“Patria es un sentimiento”(Rubén Blades, canción Patria)
La verdad se puede manipular y ocultar durante un tiempo, pero al final del cuento se exterioriza como un inmenso iceberg, más ahora con las mediáticas redes sociales y los dispositivos móviles con capacidad para transmitir simultáneamente videos, voces, imágenes y textos, lo que ha permitido mitigar la muerte lenta del periódico, la radio y la televisión democrática, que aún con sus fallas, ejercitaban el libre pensamiento, la crítica y sobre todo oxigenaban a la sociedad venezolana.
Durante 20 años el chavismo ha buscado diferentes formas de manipular la verdad y controlar las redes informativas para evitar que las verdades fluyan y muestren a un régimen que desde su concepción era un fracaso, que solamente ha servido para prolongar la agonía de un modelo agotado de corte autoritario, militarista y rentista petrolero.
Esa forma de hacer política basándose en el Estado todopoderoso, controlador de la renta petrolera, de hacer política de forma poco transparente y de manipulación de la estructura formal de la sociedad, está agotado, y en medio de esa diatriba negadora de la realidad, una fuerza amorfa emerge desde la base para dar respuesta a la realidad que vive el país.
Esa tendencia se acentuó en 2019, con el sacudón generado por un personaje desconocido y con pocas expectativas, Juan Guaidó, actual presidente de la Asamblea Nacional y presidente encargado de la República luego de comprobarse la ilegitimidad de Nicolás Maduro, y de ser el representante de la única instancia democrática legítima existen en la malograda Venezuela. Aún cuestionado por sus detractores y visto con recelo por una sociedad desconfiada y desesperanzada, este político joven logró romper, con la fuerza de la palabra y el apoyo internacional, la aparente invencibilidad del chavismo en el momento menos esperado.
Se abrió una brecha silente que se mueve en el interior de una sociedad que durante 20 años ha mostrado una capacidad de adaptación digna de investigación. Esa respuesta ante la necesidad se acentuó en 2019 y se mantendrá en 2020, con una demoledora experiencia aún no interpretada por los políticos, empresarios y la mayor parte de las organizaciones civiles y académicas.
“El Escenario del Caos, en el cual nos encontramos, tiene su origen en el fin de la era Autoritaria Rentista, el quiebre de las instituciones y el surgimiento de la informalidad”, escribía el analista José Antonio Gil Yépez, (“Lo que no se ve”, diario Versión Final 5 de marzo de 2020). Reflejo de ello, por ejemplo, es la arremetida del chavismo contra la institucionalidad de la AN a principios de año para intervenirla y controlarla, o de la forma como penetraron en la Universidad del Zulia, imponiendo al Vicerrector Administrativo, utilizando la fuerza del Gobernador local y del poder judicial, y aliado con grupos internos acostumbrados a saborear el poder a cualquier precio, vendiendo sus conciencias o pactando con el enemigo para satisfacer sus ambiciones, sin entender que el tiempo les pasará la factura. Es la obsoleta fórmula de hacer política que se niega a morir.
Ante la arremetida del chavismo y de esa oposición opaca que no visualiza el verdadero cambio, en ese “escenario del caos”, al cual alude, Gil Yépez, se han creado espacios vacíos e informales, acentuados, por ejemplo, con una dolarización de la economía producto de las remesas familiares, del lavado de dinero del narcotráfico y la corrupción, de operaciones básicamente comerciales y de marginales actividades productivas; más que por el resultado de procesos industriales, comerciales, de esfuerzo y trabajo, acompañados por políticas coherentes, bien definidas.
Para el régimen, la dolarización informal de la economía es parcial porque mantiene un margen de manipulación del bolívar para controlar cierta parte de la sociedad a través de las prebendas populistas. Dolarizar formalmente es reconocer su fracaso e implica disciplinar el volumen de dinero circulante dentro de la economía, ese perverso mal monetario que ha propiciado en gran parte la hiperinflación.
Autorizar tácita o real las transacciones en divisa americana sincerará gran parte de la economía, pero solo surtirá efectos parciales porque las otras patas de la mesa no van acordes con ella: la legitimidad de sus autoridades, las garantías legales y la confianza en las instituciones. Es simplemente una manera de sobrevivir al caos.
En un escenario de cambios silentes, Gil Yepez plantea que “En la medida que el gobierno, opositores, militares y extranjeros sigan sin resolver el conflicto, se nos presenta la oportunidad de auto convocarnos para construir soluciones “de abajo hacia arriba, tejiendo alianzas horizontales”; dentro de cada sector (fortaleciendo cámaras, gremios, sindicatos, ONGs) y, entre los sectores, mediante acuerdos de cooperación”.
El asunto es que ese llamado a organizaciones como las universidades, cámaras, gremios y sindicatos, siembra dudas sobre sus capacidades para pensar y construir el modelo necesario, ya que siguen atados a esa cultura rentista que espera la dádiva del Estado y las soluciones desde arriba.
Desaprovechan así la oportunidad histórica de revertir la caótica realidad y de proponer soluciones acordes con un mundo globalizado, competitivo, basado en el conocimiento y el manejo de la información y un cuerpo legal que garantice los derechos y los deberes de los ciudadanos y sus organizaciones.
@hdelgado10