Hugo Delgado: Los criminales andan sueltos

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Una gran interrogante cubre a Latinoamérica ¿Cómo hizo la izquierda agrupada en el Foro de Sao Pablo y dirigida desde La Habana, crear una estructura social y judicial  que le garantiza la impunidad de sus aliados, involucrados en corrupción y crímenes de lesa humanidad?

La gran respuesta es su capacidad para infiltrar en sus universidades y utilizar el discurso anti colonialista y anti eurocentrista para atraer los resentimientos hacia las luchas de clases que son su bandera. Eso les permitió también permear los sistemas educativos, judiciales, de la administración pública, grupos empresariales y bancarios. Con sus discursos explotan la desigualdad, los asuntos ecológicos y los derechos humanos, ante la mirada desprevenida y dispersa de los demócratas neoliberales  incapaces de renovar el libre pensamiento, la institucionalidad y la humanización del libre mercado, base del pensamiento demócrata y capitalista.

Definitivamente decía el catedrático de la Universidad de Harvard y el MIT, Richard Senette (El País 18-08-2018), “El mundo está lleno de criminales sueltos”.  Ellos  aprovechan la criticada globalización para integrar sus intereses, estructurar estrategias e instrumentarlas, incluso recibir financiamientos foráneos, para movilizar grupos de apoyo. Es lo que hace La Habana, Caracas y el Foro de Sao Pablo. Este esfuerzo solo beneficia a los dictadores comunistas de Cuba, con la venia rusa, porque  infiltran al continente, mantenerse en el poder, recibir beneficios económicos (vía petróleo, drogas y la explotación humana), cometer crímenes sin pagarlos y garantizar su supremacía reivindicativa continental, con su trasnochada revolución.

Por otro lado, la manipulación judicial (incluyendo la que se ejerce en organismos como la Corte Internacional, la Organización de las Naciones Unidas, la Unesco, la Organización de Estados Americanos, entre otras instancias) les garantiza su supervivencia e impunidad.  Los intereses del Foro de Sao Pablo incluyen a Iberoamérica, y es por eso que la impunidad se inicia en la madre patria: España.

Los escándalos de corrupción  son notables en todos los países. En Ecuador el enjuiciado por corrupción, Rafael Correa, quien propició las manifestaciones violentas en 2019 que dejaron muertes y pérdidas económicas, a pesar de no responder a la justica amenaza con presentarse como candidato a la vicepresidencia sin aclarar su situación jurídica. En Argentina la mafiosa de la política, Cristina Kirchner, sin temblarle el puso se involucró en “coimas” y homicidios, y a pesar de las denuncias de ex funcionarios de confianza, resultó electa senadora y luego vicepresidenta, gracias al apoyo del peronismo.

En Brasil, el  Vito Corleone del Foro de Sao Pablo, Ignacio Lula da Silva, luego de comprobarse su culpabilidad en la Operación Lava Jato, en la cual participaron la constructora Odebrecht y Petrobras, fue absuelto por la justica. Su plan corrupto funcionó en su mandato y el de su sucesora Dilma Rosseft (2003-2016) y permitió financiar a sus aliados izquierdistas en todo el continente, incluyendo España. El brazo de la justicia se quedó corto y hasta lo condecoró la alcaldesa de París por sus grandes aportes a la humanidad, imaginó que no incluyó sus corruptos actos.

En España, el partido Podemos de Pablo Iglesias, ahora cogobierno de Pedro Sánchez (Partido Socialista Obrero Español), ha sido denunciado por sus oscuros financiamientos con dineros públicos venezolano, durante el mandato de Hugo Chávez, y del gobierno iraní. El irreverente revolucionario de pelo largo, ahora enjuicia y condena públicamente a la corona y a cuanto adversario se le atraviesa. En los últimos días un nuevo escándalo lo involucra, la justicia española lo investiga por manejos dolosos  de las finanzas en su organización ¿Llegará a sus últimas consecuencias o quedará –como siempre- en el limbo?  

En Colombia, el ex presidente, Álvaro Uribe, un acérrimo enemigo del comunismo continental, es enjuiciado por un cuestionado magistrado de la Corte Suprema de Justica, César Reyes, aliado y socio de la esposa, Pilar Rueda, del parlamentario  acusador de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc), Iván Cepeda, denunciado también  por manipular testigos. Aquí no se está exculpando al mandatario, pero sí es evidente la corrupción y parcialidad del sistema judicial que lo está condenando, ensamblado por el gestor del distorsionado acuerdo de paz con las Farc, el ex presidente, Juan Manuel Santo. Se deduce que hubo acuerdos de impunidad (por eso no se extraditó por narcotráfico a Estados Unidos y se liberó al ahora jefe del brazo armando de ese grupo radicado en Venezuela, Jesús Santrich). El ex senador antioqueño, dentro de esa estrategia debe ser eliminado para no entorpecer más los planes de compartir el poder y las prebendas del Estado acordadas en La Habana, por cierto Rueda y Reyes, también asesoraron esas mesas de negociaciones.

El otro acérrimo enemigo de Uribe, es  el corrupto ex alcalde de Bogotá y futuro candidato de la izquierda, Gustavo Petro. El brazo de la ley no llega a él a pesar de sus evidentes manejos dolosos frente a la entidad capitalina, especialmente con el alquiler de los deteriorados camiones para el aseo urbano, sus vínculos evidentes  con el desaparecido presidente de Venezuela, Hugo Chávez, y el ilegítimo, Nicolás Maduro,  la filmación en la que recibía dinero de un contratista, su protagonismo en las protestas violentas de finales de 2019 que arrojaron pérdidas millonarias y varios muertos, y sus frecuentes falsas acusaciones  de  las que luego se retractan cuando un trasnochado juez se lo ordena. Recientemente la Corte Internacional le dio la razón, ante la destitución ordenada por el  Procurador de Colombia cuando ejercía su función de alcalde; ahora el Estado deberá pagarle una millonada por daños a su “moral”, para que siga en su vida parisina y en su mansión en la localidad de Chía. Hay que recordar que este personaje fue miembro de la extinta guerrilla del M-19 vinculada con masacres, narcotráfico y la dantesca toma del Palacio de Justicia, pero sus aberrantes actos ya están en el olvido.

El sarcasmo de la izquierda iberoamericana es tan perverso que el FSP apoyó en sus últimas reuniones de 2019, las masacres en Venezuela y Nicaragua, y definió las líneas de acción en Latinoamérica y Estados Unidos (estas experiencias son de vieja data, por ejemplo, en  la Europa post II Guerra cuando Moscú con el apoyo de los partidos comunistas intentaron sabotear el Plan Marshall cuyo objetivo era la recuperación económica de esas deprimidas sociedades). Igual hicieron los sesgados y obtusos intelectuales y políticos europeos y americanos, cuando los rusos, chinos, vietnamitas, camboyanos, cubanos y grupos guerrilleros latinoamericanos, masacraron a millones de seres, sin que nadie pagara sus crímenes. Por el contrario los actos fueron justificados y aplaudidos porque “se luchaba contra el imperialismo capitalista”.

Ante esa distorsión que azota al continente y esa incapacidad occidental de hacer política constructiva, es interesante analizar las reflexiones del filósofo, Michael Sandel, de la Universidad de Harvard (El País 13-10-2018) en las que recomienda reinventar el capitalismo, humanizarlo reconciliarlo con el sistema de valores cívicos, en una sociedad justa, asumiendo la culpabilidad del neoliberalismo y del comunismo (esta última acotación es particular), buscando regularizar las desigualdades, impedir la destrucción de las comunidades,  de quitarle el poder a sus ciudadanos, de fomentar una ira que victimiza a la democracia mal entendida y de la incapacidad  de escuchar al otro a pesar de la existencia de universidades, instituciones y  tecnologías que unen al mundo en tiempo real. Pero esas limitaciones para hacer cosas nuevas  es producto –acota el catedrático- de  la generalizada “distracción que es el gran enemigo del saber”, por eso cuesta mucho concebir nuevas propuestas.

@hdelgado10