Aquí todo el mundo carga su tic tac en la espalda. Ya lo decía el viejo libro de las sabidurías, siempre habrá tiempo de esparcir piedras, y tiempo de juntar piedras; tiempo de abrazar, y tiempo de abstenerse de abrazar; y ese es el punto, pero también el dilema, de quienes se han atrevido a escoger como pasión y profesión, el difícil arte de hacer de la política su medio y su fin; en este país desbastado por el mal ejercicio de la política, de unos trúhanes que a nombre del socialismo, terminaron quebrándole las esperanza a un pueblo honesto y trabajador.
Ir subrepticiamente a sentarse a conversar por tres largos meses, con quienes han hecho del tiempo su mejor arma para mantenerse en el poder del modo que sea, mas que una entrega o traición, es una temeridad, que solo el pasar de los días lo aclarará. Atreverse a mostrar como trofeo, conquistado en el terreno del forcejeo y la negociación, que en el brevísimo lapso, Diosdado se aparecerá con sus huestes y volverá amarrar sus caballos en el Palacio Legislativo, como si no hubiese roto un plato, tiene un alto riesgo para quienes así lo acordaron.
Traspasar el umbral de la casa amarilla y ser recibido por doña Delcy Eloína y su hermano, para desde allí decirle al mundo, que el hoy acorralado por delitos de lesa humanidad, de la noche a la mañana les soltaría 54 presos políticos, en el término de las primeras 48 horas, mas que un compromiso es un atrevimiento del tamaño del resultado, que se logre en esa parte del acuerdo; tomando en cuenta que la inmediata libertad condicionada del Vicepresidente de la AN, pudiese ser el anzuelo con que Maduro, les hizo morder la carnada envenenada, que los mantiene hoy al filo del odio infinito del resto del mundo opositor.
Anunciar, sin la otrora multitudinaria concentración, que insistirán en la estrategia del “Cese a la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres”, como si no hubiesen transcurridos más de doscientos días, de haber asumido a todo trance la encargaduría de la Presidencia de la República, también pasa a ser algo que amerita no solo la mera disculpa, por no haberlo logrado sino la necesaria rectificación, antes de que el tiempo se los trague y el país busque otros derroteros, que nos traigan nuevos liderazgos, capaces de virarle el rumbo a una sociedad, que en un mal momento de su historia, comenzó a perder su calenda viviendo experiencias fracasadas en el pasado.
Vamos a la ONU como está el país, con dos vocerías y un globo terráqueo que observa como la Venezuela del pasado, en estos últimos 20 años se ha ido destruyendo de tal manera, que hoy sus habitantes mantienen colapsado a sus vecinos mas cercanos, porque precisamente no es la espada de Bolívar sino el hambre del venezolano, la que camina por América Latina. En esa instancia mundial seremos objeto de discusión y eso pone de relieve el tamaño del marasmo donde se encuentra sumergida la nación.
De seguro, y por qué a Nueva York no se puede ir a perder el tiempo, se desprenderán sugerencias y recomendaciones, alejadas de las posiciones extremas y tentadoras, que pululan en las mentes afiebradas, tanto de algunos sectores del gobierno como de la oposición. Mientras tanto para quienes todos los días, vivir bajo la férula de la hiperinflación, los desastrosos servicios públicos y un FAES violándole sus derechos humanos el momento apremia, y hacia allí es donde nuestra clase política debe volver la mirada, porque quizás el tiempo de las mayorías no sea el mismo de sus cupulas diligénciales, por lo que cada vez se hace más necesario buscarle una salida a esta tragedia.
Estaremos en los tiempos de juntar y no seguir lanzándonos las piedras. Ese es el gran acertijo por descifrar en este período escabroso de la política venezolana. Mientras tanto apostemos a que la negociación, no solo sea necesaria entre la oposición y el gobierno sino y de forma exigente, entre quienes desde esta acera se confrontan, en eso de sentirse voceros de un pueblo que los observa, y que sabiamente siempre ha entendido, que el tiempo de los políticos es precario.
Douglas Zabala