Los sorprendentes sucesos de este fin de semana en Barquisimeto activaron a Estados Unidos y al Grupo de Lima con declaraciones que alertan acerca de la posible intervención de una coalición de países en Venezuela, como dijo el ministro de la Defensa colombiano, Carlos Holmes Trujillo, tal cual puede ocurrir porque el régimen parece haber dejado su futuro en manos de individuos de baja catadura dispuestos a todo.
No de otra manera se puede entender que hayan disparado en la forma en que lo hicieron contra Juan Guaidó y las personas que lo acompañaban en la marcha organizada por la oposición, el sábado en Lara.
Por más vueltas que le damos al asunto no logramos entender cómo es posible que se deje en las manos sin control de estos sujetos la suerte del país, ya de por sí sometido a la cruenta tortura del hambre y la miseria diarios que han convertido a la nación más próspera de Latinoamerica en un territorio tan empobrecido que en este aspecto solo somos superados por Haití y Nicaragua, algo inconcebible a comienzos de este siglo.
Los disparos impactaron los vidrios de la camioneta donde iba Guaidó y gracias a que se trataba de un vehículo blindado estamos contando esta historia sin que se hayan producido decenas de muertes violentas, si el drama se hubiera desencadenado con el asesinato del Presidente interino reconocido por sesenta países y la mayoría de los venezolanos. Pues es un hecho que, aunque el Gobierno desconozca esa presidencia, la muerte de Guaidó en esas condiciones (Dios no lo quiera) sería un magnicidio, dada su condición de presidente de la Asamblea Nacional.
Insólito acontecimiento este que podría llevarnos a una intervención ¿armada? de la coalición ínternacional formada por Estados Unidos, la Unión Europea y los países del Grupo de Lima y del TIAR, como lo advirtiera Gómez Trujillo.
La fotografía de la agencia de noticias AP que muestra a un paramilitar encapuchado con casco apuntando a Guaidó es una premonición alevosa de lo que pudiera ocurrir en el futuro de persistir los militantes del oficialismo en estas acciones impunes, bajo la tutela del alto gobierno que no los censura ni los investiga.
Por si fuera poco, en el viento flotan todavía las amenazas a los cuerpos policiales de los jefes de las bandas armadas, resguardadas en ese búnker intocable que son las eufemisticas «zonas de paz».
Estos tipos se han transformado en monstruos irrredentos que hacen los que les viene en gana con ciudadanos inocentes y que se están haciendo imposibles de contener, como quedó demostrado en el enfrentamiento reciente de policías y delincuentes en la autopista Francisco Fajardo de Caracas.
Un país y un Estado son demasiado importantes para dejarlos al criterio de individuos que solo conocen el lenguaje incontrolable del cañón de sus armas.
Entonces, corresponde al Gobierno devolver a unos y otros, colectivos y delincuentes, a la mesura que debe imperar para que la actividad política vuelva a la estabilidad del pasado. A menos que increíblemente el gobierno mismo quiera hacerse el harakiri.
¡Qué vaina!, ¿no?
Alexis Rosas