Venezuela es un país privilegiado. Desde la llegada de Hugo Chávez al poder, cuenta con una dirigencia impresionantemente competitiva y capaz de hablar de cualquier tema con mucha propiedad y arrogancia. El comandante eterno era experto en eso y su sucesor, Nicolás Maduro, repite su legado. Escuchar en esta época de pandemia, a los hermanos Rodríguez y al ilegítimo demuestra su sapiencia en asuntos tan especializados como la geopolítica mundial, petróleo, epidemiología, neumonía, políticas sanitarias o estrategias militares. Cualquiera de su nomenclatura puede asumir indistintamente las carteras ministeriales con extrema facilitad e inoperancia.
Hablan con arrogancia ofreciendo ayuda humanitaria a otros países, mientras aquí los venezolanos mueren de hambre o en las puertas de los hospitales. Mienten con facilidad porque en su mentalidad comunista los valores no existen, imitando así a cubanos, chinos y rusos. Muestran tanta seguridad en sus palabras que son convincentes con las masas fanáticas. Proyectan un país totalmente bajo control sanitario, con alimentación y servicios asegurados; una potencia militar y petrolera, incapaz de resguardar sus fronteras y explotar sus inmensas reservas y producir derivados (gasolina entre otros).
La tragicomedia en Venezuela se agudizó hace veinte años. La mediocridad se entronizó en el poder con el chavismo, gracias a la extrema dependencia social y económica, lo cual le permitió al Estado controlar la vida del país y de una sociedad dadivosa, poco competitiva y medianamente productiva. Solo el sector petrolero y una que otra industria subvencionada destacaban por su innovación y rentabilidad, aunque el tiempo también se encargó de enterrar hasta la exitosa Petróleos de Venezuela (Pdvsa).
A la gerencia pública mediocre, se le añade una sociedad civil y empresarial con poco sentido de pertenencia. La crisis del país ha demostrado el talante de su gente, son pocos los dolientes verdaderos que lo sienten. El comercio amasa mayor riqueza en medio de una terrible especulación y no hay autoridad que lo controle. Los otros llamados “perseguidos políticos” o quienes piden asilo político, inventaron sus expedientes para que abogados norteamericanos inescrupulosos, diligencien sus solicitudes, pagando incluso en cómodas cuotas, en este grupo también hay testaferros y líderes chavistas.
Muchos de esos asilados políticos atacan y critican, en medio de amenas tertulias y desde finos cafés, restaurantes o estudios de televisión o radio creados gracias a las tecnologías de las redes sociales, impulsando sus intereses y gestas heroicas a control remoto. Desde Chile hasta Estados Unidos, el éxito de la diáspora es tal, que ahora se autocalifica como los mejores trabajadores, estudiantes y profesionales. Que añoranza tan grande tiene Venezuela por esos hijos que si hubieran sido medianamente competitivos y responsables aquí, como lo son en el exterior, el país hubiera tenido otro destino.
La desgracia para el país es tan grande que ahora huyen los mismos irresponsables que antes lo apoyaron con sus votos o directamente trabajando por la gesta chavista. Defraudados por los resultados de la revolución, ahora buscan otros países para disfrutar la ilícita riqueza amasada en turbios negocios o para darles una mejor calidad de vida a sus seres queridos. Muchos aducen que cometieron un error al apoyar al chavismo y ahora quieren rectificar, o que son adeptos a Hugo Chávez y no son maduristas. Al final del cuento todos son responsables, por acción u omisión, y cómplices de la destrucción del país.
En este país sin dolientes, los dirigentes políticos y empresariales que se hacen llamar opositores también pretenden pensar una Venezuela con los mismos esquemas y vicios de antaño. No entienden que el petróleo jugará un papel secundario en el mundo energético y que las fuentes de riquezas la generarán el conocimiento, el manejo del big date, la tecnología, la educación y sus instituciones, las energías renovables, los productos derivados del petróleo, los modelos socio-políticos que acerquen al gobernante y al ciudadano, empresas más interesadas en el bienestar de sus trabajadores y de su entorno que en su mezquina rentabilidad, con leyes adaptadas a la equidad y la justicia, y un pensamiento ambientalista totalmente integrado a la ola del “cisne verde”.
El chavismo desfasado sigue atado a una concepción retrógrada de la “guerra fría”, y a los preceptos de una fosilizada revolución cubana, más preocupada por la confrontación estéril, para mantener una élite política que solo cerrará su círculo cuando desaparezca físicamente su último dinosaurio, Raúl Castro. Esa Cuba revolucionaria no produce nada, sobrevive por el pacto de no invasión firmado entre rusos y norteamericanos, luego de la crisis de los misiles en los años 60, y se ha mantenido por sus alianzas primero con la Unión Soviética, luego con el narcotráfico: el Cartel de Medellín y ahora con los nuevos amos, los mexicanos, el Ejercito de Liberación Nacional (ELN) y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc), en un supuesto plan para destruir con drogas a la sociedad capitalista norteamericana. También crearon la modalidad de vender servicios médicos a los países miembros del Foro de Sao Pablo, cobrando miles de dólares y pagando míseros sueldos. Y el turismo aupado por Canadá y España, principalmente.
Acostumbrado a la confrontación y la lucha estéril, el chavismo fracasó, su capacidad de respuesta es nula. Su caída inminente no tiene fecha porque del otro lado de la acera, la estrategia es deficiente y solo ahora tomó forma porque la seguridad de Estados Unidos y el continente están en juego, pero el rumbo a tomar es incierto por quienes están en el espectro opositor. Por un lado, hay grupos que continúan pensando con una mentalidad retrógrada (intereses mezquinos, clientelismo y corrupción) y, por el otro, una juventud que no asume la responsabilidad histórica ante el porvenir.
@hadelgado10