El derrumbe de las Bolsas mundiales, empezando por Wall Street, tomó a todo el mundo por sorpresa. Sin embargo, no es tan asombroso ni tan importante como parecen indicar las cifras.
Es la tempestad después de la calma. Wall Street, la Bolsa de Tokio y las plazas financieras europeas conocieron todas, este lunes 5 de febrero, una caída de gran magnitud cuando 2017 había sido marcado hasta ese momento por un fuerte optimismo bursátil.
La caída fue particularmente brutal porque golpeó a Wall Street sin previo aviso, en un contexto económico estadounidense en el que todos los indicadores están en verde. Algunos establecen un paralelo con 2007 y anuncian que lo peor está por venir. Al contrario, otros juzgan que estos movimientos bursátiles no son preocupantes. ¿No sabe que pensar? Estas son algunas claves para entender mejor esta jornada peculiar.
Todo va demasiado bien, señora marquesa. Las Bolsas vacilaron mientras que la economía norteamericana está en su mejor momento, que el crecimiento debería rebasar 3% en 2018, que el desempleo está en su punto más bajo y que los salarios vuelven al alza.
¿Paradójico? Para nada: Wall Street se preocupa de que la economía norteamericana se sobrecaliente. El alza de los salarios amenaza con reducir las utilidades de las sociedades que cotizan en la Bolsa y podría acarrear un importante aumento en los precios. La reforma fiscal adoptada por la administración Trump antes de navidad va a inyectar más de 1 billón de dólares en la economía (a través de reducción de impuestos), lo que debería impulsar aún más el alza de los precios.
Las especulaciones alrededor de la reacción de la Fed (Banco central de Estados-Unidos) acerca de este riesgo de inflación también producen dolores de cabeza a los operadores de la Bolsa. Ellos aman los momentos en los que las tasas de intereses son bajas y que el dinero corre a raudales. Para luchar contra la inflación, la Reserva Federal sube tradicionalmente sus tasas, lo cual va en contra de los intereses de Wall Street.
Los robots a la maniobra. La caída en Wall Street fue particularmente violenta durante 15 minutos, aproximadamente a las 3 de la tarde. La bolsa neoyorquina fue entonces sumergida por un diluvio de órdenes de venta. Un volumen de transacción sin precedentes en al menos dos años.
La culpa es de los algoritmos. El trading de alta frecuencia -ordenes pasadas en fracciones de segundos por programas informáticos- acentuó fuertemente el movimiento a la baja que dio la impresión de mini-crash bursátil.
“Es muy probable que los creadores de estas máquinas hayan integrado disparadores en sus programas y que estos se activaran, por lo menos varios de entre ellos, al mismo tiempo, creando así la avalancha de órdenes de venta”, explica Bloomberg. Pero las razones que llevaron esos algoritmos a despertarse no serán probablemente nunca conocidas del todo, ya que los secretos de estos programas son celosamente guardados por los operadores de mercado.
Circulen, no hay nada que ver. A pesar de las apariencias, “no hay nada extraordinario o sorprendente en esta caída bursátil”, asegura Christophe Blot, director adjunto del departamento análisis y previsión del Observatorio francés de las coyunturas económicas.
Detrás de los títulos alarmistas como “la mayor baja desde 2011”, la caída del Dow Jones corresponde únicamente a “una pérdida de un mes de valor bursátil”, añade Pascal de Lima, jefe economista en el gabinete de consejo Harwell Management.
Para estos dos economistas, la jornada de lunes tiene más que ver con un “ajuste” que con un crash. Los valores bursátiles conocieron, en 2017, alzas que no tenían mucho que ver con sus saludes financieras reales. “La Bolsa americana había subido muy por encima de los precedentes picos, lo que dejaba temer la formación de una burbuja”, anota Christophe Blot. Esta burbuja estaría desinflándose. Aunque falta saber hasta qué punto.
¿Un mañana desencantado? La baja pudo ser tan súbita como limitada en el tiempo. Algunos algoritmos alocados acentuaron una baja que, si no, habría sido mucho menos marcada y Wall Street volverá pronto a la calma. Es la tesis de la Casa Blanca, quien, en un comunicado publicado este lunes, subrayó que “todo el mundo sabe que los mercados fluctúan sobre el corto plazo, pero que los fundamentos económicos son buenos”.
Christophe Blot es menos optimista. “Es probable que el movimiento de corrección bursátil no haya terminado todavía”, estima. Para Pascal de Lima, 2018 va a ser muy diferente de 2017 con fluctuaciones mucho más fuertes.
El efecto “rebote”. En teoría, las causas de este “lunes negro” -riesgo de inflación, reforma fiscal de Donald Trump, alza de los salarios- son angloamericanas. Pero las Bolsas asiáticas y europeas también vacilaron.
Este efecto de contagio se explica porque “Estados Unidos son la placa tectónica de los mercados financieros mundiales”, subraya Pascal de Lima. Las plazas financieras comienzan a preocuparse por los efectos de las reformas iniciadas por el presidente norteamericano. Si hacen explotar demasiado la inflación y que la Fed replica con una importante alza de las tasas de interés, “la recreación [acceso a dinero barato, NDE] se terminará para todos, niños”, asegura al Financial Times, Stephan Koopman, un analista de la banca Rabobank.
Sébastian Seibt / France24