libertad del Castillo de los Duques.
Y sí ha dejado riquezas, pero en manos de una cúpula militar corrompida y de funcionarios corruptos del régimen, muchos de los cuales tienen, hoy día, confiscados los bienes mal habidos por el Tesoro de los Estados Unidos y solicitados con recompensa para quienes los entreguen o suministren información que conduzca a su captura, incluido el usurpador.
Si mi santa madre viviera, hubiera manifestado que Nicolás tenía que tener la cara metida en una vasija de aquello que les conté, porque como puede justificar ante estos ilustres funcionarios que un país petrolero como Venezuela, que recibió unos dos billones de dólares por la venta de su petróleo en estos azarosos 21 años de una desgraciada revolución, hoy tenga que recibir ayuda humanitaria para saciar el hambre de millones de venezolanos, como la que envían a un depauperado Haití, o a las naciones más pobres del África y países en guerras intestinas .
Cómo un país que tiene en sus entrañas las mayores reservas petrolíferas del mundo ( se habla de 700 mil millones de barriles) pueda estar recibiendo asistencia humanitaria en alimentación.
Necesariamente hay que apelar al hecho acontecido al culminar la segunda guerra mundial , cuando los Estados Unidos, crearon el Plan Marshall para ayudar a la reconstrucción de la Europa destruida por los bombardeos de los alemanes .
Fueron trece mil millones de dólares, y Venezuela ha recibido en estos 21 años de latrocinio, de ignominia, de incuria, miles de planes Marshall y lo que han dejado a su paso es hambre y miseria por todos lados, destruida la industria petrolera, colapsados los servicios públicos elementales y más de seis millones de venezolanos huyendo del país que los vio nacer en búsqueda de un futuro que les niega está mierda de revolución.
Este cronista está convencido que a Nicolás un burro (sin alusiones personales) le comió la vergüenza creyendo que era paja, porque en otras latitudes un gobernante que haya fracasado como lo ha hecho él y haya traído a su país hambre y miseria, hubiera renunciado para permitir la búsqueda de otros ciudadanos capaces de iniciar la reconstrucción de Venezuela.
O será que está esperando que haya una explosión social donde los venezolanos salgan a las calles a exigir su salida, aún sabiendo que serán capaces de promover una masacre?