Efraín Rincón: Encrucijada en la pandemia

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A raíz de la pandemia del Covid-19, la mayoría de los gobiernos del mundo debaten acerca de cuál es la prioridad que deben atender durante la crisis sanitaria y económica que tiene paralizado a gran parte del mundo. Seguramente, la prioridad seleccionada estará en sintonía con la ideología de los gobernantes. En todo caso, el debate se centra entre la ayuda a las poblaciones más afectadas por la pandemia y/o la protección de la economía para frenar las devastadoras consecuencias de la crisis, ambas opciones perfectamente válidas.

Pero en circunstancias tan difíciles como las que experimenta el mundo, apostar por posiciones radicales resulta a todas luces contraproducente. Los gobiernos populistas tienden a creer que la prioridad son los pobres y los grupos vulnerables a quienes deben ayudar con recursos públicos para paliar las dificultades de la emergencia; en este caso, las empresas privadas, consideradas como una élite privilegiada, deben enfrentar la crisis con recursos propios. Por el contrario, los gobiernos que defienden postulados de derecha creen que la prioridad es la economía antes que la salud y protección de los más necesitados, a fin de garantizar un crecimiento que permita minimizar el impacto de la crisis generada por la pandemia.

Si alguna lección debemos aprender de esta pandemia planetaria, es la construcción de una economía diferente en la quelas finanzas mundiales  deban impulsar acciones efectivas para crear empleos sostenibles, crecimiento verde y una forma distinta de vida, porque la salud de las personas y la salud del mundo son una misma cosa. Para ello es necesario tener una concepción clara de la  importancia tanto de los trabajadores como de los empleadores privados. Ambos pilares fundamentales para alcanzar el bienestar que los ciudadanos merecen dentro de una sociedad más democrática, justa y solidaria.

Si los gobiernos se empeñan obstinadamenteen destinar gran parte de sus recursos para aliviar las carencias de los más necesitados, olvidando la capacidad de las empresas para generar empleos, tendremos un escenario mucho más desolador porque los programas sociales y políticas asistencialistas no son suficientes para combatir la pobreza; es vital la creación y protección de empleos productivos, de calidad y bien remunerados que sólo pueden ser generados por el sector privado de la economía, el cual requiere del apoyo económico y fiscal, y respeto institucional de los gobiernos para contribuir con el mejoramiento progresivo de la economía.

Por lo menos a nivel teórico, la cuestión parece mucho más sencilla dilucidarla. Con empresas quebradas no hay empleos, ni tampoco impuestos para que los gobiernos dispongan de recursos para programas y obras sociales que beneficien a los más pobres. En consecuencia, el sentido común aconseja que, frente a una crisis de grandes proporciones como la actual, los gobiernos deban apoyar a la empresa privada para disminuir los niveles de desempleo, pobreza y violencia que tienden a crecer en circunstancias de adversidad.

No se trata de defender o aplicar medidas neoliberales, de lo que se trata en definitiva es comprender que el trabajo productivo es el único mecanismo para generar riquezas, porque no se puede distribuir lo que no se tiene. Ciertamente, es necesario implementar programas sociales que contribuyan a aliviar las carencias materiales de los más pobres, es una cuestión de solidaridad y dignidad humana. Lo que no puede aceptarse es que gobiernos con apetencias electorales y clientelistas pretendan profundizar las desigualdades sociales con programas de asistencia social que lejos de disminuir la pobreza, la aumentan en mayores proporciones que cuando llegaron al poder.

En aras de mantener la gobernanza en los difíciles tiempos por venir, se hace impostergable un entendimiento sólido, responsable y permanente entre los gobiernos y el sector privado de la economía, con el propósito de nutrir un debate deslastrado de dogmas y prejuicios para que ganemos todos.

Este es un tema crucial en el corto y mediano plazo, pues, la crisis generada por la pandemia del covid-19 traerá consecuencias no sólo económicas, sino también políticas y culturales. Aquellos gobernantes que sean capaces de aplicar políticas con una visión de estadistas, tendrán mayor probabilidad de mantenerse en el poder y coronar con éxito, que aquellos gobernantes queestán trabajando a favor de sus ideologías y sus apetencias electorales, dejando a un lado los supremos intereses de sus naciones.

Profesor Titular Emeritus de la Universidad del Zulia (Venezuela)