José Luis Zambrano Padauy: La correa infame que aprieta al Ecuador

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Es una estrategia descafeinada, predecible y con fisuras en los tiempos que corren. Tan evidente para cualquier avezado en historia o conocedor de los movimientos subversivos de América Latina. El Gobierno ecuatoriano no se ha tragado el cuento, andando cauteloso ante los siniestros políticos sembrados por el comunismo tropical, propulsados siempre con una razón casi maquiavélica.

Se sabe a conciencia, que les ha servido para extender su dominio y generar una rara divinidad por tener a la gente en la miseria. Saben menoscabar en las bases de lo cotidiano y en el vientre del status quo. Destripan la normalidad para hacerla insufrible y confusa. Revuelven la inconformidad y pulverizan la democracia. Incentivan a un pueblo a ser hostil, inconforme e insensato. Sus coordenadas son precisas; atacan en el cimiento de las emociones y avivan el fuego de la confusión.

Por eso han convertido en días recientes al Ecuador en un polvorín. Es una meta apetecible, necesaria para sus anhelos perturbadores, el recuperar un terreno que se había perdido. Sirve de colchón perfecto para menguar el interés en el caso venezolano. Todo un entramado implacable, provisto de su propio caos y sus dotes perfectos para la desmoralización.

Frente a toda esta irregularidad, me agrada de cierta manera que el presidente Lenín Moreno le haya dado la lectura correcta y, pese a los errores reconocibles de algunas de sus tácticas de gobierno, existen grandes posibilidades de poder zafarse de un mal desenlace.

Ha señalado desde un inicio a los culpables verdaderos, sin titubear y con un aplomo admirable. Responsabilizó al expresidente Rafael Correa y a Nicolás Maduro de ejecutar un plan para desestabilizar al Ecuador. No necesitó de un tabulador matemático ni de una filosofía desfasada para comprender que querían complicarle la república.

Se marchó a Guayaquil para operar en su defensa infranqueable. No permitiría que le dieran un golpe de estado a control remoto. Allí plantó su sede de gobierno y evitó con una sabiduría sorpresiva, que los indígenas se llenaran de valentía milenaria para tumbarlo del poder, convencido de que “el saqueo y vandalismo no son manifestaciones ciudadanas. Demuestran la intención política de Correa, Maduro y de los corruptos que deben responder a la justicia y al país”.

Primero habían sido los transportistas. Posteriormente se agregaron los aborígenes. Las acciones insurrectas no parecían tener bolladuras. Los manifestantes causaban destrozos al por mayor, saqueando, sorteando barricadas y confundiendo al bastión policial.

Se sabe que Correa está en Bruselas. Desde allí ofreció unas declaraciones nefastas, exigiendo elecciones anticipadas. Se mostró deseoso de participar en esos comicios, pese a una inhabilitación comprobada por corrupción. No estaba en Venezuela como refirió un diputado ecuatoriano, quien aseveró que se movilizaba a través de un avión de Pdvsa.

Pero ha estado en territorio venezolano y no pudo negarlo. Reconoció con una desfachatez asombrosa que trabaja para Maduro como consultor. Hasta una agria entrevista le hizo al usurpador, transmitida por el canal televisivo RT.

La desestabilización en Ecuador no deviene de hechos aislados ni improvisados. El vicepresidente de ese país, Otto Sonnenholzner, notificó que se han detenido más de 700 ciudadanos extranjeros, entre ellos decenas de venezolanos, recibiendo alrededor de 50 dólares por participar en las protestas. “Del país del señor de los bigotes”, dijo con una guasa dolorosa y sin doblegar la intención de investigar desmesuradamente cada hecho provocado.

Moreno ha mostrado su compostura frente a estos contratiempos. Sin tanta cautela no dudó en asegurar que las Farc estaban también involucradas en los actos vandálicos. Varios gobiernos del continente le han dado su espaldarazo justo y tampoco se han creído que esta novedad desestabilizadora sea tan popular.

Al presidente de Ecuador le siguen la pista. Monitorean sus movimientos, pues quieren precipitar su desplome gubernamental. Por eso el jueves pasado capturaron en el aeropuerto de Quito a 17 personas, la gran mayoría venezolanas, con información precisa sobre los desplazamientos de Moreno. No cabe duda de que estas sublevaciones no son espontáneas y el detonante mayor lo han generan los infiltrados.

Tengo la convicción de que el mandatario ecuatoriano saldrá de una pieza de esta coyuntura. No correrá el mismo destino de otros gobernantes que, confundidos por las jugarretas de los desestabilizadores hemisféricos, permitieron que hiciesen de las suyas y los sacaran de su posición de autoridad.

Moreno cuenta con el apoyo militar, empresarial y del pueblo racional. Esta no será su mala hora. No tiene las ideas colgadas de un clavo, por lo cual seguirá apoyando todos los esfuerzos por rescatar a Venezuela de las manipulaciones cubanas, siendo el origen de las actuales indigestiones del continente. El tiempo sigue transcurriendo en la espera de alzar el grito soñado por la libertad para nuestro país.

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