Para muchos venezolanos, quienes enfrentan al coronavirus en medio de una economía en ruinas y un sistema de salud devastado, hay cosas peores que contraer la enfermedad, como por ejemplo: contraer la enfermedad y que se entere el régimen de Nicolás Maduro.
Y es que el paso por los centros de aislamiento establecidos por el régimen para atender a los infectados se ha convertido en verdaderas pesadillas. Internados a la fuerza en hoteles y otras instalaciones convertidas en refugios improvisados por el régimen, los pacientes son obligados a sobrellevar la enfermedad en condiciones de hacinamiento, muchas veces de maltrato, y sin la debida atención médica o acceso a medicinas y alimentos.
“Hoy el venezolano le tiene más miedo al régimen que al COVID-19”, alertó el presidente de la Subcomisión de Salud de la Asamblea Nacional, José Manuel Olivares. “Tiene más miedo a decir tengo fiebre, o tengo el COVID porque sabe que eso significa el SEBIN (la policía secreta) el FAE (Fuerza de Acciones Especiales) se lo lleven a un hotel hacinado, donde uno tiene que esperar 15 días”.
El Sebin y la FAE son dos de los cuerpos de seguridad más temidos en Venezuela, acusados por organizaciones internacionales de derechos humanos de hacer uso recurrente de la tortura y de bandas de exterminio.
La denuncia es formulada en momentos en que Venezuela registra un acelerado incremento en los casos de coronavirus.
El avance del COVID-19 se había visto rezagado en la nación petrolera con relación a sus países vecinos debido al escaso número de vuelos internacionales que llegaban antes de que comenzara la crisis sanitaria mundial, pero la pandemia en Venezuela ya se encuentra en una fase de contagio exponencial.
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Hasta el momento, el régimen reporta 16,571 casos confirmados y 151 muertos, muchos de ellos produciéndose en las últimas dos semanas. No obstante, expertos creen que el régimen está sub-reportando el verdadero número de casos debido a que no está realizando suficientes pruebas.
Y lo que es aún peor, la pandemia comienza a agravarse en medio del colapso generalizado del sistema de salud de Venezuela, donde la mayoría de hospitales carecen de respiradores, las debidas medicinas, e incluso agua y jabón, colocando en particular riesgo a una empobrecida población con graves problemas de desnutrición, advierten los expertos.
“Los hospitales no tienen lo esencial, ni siquiera agua o luz eléctrica”, advirtió el médico y diputado William Barrientos. “Estamos hablando de los hospitales de primera línea que ni siquiera tienen máquinas de rayos X, y los médicos no tienen ni siquiera equipos de bio seguridad”.
La falta de protección del personal se ha visto reflejada en la muerte de 18 médicos por el COVID-19, tan solo en el estado Zulia, dijo Barrientos.
Ante la inhabilidad de los hospitales y las clínicas privadas de atender el creciente número de pacientes, las autoridades del régimen han comenzado a incautar hoteles y moteles, donde llevan a los pacientes tras realizarles una prueba rápida para detectar el COVID-19, aunque se ha demostrado que el tipo de examen realizado no es confiable.
“Allí los pacientes son abandonados a su suerte. Sin que allí se esté cumpliendo algún tipo de protocolo”, dijo Barrientos.
Debido a ello, “muchos de los pacientes prefieren guardar silencio y quedar hospitalizados en sus casas, porque tienen terror y horror de ir a parar a unos de esos centros donde no se les da comida, donde no se les permite que los familiares ni nadie se les acerque”, agregó.
Según versiones de prensa, algunas de las personas podrían estar siendo internadas arbitrariamente, tras ser detenidas en las calles y sometidas a las cuestionadas pruebas rápidas por milicianos o efectivos de los cuerpos policiales o militares.
De salir la prueba positiva, el ciudadano detenido es trasladado de inmediato en autobuses hasta el centro de reclusión improvisado, donde es obligado a permanecer por siete días, mientras se le realiza la prueba de confirmación conocida como PCR.
A partir de allí el paciente queda totalmente incomunicado.
“No me permitieron buscar ropa, ni hablar con mis hijos. Al dar un falso positivo me obligaron a alojarme en un hotel con otras dos personas en una habitación. Allí le pasaron llave a las puertas y teníamos prohibido salir. Estábamos presos”, denunció uno de los pacientes en declaraciones publicadas por el portal de noticias Panampost.
“Me obligaron a dormir en la misma cama con personas que no conocía. Toda la logística estaba coordinada por personal de las comunas (organizaciones comunitarias controladas por el régimen); además estábamos vigilados por milicianos y algunos soldados”, agregó.
Antonio María Delgado / El Nuevo Herald