El 30 de abril de 2018, el profesor Ángel Oropeza en su trabajo “Articulando la ebullición” escribió: “…Cómo en el estudio sobre actitudes políticas Ratio-UCAB de febrero de este año, al preguntar, por ejemplo, quién es el responsable del desabastecimiento, solo 39% afirma que es Maduro y su gobierno, 6% señala a la oposición, 6% a los militares, 7% a la crisis económica mundial y un alarmante 30% al invento oficialista de la “guerra económica”, mientras 12% no sabe o no responde. Que la gente sufra es una tragedia. Pero una miseria mayor es sufrir sin saber quién es el responsable de ese sufrimiento”.
Y llegó la gasolina y con ella la exclusión acentuada, el festín de la corrupción y el nuevo Consejo Nacional Electoral que designará el Tribunal Supremo de Justicia de Nicolás Maduro para colocar su nueva Asamblea Nacional, obviamente con elecciones manipuladas, y así dar legitimidad al nefasto régimen. Es el motivo de la sonrisa, la malicia y el tema de conversación. Mientras la muerte silenciosa camina por las calles haciendo estragos y un gobierno ilegítimo y manipulador de información, lanza cifras mínimas para hacerle ver al país y el exterior, la eficiencia de un sistema de salud que solo existe en la mente de los autócratas rojitos.
Pero en los rumores de pasillos, los comentarios de redes de especialistas en salud que viven el día a día, las cosas son diferentes, y cuando ya el murmullo es ratificado por la realidad, salen los gobbelsitos rojos a justificar, con el argumento que sea, las causas del repunte de las manipuladas cifras: bombas biológicas enviadas por los cerebros macabros de Álvaro Uribe e Iván Duque, o son importados porque aquí el controle es perfecto. Lo de siempre, la mentira y la evasión de responsabilidades es la constante.
Los bajos casos al principio de la epidemia del virus chino Covid-19 o Coronavirus, obedecían a los escasos viajeros provenientes del exterior. Pocos vuelos internacionales tienen como destino a Venezuela y el flujo de emigrantes durante los últimos cinco años creció hasta superar los 4 millones, solo el Zulia aportó a esa cifra poco más de un millón, una tercera parte de la población de Maracaibo.
A esto se agregó la escasez de gasolina. El país estaba paralizado, la industria petrolera nacional quebrada, las refinerías cerradas, las sanciones económicas impiden que el proveedor confiable, Estados Unidos, le venda combustibles y la crisis se acentuó. Ahora sale el hermano musulmán iraní a salvarle el pellejo al régimen de Nicolás Maduro. Aprovechando la debacle del mercado internacional, producto de la caída del consumo mundial, el incontrolable almacenamiento vio en Venezuela el oxigeno necesario para vender en oro cada barril, a precios que solo saben ellos, porque el riesgo incrementa obligatoriamente los costos, y al final, colorín colorado, los arrogantes bolsillos locales pagarán en dólares cada litro, más caro que en Colombia o Estados Unidos.
Pero el costo no importa, la felicidad llegó y la pandemia se olvidó en el momento más crítico. Las amenazas, detenciones arbitrarias, indolencia, falta de suministros, las angustiantes protestas de médicos, enfermeras y familiares de afectados, son el pan nuestro de cada día. Solo personajes como el doctor Freddy Pachano Arenas, director de la División de Estudios para Graduados de la Universidad del Zulia, o la presidenta de la Federación de Centros Universitarios de esa misma institución, Yeissel Pérez, y otros heroicos galenos y periodistas se atreven a mostrar la realidad ya conocida, vía redes o experiencias personales, de una situación que tiende a complicarse.
Con preocupación, la comunidad de Maracaibo advertía lo ocurrido en su popular mercado de Las Pulgas, la famosa Curva de Molina o Los Plataneros, sitios a donde la población acude a regatear precios para subsistir en medio de una devastadora epidemia y una hiperinflación que llevó los precios de los productos de primera necesidad a la estratósfera. Sin dolientes y autoridad alguna, los venezolanos navegan en medio del mar de la incertidumbre, de angustias e impotencia.
El país navega sin rumbo, con un futuro desdibujado por una élite política, empresarios y una sociedad envuelta en un canibalismo sin comparación en su historia democrática. En el que la solidaridad, exceptuando algunos hechos, se perdió en un contexto sin ética ni valores, egoísmos, arrogantes demostraciones como si aquí no estuviera pasando nada, y sin ningún sentido de pertenencia para con Venezuela.
La preparación espiritual de la sociedad queda en duda en estos momentos angustiantes, la falta de liderazgo no termina de construirse desde la base y solo las discusiones elitistas divorciadas de la necesidad de quien verdaderamente las sufre, son desacertadas en este crítico contexto, en el que las crisis en la salud pública y la economía se unen para complicar las expectativas de supervivencia social. Cómo una propuesta llamada a ser reivindicativa e incluyente (no se sabe si es revolución chavista o socialismo del siglo XXI), puede mostrar resultados fatales en materia de salud, educación, nutrición, pobreza, atraso en infraestructura, tecnología, comunicaciones y productividad. Es un fracaso rotundo plasmado en un país arruinado y devastado moralmente.
La heroica llegada de la gasolina iraní, es muestra del fracaso total de la moribunda cultura petrolera, enterrada por el chavismo. La quiebra de la referente Petróleos de Venezuela es muestra de ello. Y esa nomenclatura que se encargó de cumplir su fatídico destino, no muestra capacidad alguna para construir la siguiente fase histórica. Los hechos lo demuestran. El país es ahora improductivo totalmente, en materia de educación y economía, el hombre formado en revolución es el bachaquero, el especulador y el militar o policía corrupto. No hace falta ser ciudadano, estudiar, prepararse, formar una familia con valores o emprender, solo basta enchufarse, delinquir o especular, para comprar vivienda o andar en los tan ansiados camionetones.
En el sombrío lapso de la escasez de la gasolina se filtró la venta en dólares que ahora fue ratificado, violando a la mejor constitución del mundo creada por el comandante eterno, Hugo Chávez, porque ella establece el “Bolívar” como la moneda oficial, en un contexto ya amansado y preparado para pagar el combustible en divisa americana. De la mano de la aberración monetaria, se acomodó la exclusión con el carnet de la patria, quien no lo tenga no recibirá combustible subsidiado, ya la medida comenzó a aplicarse, una política de manipulación y control instrumentada por un gobierno autoritario que vendió la falsa premisa de la inclusión social.
Gasolina, carnet de la patria, Covid-19, nuevo CNE, son temas de actualidad que acompañan a una Venezuela devastada por la mentira, el hombre nuevo, la represión, la corrupción y la ineficiencia.
@hdelgado10