El pasado 06 de diciembre durante la Eucaristía Dominical que celebrábamos desde Orlando, recibimos una imagen sacratísima de la Virgen de Guadalupe en mi sencilla casa sacerdotal en Saint Cloud de la Florida central, nos vino desde la Ciudad de México como regalo de un hijo espiritual, que a nombre de toda una comunidad parroquial dispersa por el mundo, se hicieron presentes enviándonos una copia certificada de la Patrona y Emperatriz de las Américas.
Durante casi 30 años fui cura párroco de la Iglesia que lleva su nombre en el barrio Sierra Maestra al sur de la ciudad de Maracaibo, hoy Municipio San Francisco del Estado Zulia. Hace casi tres años estuve con mucha ilusión y profunda devoción mariana en su insigne y nacional Basílica en CDMX, cuando apenas iniciaba mi ruta como emigrante en este exilio forzado que millones de venezolanos hemos realizado en nuestras vidas. Nunca pensé que ese paso por México sería tan controversial, violento y apremiante. A los pocos días de visitarla tuvimos que salir despavoridos a fronteras desconocidas para buscar refugio y garantía de vida.
Verla de nuevo tan cerca de mi realidad como sacerdote católico en la diáspora fue un consuelo para el alma, un alivio para el corazón y una paz para la mente. La Virgen de Guadalupe como lo hizo con San Juan Diego en el Tepeyac, se nos presenta en medio de nuestras tristezas y angustias. Fue un domingo en el cual en Venezuela se fraguaba el reincidente fraude electoral y se consolidaba la tiranía de la mentira democrática. Nuestra lucha política se ha convertido desde hace dos décadas en un tormentoso laboratorio de fracasos políticos y en una sumatoria innumerable de insatisfacciones sociales. El desaliento por las traiciones de los dirigentes, y la escandalosa decepción por sentirnos abandonados por los que deberían ser los primeros en darnos el apoyo y la ayuda solidaria, como son mis propios hermanos sacerdotes, se mitiga con la presencia de la Madre de la Iglesia.
La Virgen de Guadalupe hace 489 años se hizo presente en el norte de la ciudad de México para darle aliento espiritual a sus hijos predilectos como son los indígenas y brindar la ayuda a la evangelización que apenas se iniciaba en el Nuevo Mundo por parte de la Iglesia misionera. Hoy se renueva esa tarea sanadora entre nosotros. Sea Bienvenida la Reina del Tepeyac a estas tierras estadounidense y de manera muy especial, enhorabuena la comunidad de venezolanos y hermanos hispanos en la Florida central nos sentimos felices de que María de Guadalupe se nos una como compañera de camino en esta hora tan difícil de nuestras vidas.
María sabe lo que es el exilio. María sabe lo que es huir para salvar a su familia. María sabe lo que es no tener donde hospedarse. María sabe lo que es perder un hijo porque se lo maten, pero sobretodo, María sabe lo que es la Resurrección, cuando Jesús resucitó de entre los muertos. Y a eso vino a nosotros en esta hora de enfermedad y muerte. A darnos esperanza de que muy pronto enarbolaremos las siete estrellas de la libertad en el tricolor de la paz. Amén.
@padrejosepalmar