“¿Me quieres escuchar? –Gritó Brión- o sigo de largo. Bolívar fue víctima de Manuel Vicente de las Casas y Miguel Peña. Ellos sí son los responsables de la prisión de Miranda”.
(Francisco Herrera Luque, en su historia fabulada, Manuel Piar, caudillo de dos colores.Pag.141)
Envuelta en las celebraciones patronales de su Virgen de La Chinita, los zulianos acudieron en masa al circo montado por las chavistas administraciones de la gobernación y la alcaldía de Maracaibo y empresarios del espectáculo que aprovechan la temporada para ganar dólares. Gaitas, vallenatos, licor, etc, se movieron por todos los rincones de la capital zuliana. ¿Una vía de escape a la presión de una insostenible situación, indiferencia o simplemente una demostración más de quienes son los venezolanos, aún ante la crisis?
El sábado 16 de noviembre en vísperas de la celebración ferial, el presidente encargado Juan Guaidó, llamó a la protesta callejera nuevamente. Unos gritaron “calle sin retorno”, otros la tomaron como una protesta más en contra del régimen de Nicolás Maduro, otros no asistieron porque están cansados de marchar y no lograr nada, a otros simplemente no les importó, pero con los políticos llamados de oposición ocurrió lo que históricamente ya se sabe: cada quien andaba en lo suyo, poco importa la unidad.
El jueves 14 de noviembre de 2019, durante las elecciones estudiantiles de la Universidad del Zulia ocurre lo que históricamente arrastra Venezuela. La oposición concurre con dos candidatos y el chavismo con uno. La pugna fue sin cuartel entre los grupos adversos al régimen, los objetivos y apoyos futuros en procesos que se avecinan eran el motivo de discordia; sin embargo, pese a las diferencias, una de las opciones obtuvo avasallantes resultados. Pero el germen social del egoísmo y la falta de visión común prevalecieron.
La inmadurez democrática en Latinoamérica es palpable. El continente arde en protestas, se demuestra el trabajo silente, cargado de violencia y revanchismo, hecho por los socios comunistas del Foro de Sao Paulo, principalmente Cuba, Venezuela, Brasil y Colombia (con sus guerrillas), durante casi dos décadas de gestión, lapso durante el cual, escribía recientemente Moisés Naim, se entronizó una élite política con ínfulas “continuistas”, que le han hecho un daño enorme a la oxigenación política y social, necesaria en tiempos de democracia.
Deudas, corrupción, autocracias, manipulación de elecciones, clientelismo, etc., son consecuencias comunes en dichos gobiernos, un lapso privilegiado en ingresos provenientes de la bonanza de las materias primas. Terminado el festín, la realidad salió a relucir: desigualdad y exclusión social. Ambas asumidas nuevamente como banderas de lucha por la estéril izquierda que ahora critica a los sucesores a quienes les tocó resolver las terribles consecuencias.
Pero ese egoísmo, incitador del divisionismo, de la destrucción del otro, del hecho corruptible y violador de la institucionalidad y las leyes, tiene raíces culturales comunes; lamentablemente el asunto en estas sociedades, en su mayoría de origen hispánico, es que arrastran estas secuelas, sin percatarse de la necesaria superación de estos fantasmas que la cobijan, pudiendo utilizar para tal fin, los avances de la humanidad y del modernismo que caracterizan a las naciones avanzadas y prósperas, para construir de una vez por todas, ciudades con ciudadanos y democracias con demócratas.
Venezuela afronta uno de los retos más importantes de su historia, evolucionar de una sociedad rentista, consumista, festiva, poco valorativa del trabajo responsable y productivo, e irrespetuosa de las leyes e instituciones; a otra moderna, con una estructura económica y tecnológica compleja que satisfaga sus necesidades y exporte su superávit; con individuos abstraídos de la red de sus relaciones primarias… con ”una neta separación entre el mundo privado y el mundo público” como lo escribió el S.J. Mikel de Viana en La sociedad de Venezuela y su resistencia al cambio (2000).
Igualmente, en el plano de las instituciones, el mismo autor, afirma que las mismas son complejas, específicas, especializadas, independientes pero a la vez integradas en grandes sistemas; finalmente en esa sociedad moderna prevalecen los valores en forma de principios, y normas claramente definidas que inciden en la conducta y la ética universal fundamentada en los principios de igualdad y la dignidad.
El chavismo vende la imagen de un país normal, alegre en este período de navidades, en paz, bonchón, pendiente de la temporada de beisbol y de las dádivas entregadas a través de sus misiones, las míseras pensiones, las cajas de Claps y el polémico pernil navideño que nunca termina de llegar; esa relación pre-moderna ha provocado en la mayoría una dependencia enfermiza. Así se encumbró el Estado venezolano todopoderoso.
Es que el chavismo, ajeno al rechazo mayoritario del venezolano, es expresión de esa realidad pre-moderna que caracteriza a Venezuela desde los tiempos de la colonia; legado cultural de un contexto en donde se entrelazaron los intereses personales y sociales de los blancos españoles, los mantuanos – sus hijos nacidos en la colonia-, los negros, los indígenas y el mestizaje que de ellos se derivó. Transitar de esa sociedad a otra moderna implica, dice de Viana, superar verdaderamente el protagonismo de un Estado todopoderoso cuyos ingresos provenientes de la renta petrolera le permitieron acceder a ciertos beneficios de la modernidad, pero que en el fondo mantuvo los vínculos familiares que solo respondieron a esos intereses.
El episodio de las elecciones estudiantiles de la Universidad del Zulia, la crisis interna de esa institución provocada por su propia cultura gerencial y académica, más la amenaza externa, el comportamiento del maracaibero con su disfrute bonchón de la Feria de La Chinita, la actitud y visión egoísta de las organizaciones políticas y económicas para encarar al enemigo común: el chavismo, son reflejo de una sociedad inmersa en la desconfianza y la traición; una realidad expresada dramáticamente por Herrera Luque, en el dialogo de Miguel Peña (Ídem. Pag. 133) “Hemos hecho un trato con Monteverde de entregarle a Miranda, siempre y cuando respete nuestras vidas y haciendas”.
Hugo Delgado
Periodista
@hdelgado10